entrego una carta en la que ponia «Buen viaje a Berlin», ?verdad?
Carl asintio con la cabeza y miro hacia el sol, que se disponia a aterrizar por el oeste.
– No, no pudo ser el.
– Entonces, ?que hacemos aqui, Carl?
– ?Que que hacemos? -repuso, mirando fijamente a los campos, donde las primeras malas hierbas de la primavera empezaban a crecer-. Enseguida te lo digo, Assad. Vamos a investigar. Eso es lo que vamos a hacer.
Capitulo 25
– Muchas gracias por organizar la reunion y por querer volver a verme tan pronto -dijo Carl, tendiendo a Birger Larsen la mano bien abierta-. No llevara mucho tiempo.
Miro la hilera de rostros conocidos presentes en el despacho del vicepresidente de los Democratas.
– Bien, Carl Morck. He reunido aqui a todos los que trabajaban con Merete Lynggaard justo antes de que desapareciera. Tal vez conozca alguna cara de antes.
Carl los saludo con la cabeza. Si, conocia a alguno de ellos. Alli estaban muchos de los politicos que podrian hacer caer al Gobierno en las proximas elecciones. Siempre quedaba la esperanza. La portavoz politica con una falda hasta la rodilla, un par de sus parlamentarios mas destacados y un par del secretariado, incluida la secretaria Marianne Koch. Esta le dirigio una mirada insinuante, cosa que le recordo que solo quedaban tres horas para el severo interrogatorio en el despacho de Mona Ibsen.
– Como seguramente les habra contado Birger Larsen, estoy investigando una vez mas la desaparicion de Merete Lynggaard antes de que cerremos el caso. Y por eso tengo que saber todo cuanto pueda ayudarme a entender cual fue el comportamiento de Merete Lynggaard durante los ultimos dias y cual era su estado de animo. Tengo la impresion de que la policia, en una fase bastante temprana de la investigacion, llego a la conclusion de que habia caido al agua por accidente, y es posible que asi fuera. Y en ese caso jamas llegaremos a saberlo con seguridad. Tras cinco anos en el mar, hace tiempo que el cadaver se habra hundido.
Todos asintieron en silencio. Con el semblante serio y en cierto modo tambien afligido. Los alli presentes eran los que Merete Lynggaard podia considerar sus companeros. Excepto quiza la nueva princesa heredera.
– En nuestra investigacion hay muchas cosas que apuntan a un accidente, asi que habria que ser bastante estupido para creer otra cosa. No obstante, en el Departamento Q somos unos escepticos de ordago, seguramente por eso nos han elegido para el trabajo.
Los asistentes sonrieron ligeramente. Bueno, al menos prestaban atencion.
– Por eso voy a hacerles una serie de preguntas, y si tienen algo que decir, no duden en intervenir.
La mayoria volvio a asentir en silencio.
– ?Alguien de ustedes recuerda -continuo- si Merete Lynggaard se reunio con un grupo que trabajaba a favor de las investigaciones con placenta poco antes de que desapareciera?
– Ya me acuerdo -dijo una del secretariado-. Hubo un grupo reunido para la ocasion por Bille Antvorskov, de BasicGen.
– ?Bille Antvorskov? ?Ese Bille Antvorskov? ?El multimillonario?
– El mismo. Junto el grupo y consiguio una reunion con Merete Lynggaard. Estuvieron de ronda.
– ?De ronda? ?Con Merete Lynggaard?
– No -repuso la mujer sonriendo-. Decimos eso cuando un grupo de presion se reune con todos los partidos por turnos. El grupo intentaba lograr una mayoria en el Parlamento.
– En alguna parte tiene que haber un informe de esa reunion, ?no?
– Supongo que si. No se si estara impreso, pero si no tal vez podamos buscar en el ordenador de la antigua secretaria de Merete Lynggaard.
– ?Todavia existe? -se sorprendio Carl. Le costaba creer lo que estaba oyendo.
La mujer del secretariado sonrio.
– Siempre guardamos los discos duros antiguos cuando cambiamos de sistema operativo. Cuando pasamos a Windows XP hubo que cambiar por lo menos diez discos duros.
– ?No hay una intranet?
– Si, tenemos una, pero en aquella epoca la secretaria de Merete y algunos otros no estaban conectados.
– ?Paranoia, quiza? -intervino Carl, sonriendo.
– Si, quiza.
– ?Y tratara de encontrarme ese informe?
La secretaria volvio a asentir en silencio.
Carl se volvio hacia el resto del grupo.
– Uno de los participantes en aquella reunion se llamaba Daniel Hale. Parece ser que existia un mutuo interes entre ellos. ?Hay alguien aqui que pueda confirmarlo o ampliarlo?
Varios de los presentes cruzaron sus miradas. Algo habia. La cuestion era quien responderia.
– No se como se llamaba, pero yo la vi hablando con un extrano en el bar del parlamento -era la portavoz politica quien tomo la palabra. Una joven irritante pero tenaz que daba buena imagen en la tele y a quien sin duda esperaban ministerios importantes cuando llegara la hora-. Parecio alegrarse mucho al verlo alli y no daba la impresion de estar concentrada mientras hablaba con las portavoces de Sanidad de los Socialistas y los Radicales de Centro.
La mujer sonrio.
– Creo que mucha gente reparo en ello.
– ?Porque Merete no solia comportarse asi, o por que?
– Creo que era la primera vez que alguien de la casa veia vacilar la mirada de Merete. Si, fue de lo mas llamativo.
– ?Podria tratarse del Daniel Hale que he mencionado?
– No lo se.
– ?Hay alguien que sepa mas al respecto?
Sacudieron la cabeza.
– ?Como describiria al hombre? -pregunto a la portavoz politica.
– Estaba medio oculto tras una columna, pero era delgado, bronceado y bien vestido, por lo que recuerdo.
– ?Que edad?
La portavoz se encogio de hombros.
– Quiza algo mayor que Merete, diria yo.
Delgado, bien vestido, algo mayor que Merete. Si no hubiera sido por lo del bronceado, habria podido decirse de todos los hombres de aquel despacho, incluido el, cinco o diez anos arriba o abajo.
– Me imagino que debe de haber un monton de papeles de la epoca de Merete Lynggaard que no podian pasarse sin mas a su sucesor -continuo, haciendo una sena con la cabeza a Birger Larsen-. Me refiero a agendas, cuadernos, notas escritas a mano y cosas asi. ?Se tiraban sin mas? No podia saberse si Merete Lynggaard volveria, ?no?
Una vez mas fue la mujer del secretariado la que reacciono.
– La policia se llevo algo, y otras cosas se tiraron. Creo que al final no quedo gran cosa.
– ?Y su agenda? ?Adonde fue a parar?
La mujer se alzo de hombros.
– Desde luego, aqui no estaba.
En aquel momento intervino Marianne Koch.
– Merete se llevaba siempre la agenda a casa.
Su ceja arqueada no admitia objeciones.