salida. No le parecia precisamente excitante tener que andar tras una secretaria que tal vez recordaba algo sobre un telegrama, lo que tal vez senalaria a una persona concreta que tal vez estuvo cenando con Merete Lynggaard y que tal vez supiera algo acerca del estado mental de aquella cinco anos antes. Asi que lo mejor era subir a averiguar hasta donde habia llegado Assad con las secretarias de Jefatura y el maldito accidente de coche.
Los encontro en uno de los despachos laterales, alrededor de una mesa rebosante de faxes, fotocopias y todo tipo de papeles. Era como si Assad hubiera instalado una oficina electoral en una campana presidencial. Tres secretarias parloteaban entre ellas mientras Assad servia te y asentia con la cabeza aplicadamente cada vez que la conversacion avanzaba un pasito mas. Un esfuerzo impresionante.
Carl golpeo con cuidado el marco de la puerta.
– Vaya, parece que habeis encontrado un monton de documentacion para nosotros -comento, senalando los papeles y sintiendose el hombre invisible. Solo la senora Sorensen tuvo tiempo para dirigirle la mirada, y Carl habria preferido pasarse sin ella.
Volvio al pasillo y por primera vez desde los tiempos de la escuela lo invadieron los celos.
– ?Carl Morck? -dijo una voz a su espalda, sacandolo de la sensacion de derrota que lo embargaba y devolviendolo al sendero victorioso-. Marcus Jacobsen dice que quieres hablar conmigo. ?Quieres que te de hora?
Se volvio y vio justo enfrente los ojos de Mona Ibsen. ?Dar hora?
Si, ostras.
Capitulo 22
Cuando apagaron la luz y volvieron a subir la presion el dia que cumplio treinta y tres anos, Merete paso veinticuatro horas dormida. La sensacion de que otros movian sus hilos y de que aparentemente iba camino del abismo se le hacia insoportable. Cuando al dia siguiente el cubo de la comida volvio a salir por la compuerta, abrio los ojos e intento orientarse.
Alzo la vista hacia los ojos de buey, de donde irradiaba un fulgor casi invisible. O sea que la luz de la habitacion del otro lado estaba encendida. Emitia tan poca luz como una cerilla, pero alumbraba. Se arrodillo y trato de localizar la fuente, pero tras los cristales todo era difuso. Entonces giro el cuerpo y miro alrededor. Sin duda habia luz suficiente en la celda como para que al cabo de unos dias pudiera acostumbrarse y distinguir los detalles de la estancia.
Por un momento se alegro, pero despues la sensacion cambio. Por muy debil que fuera la luz, tambien podia apagarse.
No era ella quien decidia cuando apretar el interruptor.
Cuando iba a levantarse su mano tropezo con el pequeno tubo metalico que habia en el suelo junto a ella. Era la linterna que le habian dado. La asio con fuerza mientras trataba de poner sus ideas en orden. La linterna significaba que en algun momento iban a apagar la poca luz que se colaba en la celda. ?Por que, si no, iban a darle una linterna?
Estuvo pensando en encenderla, simplemente porque era posible. Eso de poder decidir por si misma era algo que hacia tiempo que habia dejado atras, por lo que la tentacion era fuerte. Pero aun asi no lo hizo.
Tienes ojos, Merete, deja que trabajen, se recomendo a si misma, y dejo la linterna junto al cubo-retrete, debajo de los cristales. Si encendia la linterna tendria que estar mucho tiempo a oscuras cuando volviera a apagarla.
Seria como beber agua salada para calmar la sed.
Pese a su pronostico, la debil luz continuo encendida. Distinguia los contornos de la estancia y percibia la lenta extenuacion de sus miembros, y con aquella luz que recordaba a la penumbra del crudo invierno paso casi quince meses antes de que todo volviera a transformarse radicalmente.
Aquel dia vio por primera vez sombras tras los cristales de espejo.
Habia estado pensando en libros. Lo hacia a menudo para no tener que pensar en la vida que podria haber vivido si hubiera tenido otras opciones. Cuando pensaba en libros podia entrar en un mundo totalmente diferente. La sensacion de sequedad y aspereza inexplicable del papel bastaba para encender en ella el fuego de la anoranza. El olor a celulosa evaporada y tinta de imprenta. Y miles de veces se habia dirigido mentalmente a su biblioteca imaginaria y senalado el unico libro del mundo que podia recordar enteramente con seguridad. No el que deseaba recordar, no el que le habia causado la mayor impresion, sino el unico libro que mediante buenos recuerdos y carcajadas liberadoras habia permanecido intacto en su atormentada memoria.
Su madre se lo leia en voz alta, y Merete se lo leia a Uffe, y ahora estaba en la oscuridad, esforzandose por leerselo a si misma. Un osito filosofo llamado Winnie era su tabla de salvacion, su amparo frente a la locura. El y todos los animales del bosque de los Cien Metros. Y estaba en otro mundo, en el pais de la miel, cuando una superficie oscura se coloco de pronto ante la debil luz de los cristales de espejo.
Abrio desmesuradamente los ojos y aspiro el aire hasta el fondo de los pulmones. Aquel centelleo no era fruto de su imaginacion. Por primera vez en mucho tiempo sintio que su piel se humedecia. En el patio de la escuela, en callejuelas estrechas y silenciosas de ciudades lejanas, los primeros dias en el Parlamento. Habia sentido en todas partes aquella humedad que solo la presencia de otra persona, que podia causarle dano y que la observaba oculta, podia provocar.
Esa sombra me quiere mal, penso, y se abrazo las costillas mientras miraba fijamente la mancha, que se fue agrandando lentamente en uno de los cristales y al final se quedo quieta. La mancha estaba en la parte superior del cristal, como si fuera de alguien sentado en un taburete alto.
?Podran verme?, penso, y miro fijamente hacia la pared que tenia detras. Si, la superficie blanca aparecia con claridad ante ella, tan nitida que tambien se veia desde fuera, la verian incluso quienes estaban acostumbrados a moverse en la luz. O sea que ellos tambien la veian.
Hacia solo un par de horas que le habian pasado el cubo de la comida. Conocia los ritmos de su cuerpo. Todo ocurria con total regularidad, dia tras dia. Pasarian muchisimas horas hasta que llegara el siguiente cubo. Entonces, ?por que estaban alli? ?Que querian?
Se levanto con lentitud y avanzo hacia el cristal de espejo, pero la sombra de detras no se movio lo mas minimo.
Entonces Merete puso la mano sobre el cristal de la sombra oscura y se quedo esperando mientras observaba su propio reflejo desdibujado. Y asi se quedo hasta que estuvo segura de que su capacidad de juicio no era digna de confianza. Sombra o no sombra. Podia ser cualquier cosa. ?Por que iba a haber alguien tras el cristal? Antes nunca lo habia habido.
– ?Iros al infierno! -grito, y la fuerza del eco provoco en su cuerpo sacudidas electricas.
Pero entonces ocurrio. La sombra de detras del cristal se movio claramente. Un poco a un lado y un poco hacia atras. Cuanto mas se alejaba del cristal mas disminuia de tamano y mas se difuminaba.
– ?Se que estais ahi! -vocifero, y noto que su piel humeda se enfriaba a la velocidad del rayo. Sus labios y la piel de su cara temblaban. Hablo entre dientes hacia el cristal-: No os acerqueis.
Pero la sombra siguio donde estaba.
Despues Merete se sento en el suelo y dejo caer la cabeza sobre el pecho. La ropa despedia un olor acre, a moho. Llevaba tres anos con la misma blusa.
La luz grisacea estaba encendida todo el tiempo, dia y noche, pero era mejor que la oscuridad total o la luz eterna. Alli, en aquella nada gris habia una posibilidad de elegir. Se podia apartar la mirada de la luz o se podia apartar la mirada de la oscuridad. Ya no cerraba los ojos para poder concentrarse, sino que dejaba que fuera su cerebro quien decidiera en que estado mental queria permanecer.
Y en aquella luz gris habia todo tipo de matices. Casi como en el mundo exterior, donde la luz podia ser invernal, triste en febrero, gris en octubre, saturada de lluvia, radiante y otros mil colores de la paleta. Alli dentro,