su paleta se componia de blanco y negro, y ella los mezclaba segun le dictaba su humor. Mientras aquella luz gris fuera su lienzo, no estaria a merced de sus captores.
Y Uffe, el oso Winnie y Don Quijote, la Dama de las Camelias y la senorita Smilla irrumpieron en su cabeza, obstruyendo el reloj de arena y las sombras tras los cristales. Eso la alivio mucho mientras esperaba mas iniciativas de sus guardianes. De todas formas llegarian. Fueran lo que fuesen. Y la sombra tras los cristales de espejo se convirtio en un acontecimiento diario. Bastante despues de haber comido, la mancha aparecia en uno de los cristales de espejo. No fallaba. Las primeras semanas pequena y sin definir, pero despues mas enfocada y mayor. Se iba acercando.
Ya sabia que desde fuera la podian ver con total claridad. Un dia orientarian los focos directamente hacia ella y exigirian que representara su papel. Podia imaginarse el provecho que sacaban de ello las bestias al otro lado del cristal, pero eso no le interesaba.
Cuando se acercaba el dia en que cumpliria treinta y cinco anos, de pronto aparecio otra sombra mas en el cristal. Era algo mayor y no tan clara, y bastante mas alta que la otra.
Hay otra persona detras, penso Merete, y sintio miedo al comprender que estaba en patente minoria, y que la superioridad numerica de los del otro lado del cristal se habia manifestado.
Necesito un par de dias para acostumbrarse a la nueva situacion, pero pasado ese tiempo decidio retar a sus guardianes.
Se habia tumbado bajo los cristales para esperar a las sombras. Donde no podian verla. Ellos acudian a observarla, pero ella se negaba a dejarlos salirse con la suya. No sabia cuanto tiempo esperarian a que saliera de su madriguera. En eso consistia la maniobra.
Cuando le entraron ganas de orinar por segunda vez aquel dia se levanto y miro directamente al cristal de espejo. Como siempre, habia un fulgor procedente de la luz del otro lado, pero las sombras habian desaparecido.
Aquella operacion la repitio tres dias seguidos. Si quieren verme, que lo digan directamente, penso.
Al cuarto dia se preparo. Se tumbo bajo los cristales, repitiendo con paciencia sus libros de memoria, mientras agarraba convulsivamente la linterna con la mano. La habia probado la noche anterior, y la luz inundo la celda y la dejo aturdida. Al final llego el dolor de cabeza. La potencia de la luz era abrumadora.
Cuando llego el momento en que solia aparecer normalmente la sombra, echo un poco la cabeza hacia atras para poder mirar a los cristales. En uno de los ojos de buey aparecieron de pronto como dos nubes en forma de hongo, mas cerca que nunca. Repararon en ella en el acto, porque se retiraron un poco, y pasado un minuto o dos volvieron a adelantarse.
En aquel momento salto, encendio la linterna y la apreto contra el cristal.
Los reflejos rebotaron en la pared del fondo, pero una pequena parte de la luz atraveso el cristal de espejo y se poso de manera traicionera como un debil fulgor lunar en las siluetas de detras, y las pupilas que la miraban fijamente se contrajeron y volvieron a dilatarse. Se habia preparado para el sobresalto que se llevaria si tenia suerte en su plan, pero no habia imaginado con que fuerza iba a quedar marcada en su conciencia la vision de los dos rostros velados.
Capitulo 23
Carl concerto dos citas en Christiansborg y fue recibido por una mujer larguirucha que aparentemente llevaba pisando los suelos encerados desde nina y pudo guiarlo por el dedalo de pasillos hasta el despacho del vicepresidente de los Democratas con una familiaridad que llenaria de envidia a un caracol en su concha.
Birger Larsen era un politico con experiencia que sustituyo a Merete Lynggaard en la vicepresidencia tres dias despues de su desaparicion, y desde entonces se habia caracterizado por ser el pegamento que debia mantener las dos alas del partido mas o menos en contacto. La desaparicion de Merete Lynggaard habia dejado un gran vacio en el partido. En su momento el viejo lider senalo casi a ciegas sucesor, un globo aerostatico de mujer sonriente que en primera instancia se convirtio en portavoz del partido, aunque nadie, aparte de la nombrada, quedo contento con la eleccion. No habian pasado ni dos segundos para cuando Carl se dio cuenta de que Birger Larsen preferia hacer carrera en una pequena empresa de provincias que tener que trabajar a las ordenes de una candidata a primera ministra tan imbuida de si misma como aquella.
Ya le llegaria la hora en que no estaria en su mano tomar la decision.
– A dia de hoy sigo sin poder meterme en la cabeza que Merete se suicidara -comenzo, sirviendo a Carl una taza de cafe tan tibio que no importaba meter el dedo en la taza-. Creo que no he conocido a nadie en esta casa tan vital y rebosante de alegria como ella.
Se alzo de hombros.
– Pero al fin y al cabo, ?que sabemos de nuestros semejantes? ?Acaso no hemos sufrido todos alguna tragedia irreparable cercana que no vimos llegar a tiempo?
Carl asintio con la cabeza.
– ?Tenia enemigos en el Parlamento?
Birger Larsen trato de sonreir, ensenando una hilera de dientes de lo mas irregulares.
– ?Quien carajo no los tiene? Merete era la mujer mas peligrosa de la casa para el futuro del Gobierno, para la influencia de Piv Vestergard, para la posibilidad de que los Radicales de Centro llegaran al cargo de primer ministro… para cualquiera que quisiera disputar el puesto que sin duda habria ocupado Merete si le hubieran dado un par de anos mas.
– ?Cree que recibio amenazas de alguien aqui?
– Vamos, Morck, los parlamentarios somos demasiado listos para ese tipo de cosas.
– ?Quiza tuviera algunas relaciones personales que pudieron convertirse en celos o en odio? ?Sabe algo de eso?
– Que yo sepa, Merete no estaba interesada en las relaciones personales. Para ella todo era trabajo, trabajo y trabajo. Ni tan siquiera a mi, que la conozco desde que estudiabamos Ciencias Politicas, me permitia acercarme mas de lo que ella queria.
– ?Y ella no queria?
Los dientes volvieron a asomar.
– ?Se refiere a si la cortejaban? Si, me vienen a la cabeza al menos cinco o diez de esta casa que gustosamente sacrificarian a sus mujeres por diez minutos a solas con Merete Lynggaard.
– ?Tal vez usted incluido? -Carl se permitio sonreir.
– Si, ?y quien no? -convino, y los dientes desaparecieron-. Pero Merete y yo eramos amigos. Sabia donde estaban mis limites.
– Pero ?habia quiza alguien que no lo sabia?
– Eso tendra que preguntarselo a Marianne Koch.
– ?Su antigua secretaria? -ambos hicieron un gesto afirmativo-. ?Sabe por que la sustituyo?
– La verdad es que no. Llevaban un par de anos trabajando juntas, pero posiblemente Marianne se comportaba con demasiada camaraderia para el gusto de Merete.
– ?Donde puedo encontrar a esa Marianne Koch hoy en dia?
Un brillo jocoso aparecio en los ojos de Birger Larsen.
– Supongo que en el mismo sitio en el que la ha saludado hace diez minutos.
– ?Ahora es su secretaria? -se sorprendio Carl, apartando la taza y senalando hacia la puerta-. ?La que esta ahi fuera?
Marianne Koch era muy diferente de la mujer que lo acompano hasta alli. Menuda y de tupido y rizado pelo negro que olia a tentaciones desde el otro lado de la mesa.
– ?Por que no seguiste de secretaria de Merete Lynggaard durante la ultima epoca antes de que desapareciera? -pregunto tras las frases introductorias de rigor.