Ella se estremecio al decirle cuando esperaba que volviera su marido. Tambien ella estaba dispuesta a una vida nueva.

La ultima vez que se vieron fue el sabado anterior. Llego espontaneamente, y, tal como habian convenido, llevaba un periodico bajo el brazo.

Ella estaba sola, pero agitada, lo dejo entrar con reticencia y no quiso decirle que habia ocurrido. Tampoco parecia tener ni idea de lo que le iba a deparar el dia.

Si hubieran tenido unos pocos segundos mas, habria pedido a Mia que se marchara con el. Que hiciera las maletas con lo imprescindible, tomara a Benjamin en brazos y se fuera con el.

Ella no se habria negado si su marido no hubiera llegado en ese momento; estaba convencido. Y en su casa habrian tenido tiempo para desatar cada uno los nudos de una vida plagada de malas experiencias.

Pero tuvo que marcharse porque ella se lo pidio. Por la puerta trasera. Salir a la oscuridad como un perro asustadizo. Sin llevarse la bici.

Desde entonces no habia podido apartar aquello de su mente ni por un segundo.

Habian transcurrido ya tres dias. Era martes, y desde la desagradable sorpresa del sabado habia vuelto alli varias veces. Pudiera ser que se encontrara con el marido de Mia. Que surgiera una situacion desagradable de forma involuntaria. Pero las demas personas ya no le daban miedo, solo el se daba miedo. Porque ?que iba a hacer con aquel hombre si resultaba que habia hecho dano a Mia?

Pero la casa estaba vacia cuando volvio. Tambien lo estuvo la vez siguiente, y aun asi lo atraia sin cesar. Crecia en el un presentimiento fruto de un instinto cultivado. Como la sensacion que se apodero de el la vez que uno de sus amigos senalo una calle donde luego fueron asesinados diez habitantes locales. Sabia que no debian transitar por aquella calle, y tambien sabia que aquella casa encerraba secretos que jamas saldrian a la luz sin su ayuda.

Se planto ante la puerta principal y la llamo por su nombre. Si se hubieran marchado de vacaciones, ella se lo habria dicho. Si ya no estaba interesada en el, habria desviado su mirada brillante.

Ella estaba interesada en el, y habia desaparecido. Ni siquiera respondia al movil. Por unas horas penso que no se atreveria a responder porque su marido estaria cerca. Despues se imagino que el marido se lo habia quitado y que ya sabia quien era el.

Si sabe donde vivo, no tiene mas que venir a casa, se dijo. Iba a ser un combate desigual.

Asi paso los dias hasta la vispera, cuando por primera vez tuvo la sensacion de que la respuesta podia encontrarse en otra parte.

Porque habia un sonido que lo habia sorprendido, y eran precisamente los sonidos sorprendentes los que el soldado que habia en el estaba entrenado para oir. Sonidos muy debiles que podian hacer que el segundo siguiente fuera decisivo. Sonidos que podian significar la muerte si nadie los oia.

Y fue un sonido asi el que oyo cuando, estando frente a la puerta, la llamo al movil.

Un movil que sonaba muy amortiguado tras el tabique.

Entonces apago el movil y volvio a escuchar. No se oia nada.

Marco otra vez el numero de Mia y espero un momento. Entonces oyo el sonido. El movil de ella, al que acababa de llamar, se encontraba en alguna parte detras de la ventana inclinada y cerrada, y estaba sonando.

Medito durante un rato.

Existia la posibilidad de que ella lo hubiera dejado a proposito, pero no creia que fuera asi.

Solia llamarlo su unico medio de contacto con el resto del mundo, y un medio de contacto no se deja a desmano sin mas.

Bien que lo sabia el.

Despues volvio alli otra vez y oyo el movil en la habitacion que estaba encima de la puerta principal, la de la ventana inclinada. Nada nuevo. ?Por que, entonces, esa sospecha continua de que algo iba mal?

?Seria porque el sabueso de su interior husmeaba peligro? ?El soldado que habia en el? O ?era solo que estar enamorado lo cegaba ante la posibilidad de que no fuera ya mas que un parentesis en la vida de ella?

Y a pesar de todas las preguntas, a pesar de todas las respuestas posibles, seguia teniendo aquella sensacion.

Tras las cortinas de la casa de enfrente, un par de ancianos lo observaban. Aparecian en cuanto gritaba el nombre de Mia. Tal vez debiera preguntarles si habian visto algo.

Abrieron al cabo de un buen rato, y no parecieron muy contentos de ver su rostro.

La mujer le pregunto si no podia dejar en paz a los vecinos de enfrente.

Kenneth trato de sonreir, y luego les mostro como temblaban sus manos. Mostro el miedo que tenia y que necesitaba ayuda.

Le dijeron que el marido habia estado en la casa varias veces durante los ultimos dias, porque al menos su Mercedes estuvo alli, pero que no habian visto en ningun momento a la mujer ni al nino.

Les dio las gracias y les pidio que lo mantuvieran al corriente, despues de darles su numero de telefono.

En cuanto cerraron la puerta supo que no iban a llamarlo. Ella no era su mujer. Eso era lo que importaba.

La llamo por ultima vez, y por ultima vez oyo los tonos de llamada en la habitacion de la primera planta.

Mia, ?donde estas?, pensaba con inquietud creciente.

A partir del dia siguiente, iria por la casa varias veces al dia.

Si no ocurria algo que lo tranquilizara, acudiria a la Policia.

No porque tuviera nada concreto.

Pero ?que otra cosa podia hacer?

Capitulo 35

Paso elastico. Arrugas masculinas en los lugares apropiados del rostro. Ropa cara evidente.

Una combinacion genial de todo lo que hacia que Carl se sintiera como un trapo.

– Este es Kris -lo presento Mona, correspondiendo al beso de Carl con cierta frialdad.

– Kris y yo estuvimos juntos en Darfur. Es especialista en traumas de guerra, y trabaja de forma mas o menos permanente para Medicos Sin Fronteras, ?verdad, Kris?

«Estuvimos juntos en Darfur», habia dicho. No «trabajamos juntos en Darfur». No hacia ni puta falta ser psicologo para entender lo que significaba. Odiaba ya a aquel imbecil que apestaba a perfume.

– Conozco bastante bien tu caso -dijo Kris, mostrando unos dientes demasiado regulares y demasiado blancos-. Mona ha recibido permiso de sus superiores para informarme.

Recibido permiso de sus superiores, vaya chorrada, penso Carl. ?Por que no preguntarme a mi?

– ?Te parece bien?

Aquello llegaba ligeramente tarde. Miro a Mona, que le dirigio una mirada de lo mas dulce y conciliadora. Joder con la tia.

– Si, claro -respondio-. Estoy segurisimo de que Mona hace lo mejor para todos.

Devolvio la sonrisa al hombre, y Mona lo registro. En el momento oportuno.

– Me han concedido treinta horas para tratar de enderezarte. Segun tu jefe, vales tu peso en oro.

Rio un poco. En ese caso, le pagaban demasiado la hora.

– ?Treinta horas, dices? -pregunto sorprendido. ?Iba a tener que estar con aquel San Dios mas de un dia en total? Ese tio estaba de la olla.

– Bueno, veremos como estas de tocado. Pero en la mayoria de los casos treinta horas suelen ser mas que suficientes.

– ?No me digas! -Aquello le tocaba las pelotas.

Se sentaron frente a el. Mona, con una punetera sonrisa encantadora.

– Cuando piensas en Anker Hoyer, Hardy Henningsen y tu en la cabana de Amager, donde te dispararon, ?cual es la primera sensacion que te viene? -pregunto el hombre.

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