ha contado la secretaria Sos Norup.
– Si, cojones. Por supuesto que lo se.
– ?Y por que no esta en el informe?
– Pues no lo se. Seguramente porque resulto que el hombre estaba muerto.
– ?Muerto?
– Si, achicharrado en un accidente de coche al dia siguiente de la desaparicion de Merete. Se llamaba Daniel Hale -declaro con aplomo, para que Carl reparase en su buena memoria.
– ?Daniel Hale? -repitio. Parece que con el paso del tiempo Sos Norup lo habia olvidado.
– Si, un tio que participo en las investigaciones con placenta para las que la delegacion buscaba financiacion. Tenia un laboratorio en Slangerup -repuso Bak con gran seguridad en si mismo. Aquella parte del caso la controlaba bien.
– Si murio al dia siguiente, bien podria tener relacion con la desaparicion.
– No creo. Llego de Londres la tarde en que ella se ahogo.
– ?Estaba enamorado de ella? Sos Norup sugiere que bien podria ser el caso.
– Si es asi, una pena para el. Ella no le correspondia.
– ?Estas seguro, Borge? -insistio. Era evidente que a Bak le dolia oir su nombre de pila. De forma que esa cuestion estaba resuelta: en adelante iba a oirlo sin parar-. Ese Daniel Hale ?no podria ser el que ceno con ella en el Bankerat?
– Escucha, Carl. Hay una mujer en el caso del ciclista asesinado que ha hablado con nosotros y estamos haciendo pesquisas. En este momento tengo un curro de cojones. Esto que me dices ?no puede esperar? Daniel Hale esta muerto, y punto. No estaba en el pais cuando Merete Lynggaard murio. Ella se ahogo y Hale no tuvo nada que ver con ello, ?vale?
– ?Investigasteis a ver si Hale era la persona con quien ceno en el Bankerat un par de dias antes? En el informe tampoco pone nada de eso.
– ?Oye! Al final de la investigacion se decidio que habia sido un accidente. Ademas, en el grupo eramos veinte hombres. Pregunta a otros. Y ahora largate, Carl.
Capitulo 24
Si solo te guiabas por el olfato y el oido, era dificil distinguir entre el sotano de Jefatura y las bulliciosas callejuelas de El Cairo cuando el lunes por la manana Carl acudio al trabajo. El venerable edificio jamas habia atufado en tal medida a comida y especias exoticas, y aquellas paredes jamas de los jamases habian oido tan extranas melodias. Una del personal administrativo, que acababa de bajar a los archivos, miro furiosa a Carl cuando paso junto a el con una pila de expedientes. Su mirada decia que dentro de diez minutos todo el edificio sabria que habia un descontrol absoluto en el sotano.
La explicacion la encontro en el minusculo despacho de Assad, donde un mar de pequenos bunuelos y pedazos de papel de aluminio con ajo picado, unas cositas verdes y arroz amarillo adornaban los platos de su escritorio. No era extrano que provocara algun que otro arqueo de cejas.
– ?Que es esto, Assad? -grito, apagando los sones orientales procedentes del radiocasete, pero Assad se limito a sonreir. Estaba claro que no se daba cuenta de la brecha cultural que estaba abriendose en la profundidad de los solidos cimientos de Jefatura.
Carl se dejo caer pesadamente en su silla frente a su ayudante.
– Huele muy bien, Assad, pero esto es la Jefatura de Policia. No un puesto de comida libanesa de Vanlose.
– Toma, Carl, y enhorabuena, senor comisario, podria decirse -lo felicito su asistente, ofreciendole un triangulo de algo que parecia hojaldre-. Los ha hecho mi mujer. Mis hijas han recortado el papel.
Carl siguio el movimiento de su brazo mostrando el local y reparo en el brillante papel de seda de colores que adornaba las estanterias y las lamparas del techo.
No era una situacion nada facil.
– Ayer tambien le lleve algo a Hardy, o sea. Ya le he leido casi todos los informes, Carl.
– No me digas -repuso, imaginandose a las enfermeras alimentando a Hardy con pinchos morunos-. ?Fuiste a saludarlo en tu dia libre?
– Esta pensando en el caso, Carl. Es un tio majo.
Carl asintio con la cabeza y tomo un bocado. Manana mismo tenia que ir a la clinica.
– Te he puesto sobre el escritorio los papeles del accidente de coche. Si quieres, o sea, puedo hablar un poco de lo que he leido.
Carl volvio a asentir. De seguir asi, aquel tipo iba a escribir tambien el informe antes de que terminaran con el caso.
En otros lugares del pais el dia de Nochebuena de 1986 hizo hasta seis grados sobre cero, pero en Selandia no tuvieron tanta suerte, y el trafico se cobro la vida de diez personas. Cinco de ellas en Tibirke, al atravesar un bosque por una carretera secundaria, y dos de ellas eran los padres de Merete y Uffe Lynggaard.
Acababan de adelantar a un Ford Sierra en un tramo de la carretera donde el viento habia depositado una capa de cristales de hielo, y el coche derrapo. Nadie fue declarado responsable y nadie pidio indemnizaciones. Fue un simple accidente, aunque el desenlace fue cualquier cosa menos simple.
El coche al que adelantaban golpeo un arbol y aun seguia ardiendo cuando llegaron los bomberos, mientras que el coche de los padres de Merete se quedo panza arriba a cincuenta metros de alli. La madre de Merete salio despedida por el parabrisas y yacia entre la maleza, desnucada. Su padre no tuvo tanta fortuna. Tardo diez minutos en morir con la mitad del bloque del motor incrustado en el vientre y el pecho atravesado por la punta de una rama de abeto. Se pensaba que Uffe habia estado consciente todo el tiempo, porque cuando los sacaron empleando un cortafrio el siguio el espectaculo con ojos abiertos y asustados. Nunca solto la mano de su hermana, tampoco cuando la arrastraron a la calzada para suministrarle los primeros auxilios. No la solto ni un momento.
El atestado policial fue bastante breve y simple, no asi las informaciones de prensa: el material era demasiado bueno.
En el otro coche murieron en el acto una nina y el padre. Las circunstancias fueron tragicas, pues solamente el hijo mayor salio mas o menos ileso. La madre estaba a punto de dar a luz, y se dirigian al hospital. Mientras los bomberos trataban de controlar el fuego bajo el capo, la madre alumbro mellizos, con la cabeza apoyada en el cadaver de su marido y las piernas retorcidas bajo el asiento. A pesar de los denodados esfuerzos por cortar a tiempo el cordon umbilical, uno de los recien nacidos fallecio, y los periodicos tuvieron una primera plana potente para el segundo dia de Navidad.
Assad le mostro tanto los diarios locales como los periodicos nacionales, todos se habian dado cuenta del valor de la noticia. Las imagenes eran espantosas. El coche empotrado en el arbol y la calzada desgarrada, la madre parturienta camino de la ambulancia con un chico a su lado, llorando, Merete Lynggaard en medio de la calzada en una camilla con una mascarilla de oxigeno en la cabeza y Uffe, sentado sobre la fina capa de nieve, con ojos asustados y agarrado con fuerza de la mano de su hermana mayor inconsciente.
– Toma -dijo Assad, sacando dos paginas de la revista Gossip de la carpeta que habia ido a buscar al escritorio de Carl-. Lis ha comprobado que los periodicos tambien usaron varias de estas imagenes cuando Merete Lynggaard entro en el Parlamento.
En suma, que el fotografo que casualmente se encontraba en el bosquecillo de Tibirke aquella tarde saco sus buenas perras de una exposicion de unas pocas centesimas de segundo. Fue tambien el quien inmortalizo el entierro de los padres de Merete, y esta vez en color. Nitidas fotos de prensa, bien encuadradas, de la joven Merete Lynggaard asiendo de la mano a su hermano petrificado mientras depositaban las urnas con las cenizas en el Cementerio del Oeste. Para el otro sepelio no hubo imagenes. Transcurrio en el mas profundo silencio.
– ?Que cojones pasa aqui? -bramo una voz-. ?Sois vosotros la causa de que arriba huela como en