decepcionan, y cuando aquel pitido llevaba tres meses sin remitir y ella estaba a punto de volverse loca por falta de sueno y por el recuerdo constante de que estaba viviendo en una camara mortuoria a merced del verdugo, empezo a darle vueltas a la idea de como quitarse la vida.
De todas formas aquello iba a terminar con ella muerta, ahora ya lo sabia. El rostro de la mujer habia expresado cualquier cosa excepto terreno abonado para la esperanza. La mirada que la taladro envio la senal. No iban a dejarla escapar. Nunca jamas. O sea que era mejor morir por sus propias manos. Decidir ella como iba a hacerlo.
Aparte del cubo-retrete y el cubo de la comida, la linterna y las dos varillas de plastico del plumifero -de las que la mas corta era ahora un mondadientes-, un par de rollos de papel higienico y la ropa que llevaba puesta, la celda estaba completamente vacia. Las paredes eran lisas. No habia nada donde pudiera anudar la manga de la chaqueta, ningun sitio del que colgar su cuerpo hasta liberarlo. Su unica posibilidad era dejarse morir de hambre. Negarse a comer aquel rancho uniforme, negarse a beber la escasa agua que le proporcionaban. Puede que esperasen eso. Puede que fuera objeto de una apuesta desquiciada. El ser humano habia convertido desde siempre los tormentos de sus congeneres en entretenimiento. En cada estadio de la historia de la humanidad se descubria una capa interminablemente gruesa de falta de compasion. Y los sedimentos de la proxima capa iban depositandose sin cesar, lo notaba en su propio cuerpo. Por eso queria terminar ya.
Aparto el cubo de la comida, se planto ante uno de los ojos de buey y declaro que se negaba a comer mas. Que no aguantaba mas. Y se tumbo en el suelo y se envolvio en su ropa y suenos harapientos. Habia calculado que seria el seis de octubre, y suponia que podria aguantar una semana. Para entonces tendria treinta y cinco anos, tres meses y una semana. Exactamente doce mil trescientos doce dias, calculaba, aunque no estaba segura. No tendria ninguna lapida. En ninguna parte pondria su fecha de nacimiento y defuncion. Tras su muerte nada podria conectarla con el tiempo pasado enjaulada, donde habia vivido la ultima y larga parte de su vida. Aparte de sus asesinos, solo ella sabria la fecha de su muerte. Y unicamente ella la sabria de antemano y con cierta exactitud. Iba a morir mas o menos el 13 de octubre de 2005.
A los dos dias de que empezara a rechazar la comida le dijeron a gritos que tenia que cambiar los cubos, pero no lo hizo. ?Que podian hacer si no obedecia las ordenes? Solo podian optar entre dejar el cubo en la compuerta o retirarlo. Le importaba un pimiento.
Dejaron el cubo en la compuerta y repitieron el ritual los dos dias siguientes. Sacaban el viejo cubo y metian uno nuevo. La renian. La amenazaban con aumentar la presion y despues sacar todo el aire. Pero ?como podian amenazarla con la muerte cuando lo que deseaba era precisamente morir? Tal vez entraran, tal vez no, le daba igual. Dejo que su cabeza se desbocara con ideas, imagenes y recuerdos que apartaran el pitido de sus oidos, y al quinto dia todo confluyo. Suenos felices, el trabajo politico, Uffe, que se quedo solo en el barco, el amor que tuvo que dejar de lado, los hijos que nunca tuvo, Mr. Bean y dias apacibles ante el televisor. Y noto que el cuerpo aflojaba poco a poco la presa de sus necesidades no satisfechas. Con el tiempo se sintio mas ligera tumbada en el suelo, una extrana paralisis se apodero de ella y el tiempo transcurrio mientras el contenido del cubo de comida junto a ella empezaba a pudrirse.
Todo seguia su curso cuando de pronto sintio palpitaciones en la mandibula.
En su estado abotargado, al principio lo percibio como una vibracion de fuera. Suficiente para hacer que entreabriera los ojos, pero nada mas. ?Estan entrando? ?Que ocurre?, penso un breve instante, antes de caer en un duermevela, hasta que un par de horas mas tarde la desperto un dolor penetrante, punzante como un cuchillo, que taladro su rostro.
No tenia ni idea de la hora que era, no sabia si estaban al otro lado, y grito como nunca habia gritado en la camara esteril. Era como si su cara estuviera escindida en dos. El dolor de la muela golpeaba como un embolo en su cavidad bucal, y no tenia con que hacerle frente. Santo Dios, ?era el castigo por tomar su vida en sus propias manos? Solo llevaba cinco dias sin cuidarse, y ya le imponian el castigo. Introdujo con cuidado un dedo en la boca y palpo el flemon arqueado en la muela del juicio. Aquella muela habia sido siempre su punto debil. Ingresos asegurados para el dentista, bolsas de porqueria que sus mondadientes caseros tenian que cuidar todos los dias. Apreto con cuidado el flemon, y sintio que el dolor penetraba hasta el tuetano. Se doblo hacia delante, abrio desmesuradamente la boca y jadeo en busca de aire. No hacia mucho tiempo que su cuerpo se habia sumido en el letargo, pero habia despertado a un infierno de dolor. Como el animal que se arranca la zarpa a mordiscos para escapar del cepo. Si el dolor era una defensa contra la muerte, en su vida habia estado tan viva como ahora.
– Aaah… -lloraba, del dolor que le producia. Busco su mondadientes y lo introdujo poco a poco en la boca. Anduvo hurgando con cuidado, por si hubiera algo bajo la encia que hubiera provocado la infeccion, pero en el mismo segundo en que sintio que la punta pinchaba la carne, volvio a explotar el doloroso tormento de la muela-. Tienes que perforarlo, Merete, vamos.
Volvio a llorar y volvio a pinchar, hasta que el insignificante contenido de su estomago se rebelo. Habia que pinchar, pero no podia. Sencillamente, no podia.
En su lugar se arrastro hasta la compuerta para ver que le enviaban en el cubo aquel dia. Tal vez fuera algo que pudiera calmarla. ?O tal vez unas gotas de agua aplicadas sobre el flemon podrian hacer que cesara aquel palpitar tan espantosamente doloroso?
Cuando miro en el cubo vio tentaciones con las que nunca antes se habia atrevido a sonar. Dos platanos, una manzana, una barra de chocolate. Era totalmente absurdo. Asi que querian provocar su hambre. Obligarla a que comiera, y ella no podia. No podia y no queria.
La siguiente punzada le hizo ensenar los dientes y casi cayo de bruces. Entonces saco toda la fruta, la puso en el suelo, metio la mano en el cubo y asio el bidon del agua. Metio el dedo en el agua y lo llevo hasta el flemon, pero el frescor helado no tuvo el efecto esperado. Sentia dolor y tenia agua, pero una cosa no tenia nada que ver con la otra. El agua ni siquiera podia satisfacer su sed.
De modo que se alejo y se tumbo bajo los cristales de espejo en postura fetal, y pidio perdon a Dios con voz queda. En algun momento el cuerpo cederia, lo sabia. Tendria que vivir sus ultimos dias entre dolores.
Tambien ellos remitirian.
Las voces le llegaban como en un trance. La llamaban por su nombre. Le pedian que respondiera. Abrio los ojos y noto de inmediato que el flemon no le daba guerra y que su cuerpo exhausto seguia tumbado junto al cubo-retrete, bajo los cristales de espejo. Miro fijamente al techo, donde la luz de uno de los tubos fluorescentes habia empezado a vacilar debilmente tras el armazon de vidrio del techo. Habia oido voces, ?no? ?Habia oido realmente algo?
– Es verdad, ha cogido algo de fruta -dijo entonces una voz nitida que no habia oido antes.
Es real, penso Merete, demasiado debil para emocionarse.
Era una voz de hombre. No era un hombre joven, pero tampoco viejo.
Levanto la cabeza enseguida, pero no tanto como para que la vieran de fuera.
– Veo la fruta desde donde estoy -declaro una voz de mujer-. Esta en el suelo.
Era la que le hablaba una vez al ano, aquella voz la reconoceria entre mil. Los que estaban al otro lado debian de haberla llamado y despues se olvidaron de apagar el interfono.
– Se habra acurrucado entre las ventanas, estoy segura -continuo la mujer.
– ?Crees que habra muerto? Ha pasado ya una semana, ?no? -pregunto la voz de hombre. Llegaba con total naturalidad, pero no era natural. Estaban hablando de ella.
– De esa cochina no me extranaria.
– ?Rebajamos la presion para entrar a mirar?
– ?Y que piensas hacer con ella? Todas las celulas de su cuerpo estan adaptadas a una presion de cinco atmosferas. Harian falta semanas para adaptar su cuerpo. Si abrimos ahora no solo va a sufrir el sindrome del buceador, es que va a reventar. Ya has visto como se agrandan sus heces al sacarlas. Y como hierve su orina. No olvides que lleva tres anos viviendo en una camara de descompresion.
– ?No basta con volver a subir la presion cuando veamos que sigue viva?
La mujer no respondio. Pero era evidente que rechazaba por completo tal posibilidad.
Merete respiraba cada vez con mas dificultad. Las voces pertenecian a demonios. La desollarian y volverian a coserla eternamente, si pudieran. Se encontraba en el centro del infierno. Donde el tormento nunca cesaba.
Venid, cerdos, penso, acercando con cuidado la linterna mientras aumentaba el pitido de sus oidos. Iba a ponersela en los ojos al primero que se le acercara. Cegar al ser infame que osara penetrar en su camara