menciones que el departamento se compone de hombre y medio. Eso entristeceria a Assad, si lo viera. Bueno, y tambien a los que han puesto el dinero, supongo.

Tenia razon. En menuda movida se habian metido.

– Por cierto, otra cosa, Marcus.

El jefe de Homicidios escruto la cara de zorro de Carl con las cejas arqueadas. ?Que mas queria ahora?

– Cuando vuelvas a ver a la psicologa, dile que Carl Morck necesita sus servicios.

Marcus miro a su hijo problematico. No parecia estar a punto de sufrir una depresion. La sonrisa de su rostro no encajaba con la seriedad del tema.

– Si, estoy obsesionado con ideas sobre la muerte de Anker. Puede que sea porque veo tanto a Hardy. La psicologa tiene que decirme que debo hacer.

Capitulo 21

2007

Al dia siguiente todo el mundo le conto a Carl la actuacion del jefe de Homicidios, Marcus Jacobsen, en la television. Los que viajaban con el en el metro, los agentes de la Unidad de Intervencion Rapida y todos los del segundo piso que se tomaron la molestia de dignarse hablar con el. Todos lo habian visto. El unico que no lo habia visto era Carl.

– ?Enhorabuena! -le grito una de las secretarias en la plaza frente a Jefatura, mientras la gente pasaba a su lado. Era de lo mas extrano.

Cuando asomo la cabeza en la caja de zapatos que era el despacho de Assad, se encontro enseguida con un rostro agrietado por una sonrisa. De manera que Assad tambien estaba al corriente.

– ?Estas contento ahora, entonces?

– ?Contento? ?Por que?

– ?Huy! Marcus Jacobsen dijo maravillas de nuestro departamento y de ti. Las cosas mas bonitas de principio a fin, para que lo sepas. Ya podemos estar orgullosos los dos, es lo que dijo mi mujer, o sea -y le guino un ojo. Mala costumbre-. Y te ascienden a comisario.

– ?Que?

– Pregunta a la senora Sorensen. Tiene papeles para ti, tenia que decirtelo sin falta.

Podia haberse ahorrado el esfuerzo, porque el taconeo de la bruja se oia ya por el pasillo.

– Enhorabuena -se forzo a decir la secretaria mientras le dirigia una sonrisa amable a Assad-. Estos son los impresos que tienes que rellenar. El cursillo empieza el lunes.

– Una mujer encantadora -comento Assad cuando la secretaria saco de alli su metodico cuerpo-. ?De que cursillo hablaba, Carl?

Este suspiro.

– Antes de convertirte en comisario de policia hay que pasar por el banco de la escuela, Assad.

Assad adelanto su labio inferior.

– ?Vas a estar fuera?

Carl sacudio la cabeza.

– No voy a estar fuera para nada.

– Pues no lo entiendo.

– Ya lo entenderas. Y ahora cuentame que paso cuando estuviste con Hardy ayer.

Los ojos de Assad se pusieron como canicas.

– No me gusto nada. Un hombre grande, quieto bajo el edredon. Solo se le veia la cara.

– ?Hablaste con el?

Assad asintio en silencio.

– No fue facil, porque me dijo que me fuera. Y despues aparecio una enfermera que quiso echarme. Pero no paso nada. De hecho era muy bonita a su manera -declaro sonriendo-. Creo que me lo noto, asi que se fue enseguida.

Carl le dirigio una mirada vacia. Habia veces en que lo invadia el sueno de emigrar a Tombuctu.

– ?Hardy! Assad, ?te he preguntado por Hardy! ?Que dijo? ?Le leiste alguna de las fotocopias?

– Si, durante dos horas y media, pero despues se durmio.

– ?Y…?

– Pues eso, que estuvo dormido.

Carl envio un mensaje del cerebro a las manos: todavia no era legal estrangularlo. Assad sonrio.

– Pero volvere. Cuando me fui, la enfermera me dijo adios con mucha cortesia.

Carl volvio a tragar saliva.

– Ya que tienes tan buena mano con las tias, voy a pedirte que vuelvas a subir a ablandar a las secretarias.

Assad se animo. Aquello era mejor que andar con guantes de goma verdes, saltaba a la vista.

Carl se quedo un rato sentado, mirando al vacio. No podia quitarse de la cabeza la conversacion telefonica con Karen Mortensen, la asistenta social de Stevns. ?Habia un tunel de entrada a la mente de Uffe? ?Podia abrirse? ?Existirian explicaciones sobre la desaparicion de Merete Lynggaard en algun lugar de su interior y bastaria con apretar el boton adecuado? ?Y podia utilizar el accidente de coche para dar con el boton? Cada vez tenia mas necesidad de saber.

Detuvo a su asistente cuando salia por la puerta.

– Assad, otra cosa. Tienes que conseguirme toda la informacion posible sobre el accidente de coche en el que fallecieron los padres de Merete y Uffe. Todo. Fotografias, el atestado de Trafico, recortes de periodico. Que te ayuden las secretarias. Quiero tenerlo en un santiamen.

– ?Santiamen?

– Significa rapido, Assad. Hay un tio llamado Uffe con quien me gustaria hablar un poco sobre el accidente.

– ?Hablar? -murmuro Assad, y se quedo pensativo.

Tenia una cita durante el descanso para almorzar a la que no tenia ni puneteras ganas de ir. Vigga llevaba incordiandolo desde la tarde anterior para que fuera a ver su maravillosa galeria. Estaba en Nansensgade, no era el peor sitio del mundo, pero por otra parte costaba un ojo de la cara. Nada en el mundo podia despertar en Carl entusiasmo ante la perspectiva de tener que rascarse el bolsillo para que un pintor de brocha gorda llamado Hugin pudiera colgar sus cuadros junto a las pinturas rupestres de Vigga.

Al salir de Jefatura se encontro con Marcus Jacobsen en el vestibulo. Se dirigia directamente hacia el con paso firme, con la mirada clavada en el suelo de terrazo con diseno de esvasticas. Sabia perfectamente que Carl lo habia visto. No habia nadie en Jefatura que registrase tantas cosas como Marcus Jacobsen; no se le notaba, pero asi era. No era ninguna casualidad que fuera el jefe.

– Me dicen que me has elogiado, Marcus. ?Cuantos casos has dicho a los periodistas que habiamos investigado ya en el Departamento Q? Y ademas con uno de ellos a punto de resolverse, segun tu. No sabes como me alegro de oirlo. ?Es una noticia excelente!

El jefe de Homicidios lo miro a los ojos. Era una mirada para imponer respeto. Sabia muy bien que habia exagerado un poco. Y sabia muy bien por que. En aquel momento sus ojos transmitian aquel saber. El Cuerpo ante todo. El dinero era el medio. El objetivo ya se encargaria de definirlo el jefe de Homicidios.

– Bueno -replico Carl-. Mas vale que siga mi camino, a ver si consigo resolver un par de casos mas antes del almuerzo.

Al llegar a la puerta de salida se volvio.

– Marcus, ?cuantas escalas de sueldo voy a subir? -grito, mientras el jefe de Homicidios se desdibujaba tras las sillas de bronce de la pared-. A proposito, Marcus, ?has hablado con la psicologa esa?

Salio a la luz y se quedo un rato guinando los ojos hacia el sol. Nadie iba a decidir cuantas medallas tenia que llevar en la pechera del uniforme de gala. Si Carl conocia bien a Vigga, para entonces ya se habia enterado de

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