liberalismo, nos mande al desempleo o nos ponga a picar cebolla sin descanso.

– Entonces, ?te largas ya?

Una sonrisa arrugada asomo a su rostro curtido.

– ?Largarme? Ni por el forro. No, me han dado permiso para participar en un cursillo y cualificarme para poder presentar el pliego de condiciones para llevar la cantina. Que cojones.

Acompano un rato a Laursen escaleras arriba y encontro a Yrsa en el segundo piso, en acalorada discusion con Lis sobre quien estaba mas bueno, George Clooney o Johnny Depp. Quienesquiera que fuesen.

– Hay que ver como se trabaja aqui -comento agrio, y pillo a Pasgard en plena carrera de la maquina de cafe a su despacho.

– Gracias por la ayuda, Pasgard -dijo, entrando al despacho-. Quedas liberado del caso.

El tipo lo miro incredulo. Siempre imaginaba que los demas estaban tan llenos de jueguecitos como el.

– Una ultima mision, Pasgard, y despues tu y Jorgen podeis seguir con el afinado de timbres en Sundby. Hazme el favor de ocuparte de que lleven al padre de Poul Holt a Jefatura para interrogarlo. Martin Holt deberia estar en este momento en la sede central de Holb?k de los Testigos de Jehova. En Stenhusvej 28, por si no lo sabias.

Miro el reloj.

– Me vendria bien interrogarlo dentro de dos horas justas. Seguro que protesta, pero al fin y al cabo es testigo clave de un caso de asesinato.

Giro sobre los talones. Estaba oyendo ya las protestas de la Policia de Holb?k. ?Irrumpir en el momento mas sagrado de los Testigos de Jehova! ?Santo cielo! Pero Martin Holt los acompanaria sin problemas. Al fin y al cabo, de dos males el peor era deber reconocer sus mentiras sobre la expulsion de su hijo a sus almas gemelas de los Testigos de Jehova.

Una cosa era haber mentido a los que estaban fuera de la secta, otra hacerlo a los iniciados.

Encontro a Assad en el escritorio del pasillo frente al despacho de Jacobsen. Un triste ordenador de los que habian retirado cinco anos antes ronroneaba sobre la mesa. Eso si, le habian dado un telefono movil relativamente nuevo para que se pudiera comunicar con el exterior. Desde luego, unas condiciones fantasticas.

– ?Cae algo, Assad?

Este levanto la mano en el aire. Por lo visto, tenia que terminar de escribir algo. Poner en orden las ideas antes de que se esfumaran. Carl conocia bien el problema por experiencia propia.

– Es extrano, Carl. Cuando hablo con gente que ha abandonado una secta, todos creen que quiero engancharlos a otra. ?Crees que sera por el acento?

– ?Tienes acento? No me habia dado cuenta.

Assad alzo la vista con un guino.

– Ah, me tomas, o sea, el pelo. Ya me he dado cuenta -advirtio, levantando un dedo en senal admonitoria-. A mi no me toman el vacile tan facil.

– O sea, que no hay nada que nos haga avanzar -convino Carl asintiendo con la cabeza. Desde luego, no era culpa de Assad-. Pero, a lo mejor, es porque no hay gran cosa que buscar. Tampoco podemos estar seguros de que el secuestrador haya cometido el crimen mas que esta vez, ?no?

Assad sonrio.

– Ja, ya estas otra vez tomando el vacile. Por supuesto que el secuestrador lo ha hecho mas de una vez. He leido en tu mirada que lo sabias.

Tenia razon. Sobre aquella cuestion no podia haber grandes dudas. Un millon de coronas era mucho dinero, pero tampoco era tanto. Al menos, si vivias de eso.

Pues claro que el secuestrador lo habia hecho mas veces. ?Por que no iba a hacerlo?

– Tu sigue con lo tuyo. De todas formas, de momento no hay gran cosa que hacer.

Cuando llego al mostrador tras el cual Yrsa y Lis seguian sin cortarse con su parloteo sexista acerca de que fisico debian tener los hombres de verdad, golpeo discretamente con los nudillos el cristal.

– Tengo entendido que Assad esta el solo llamando por telefono a los miembros expulsados de sectas, y por eso tengo otro cometido para ti, Yrsa. Y si fuera un bocado demasiado grande, ya la ayudaras un poco, ?verdad, Lis?

– No lo hagas, Lis -se oyo decir con amargura a la senora Sorensen en el rincon-. Este senor Morck pertenece a otro departamento. En la descripcion de tus tareas no pone que debas echarle una mano.

– Bueno, eso depende -objeto Lis, enviando a Carl una de esas miradas en que, por lo visto, su marido la habia convertido en especialista durante su torrido viaje por Estados Unidos. Mona deberia haberla visto mirarlo asi. De haberlo hecho, quiza luchara con mas teson por su nueva captura.

Como autodefensa, dirigio la mirada a los labios rojos de Yrsa.

– Yrsa, mira a ver si puedes encontrar esa caseta de botes en alguna fotografia aerea. Mira todas las fotos que se usan en los registros de inmobiliarias de los municipios de Frederikssund, Halsn?s, Roskilde y Lejre. Lo mas seguro es que las tengan en su pagina web, pero si no las tienen pideselas por correo electronico. Fotos aereas de alta resolucion en las que aparezcan todas las zonas de playa de la peninsula de Hornsherred. Y de paso pide tambien algunos mapas que marquen donde hay molinos de viento en la region.

– Creia que habiamos convenido que estuvieron desconectados por la tormenta.

– Ya, joder, pero hay que mirarlo.

– Eso va a ser pan comido para ella -aseguro Lis-. ?Y que tienes para mi?

Le lanzo una mirada que fue directa a su bajo vientre. ?Que diablos iba a responder a aquella pregunta equivoca? ?Y ademas en publico! Las respuestas atrevidas se le amontonaban.

– Esto… Podrias preguntar a los departamentos tecnicos de esos municipios si han dado licencia para construir casetas de botes en esa costa antes de 1996 y, en caso afirmativo, donde.

Lis meneo las caderas.

– ?Solo eso? No es gran cosa.

Despues volvio hacia el su fascinante trasero y corrio hacia el telefono.

Una vez mas habia dicho la ultima palabra.

Capitulo 34

La provincia de Helmand fue el infierno personal de Kenneth. El polvo del desierto, su pesadilla. Una vez en Irak y dos en Afganistan. Era mas que suficiente.

Sus companeros le enviaban mensajes de correo electronico todos los dias. Palabras y mas palabras sobre la camaraderia y los buenos tiempos, nada sobre lo que ocurria en realidad. Lo unico que querian todos era seguir vivos. Era su unico objetivo.

Se dio cuenta de que por eso lo habia dejado. Un monton de trastos junto a una carretera. Un mal sitio en la oscuridad. Un mal sitio de dia. Porque habia bombas. El ojo acercandose a la mira telescopica. La suerte no era un companero de quien te pudieras fiar.

Y por eso estaba ahora en su casita de Roskilde, tratando de relajar sus sentidos, olvidar y seguir adelante.

Habia matado y no se lo habia dicho a nadie. Ocurrio en una breve escaramuza. No lo vieron ni sus companeros. Un cadaver algo alejado de los demas, era su cadaver. Alcanzado en la traquea; un jovencito. En su caso, la espantosa caracteristica de los guerrilleros taliban no era mas que algo de pelusa en barbilla y mejillas.

No, no se lo habia contado a nadie, ni siquiera a Mia.

No es lo primero que te sale por la boca cuando suspiras por lo enamorado que estas.

La primera vez que vio a Mia supo que ella seria capaz de hacer que se rindiera sin condiciones.

Lo miro al fondo de los ojos cuando la tomo de la mano. Sucedio ya entonces. Aquella rendicion total. Deseos y esperanzas reprimidos que se liberaban de pronto. Se escucharon mutuamente con los sentidos alerta y supieron que el encuentro debia repetirse.

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