pasarlos por alto. Por supuesto que seria bienvenido en Roskilde para recibir informacion. El caso Lynggaard era un asunto lamentable, por lo que, si podia ayudar, Carl no tenia mas que decirlo.

Un tipo majo, alcanzo a pensar antes de que el hombre le dijera que tendria que esperar tres semanas, porque su mujer y el iban a viajar a las Seychelles en compania de su hija y su yerno, y querian hacerlo antes de que las islas quedaran cubiertas por el agua derretida de los casquetes polares, anadio entre carcajadas.

– ?Como va eso? -le pregunto a Assad, tratando de calcular la cantidad de fotocopias dispuestas en una linea ordenada a lo largo del pasillo hasta las escaleras. ?Habia realmente tantos informes en aquel caso?

– Si, perdona que tarde tanto, Carl, pero es por las revistas, eso es lo peor.

Carl volvio a mirar los montones.

– ?Fotocopias toda la revista?

Assad inclino la cabeza hacia un lado, como un cachorro de perro cogido en falta. Santo cielo.

– Escuchame, Assad: solo hay que fotocopiar las paginas que tratan del caso. Creo que a Hardy le importa un bledo que principe cazo un faisan en la caceria de un pueblecito perdido, ?vale?

– Que cazo ?que?

– Olvidalo, Assad. Limitate al caso y deja de lado las paginas que no sean relevantes. Estas haciendo un buen trabajo.

Dejo a Assad junto al zumbido de la maquina y llamo por telefono a la asistenta social jubilada del municipio de Stevns que habia llevado el caso de Uffe. Tal vez hubiera observado algo que pudiera ayudarlos a avanzar.

Karen Mortensen sonaba simpatica por telefono. La imaginaba sentada en una mecedora haciendo ganchillo. El sonido de su voz se acompasaba perfectamente al tictac de un reloj de pendulo. Era casi como llamar a la familia del norte de Jutlandia.

Pero ya a la siguiente frase cayo en la cuenta de su error. En el fondo seguia siendo una funcionaria. Una loba con piel de cordero.

– No puedo hablar sobre el caso de Uffe Lynggaard ni sobre otros casos. Tendra que ir al Servicio de Salud del municipio de Store Heddinge.

– Ya he estado alli. Oiga, Karen Mortensen, solo trato de averiguar que ha sido de la hermana de Uffe.

– A Uffe lo dejaron libre sin cargos -lo corto la mujer.

– Si, si, ya lo se, y me alegro. Pero tal vez Uffe sepa algo que no ha trascendido.

– Su hermana ha muerto. ?De que iba a servir? Uffe no ha dicho nunca una palabra, o sea, que no puede servir de gran cosa.

– ?Le importaria que fuera a visitarla y a hacerle unas preguntas?

– Siempre que no tengan que ver con Uffe.

– Sencillamente, no lo entiendo. Cuando he hablado con gente que conocio a Merete Lynggaard me he enterado de que ella siempre hablaba en terminos elogiosos de usted. Que ella y su hermano habrian estado perdidos sin sus atentos cuidados.

La mujer quiso decir algo, pero Carl no la dejo.

– ?Por que no puede ayudar al menos a proteger la reputacion de Merete Lynggaard ahora que ella no puede hacerlo? Usted ya sabe que la opinion general es que se suicido. Pero ?y si no fuera el caso?

Al otro extremo de la linea solo se oia una radio a bajo volumen. La mujer estaba aun rumiando el «hablaba en terminos elogiosos de usted». Era una informacion dificil de asimilar.

Necesito diez segundos para picar el anzuelo.

– Que yo sepa, Merete Lynggaard no contaba a nadie nada sobre Uffe. Solo en el servicio de Bienestar Social sabiamos de su existencia -admitio al final. Pero sonaba deliciosamente insegura.

– Tiene toda la razon, asi es como deberia ser, en general. Pero habia miembros de la familia en un segundo plano. Aunque vivian en Jutlandia, si que tenia familia.

Hizo una pequena pausa teatral para pensar en que miembros de la familia deberia inventarse para la ocasion si ella le preguntaba. Pero Karen Mortensen ya habia picado el anzuelo, se le notaba.

– ?Era usted personalmente quien visitaba a Uffe en aquella epoca? -pregunto entonces.

– No, era nuestro cuidador. Pero el caso estuvo durante anos en mis manos.

– Entonces ?tenia usted la impresion de que Uffe iba empeorando con el paso del tiempo?

La mujer vacilo. Estaba a punto de escaparse otra vez. Habia que mantenerse firme.

– Vera, se lo pregunto porque hoy en dia me parece accesible, claro que tal vez este equivocado - continuo.

– O sea que ha estado con Uffe -intervino la mujer; parecia sorprendida.

– Si, claro. Un joven de lo mas encantador. Tiene una sonrisa cegadora. Cuesta creer que le pase algo.

– No, eso lo han pensado muchos antes que usted. Pero asi suele ser a menudo con las lesiones cerebrales. Merete tiene el gran merito de que no se quedara recluido en su concha.

– ?Cree usted que existia ese peligro?

– Desde luego, pero es verdad que su rostro puede ser muy vivaz; y no, no creo que empeorase con los anos.

– ?Cree usted que comprendia lo que le habia pasado a su hermana?

– No, no creo.

– ?No es extrano? Me refiero a que reaccionaba cuando ella no llegaba a casa a la hora. Vamos, que se echaba a llorar.

– Si quiere saber lo que pienso, no pudo verla caer al agua. No creo. Se habria puesto completamente histerico y, en mi opinion, se habria lanzado tras ella. Y en cuanto a su reaccion personal, estuvo vagando varios dias por Femern, y tuvo todo ese tiempo para llorar, buscar y estar aturdido. Cuando lo encontraron solo le quedaban las necesidades basicas. Vamos, que habia perdido tres o cuatro kilos y probablemente no habia probado bocado desde el transbordador.

– Pero puede que empujara a su hermana por la borda y despues se diera cuenta de que habia hecho algo malo.

– ?Sabe que, senor Morck? Estaba segura de que iba a ir a parar ahi -dijo, y Carl vio que la loba que habia en ella ensenaba los dientes, por lo que tendria que andarse con cuidado-. Pero en vez de colgar, que es lo que podria apetecerme, voy a contarle un pequeno cuento, para que lo vaya rumiando.

Carl se pego al auricular.

– ?Sabe usted que Uffe vio morir a sus padres? -pregunto la mujer.

– Si.

– Soy de la opinion de que Uffe ha estado desconectado de la realidad desde entonces. Nada podia sustituir su vinculo con sus padres. Merete lo intento, pero no era su padre ni su madre. Era la hermana mayor con la que solia jugar, y siguio siendolo. Cuando lloraba porque ella no estaba no era porque se sintiera inseguro, sino mas bien por el chasco que le producia que una companera de juegos lo hubiera abandonado. En lo mas profundo de el sigue habiendo un nino que sigue esperando que sus padres aparezcan de improviso. En cuanto a Merete, todos los ninos superan la perdida de un companero de juegos en algun momento de su vida. Y ahora viene el cuento.

– La escucho.

– Estuve en su casa una vez. Pase sin avisar, cosa que no solia hacer, pero andaba por alli y solo queria saludar. Asi que me meti por el sendero del jardin y me di cuenta de que el coche de Merete no estaba. Llego unos minutos mas tarde, habia estado haciendo unas compras en la tienda de comestibles de la esquina. Era cuando aun existia.

– ?Una tienda de comestibles en Magleby?

– Si. Y cuando caminaba por el sendero del jardin oi un leve parloteo procedente de la sala. Sonaba como un nino, pero no lo era. No me di cuenta de que era Uffe hasta que lo tuve delante. Estaba en la terraza, junto a un monton de gravilla, hablando consigo mismo. No entendi las palabras, si es que eran palabras. Pero comprendi que era lo que estaba haciendo.

– ?La vio el?

– Si, inmediatamente, pero no tuvo tiempo de tapar lo que habia estado construyendo.

– ?Que era?

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