tanto el redactor jefe tuviera que pagar un par de multas de vez en cuando.

El tipo miro brevemente la placa de Carl y despues se volvio hacia sus colegas.

Carl le puso una mano en el hombro.

– Decia que tenia un par de preguntas.

Los ojos del tipo lo atravesaron cuando se giro.

– ?No ves que estoy trabajando? Claro que a lo mejor quieres llevarme a comisaria.

Fue entonces cuando Carl saco de la cartera el unico billete de mil coronas que habia tenido desde hacia meses y se lo puso delante de las narices.

– ?De que se trata? -pregunto el periodista, tratando de atraer el billete con la mirada. Tal vez estuviera intentando calcular cuantas horas le duraria el billete a altas horas de la madrugada en el Andy's Bar.

– Estoy investigando la desaparicion de Merete Lynggaard. Mi colega Hardy Henningsen piensa que a lo mejor puedes contarme si ella podia tener razones para temer a alguien en circulos politicos.

– ?Temer a alguien? Es una manera extrana de expresarlo -comento, acariciando sin cesar los mechones de pelo casi invisibles de su rostro. Despues continuo-: Y ?por que me lo preguntas? ?Hay alguna novedad en el caso?

El interrogatorio se estaba desarrollando en sentido inverso.

– ?Alguna novedad? No, no la hay, pero el caso ha llegado a un punto en el que hay que aclarar ciertas cuestiones de una vez por todas.

El periodista asintio con la cabeza, nada impresionado.

– ?Cinco anos despues de la desaparicion? Mira, a otro perro con ese hueso. ?Por que no me cuentas lo que sabes? Y yo te contare lo que se.

Carl volvio a agitar el billete para que el hombre centrara la atencion en lo importante.

– No sabes de nadie que estuviera especialmente cabreado con Merete Lynggaard por aquella epoca, ?es eso lo que quieres decir?

– Todos odiaban a aquella zorra. Si no fuera por sus hermosas peras, hacia tiempo que la habrian echado.

No era de los que votaban a los Democratas, concluyo Carl sin sorpresa.

– Vale, asi que no sabes nada.

Se volvio hacia los otros periodistas.

– ?Alguno de vosotros sabe algo? Cualquier cosa puede valer. No tiene necesariamente que ver con Christiansborg. Rumores sueltos. Gente a la que vuestros paparazzi hayan visto cerca de ella mientras estaban de caza. Sensaciones. ?Hay algo de eso?

Miro a los colegas de Hyttested. A la mitad de ellos seguramente se les podia diagnosticar muerte cerebral. Su mirada estaba vacia y aquello les importaba un bledo.

Giro abarcando el local. Tal vez hubiera algun periodista novato a quien le quedara algo de seso y tuviera algo que decir. Aunque no fuera en nombre propio, a lo mejor en el de otros. Al fin y al cabo, habia entrado en el reino de los chismes.

– ?Dices que te ha enviado Hardy Henningsen? -fue Hyttested quien pregunto mientras se acercaba al billete-. ?Tu no eres el que lo jodio? Recuerdo con claridad algo de Carl Morck, ?no has dicho que te llamabas asi? Eres el que se refugio debajo de un colega. El que se quedo debajo de Hardy Henningsen haciendose el muerto, ?verdad?

Carl noto que una sensacion helada le subia por la columna vertebral. ?Como diablos habia podido llegar a tal conclusion? Todos los interrogatorios estaban cerrados al publico. Nadie habia sugerido jamas lo que estaba diciendo aquel hijoputa.

– ?Dices eso porque quieres que te agarre del cuello y te mate a hostias para que tengas algo de que escribir la semana que viene? -dijo, acercandose lo suficiente para que Hyttested decidiera volver a mirar el billete-. Hardy Henningsen era el mejor colega que habia. Habria muerto por el, si hubiera podido. ?Lo pillas?

Hyttested dirigio una mirada victoriosa a sus colegas. Mierda. Ya tenian titular para la proxima semana, y la victima iba a ser Carl. Solo les faltaba una fotografia que inmortalizara la situacion. Mas le valia largarse de alli.

– ?Me daras las mil coronas si te digo que fotografo se habia especializado en Merete Lynggaard?

– ?De que me va a servir?

– No lo se. Puede que te sirva. ?No eres policia? ?Puedes permitirte no hacer caso de un soplo?

– ?Quien es?

– Intenta hablar con Jonas.

– Jonas ?que mas?

Unos pocos centimetros separaban el billete de los codiciosos dedos de Hyttested.

– Jonas Hess.

– Vale, Jonas Hess. ?Y donde lo encuentro? ?Esta en la redaccion ahora?

– Nosotros no empleamos a gentuza como Jonas Hess. Tendras que buscar en el listin.

Carl anoto el nombre y metio el billete en el bolsillo en un santiamen. Aquel idiota iba a escribir sobre el en el numero de la semana siguiente de todas formas. Ademas, nunca en la vida habia pagado por sus informaciones, y para cambiar de sistema hacia falta alguien de mas calibre que aquel Hyttested.

– ?Que habrias muerto por el? -grito Hyttested detras de Carl cuando este atraveso las filas-. ?Por que no lo hiciste, Carl Morck?

En la recepcion le dieron la direccion de Jonas Hess y el taxi lo dejo en Vejlands Alie, junto a una diminuta casa encalada que los anos habian rodeado con las sobras de la sociedad: bicis viejas, acuarios agrietados y garrafones de los tiempos de la destilacion casera, lonas enmohecidas que ya no podian ocultar tablas podridas, profusion de botellas y todo tipo de cachivaches. El propietario de la casa podria ser candidato para uno de los numerosos programas sobre viviendas que emitian en todos los canales de la tele. En eso estaria de acuerdo hasta el arquitecto paisajista mas mediocre.

Una bici volcada frente a la puerta de entrada y el murmullo quedo de una radio tras las mugrientas ventanas indicaban que habia tenido suerte, y Carl se apoyo en el timbre de la puerta hasta que empezo a notar palpitaciones en la zona del dedo.

– Ya vale de escandalo -se oyo finalmente desde el interior.

Un hombre rubicundo con sintomas inconfundibles de tener una buena resaca abrio la puerta y trato de enfocar a Carl bajo el sol deslumbrante.

– Joder, ?que hora es? -pregunto, soltando la manilla y volviendo a entrar. Para seguirlo no hizo falta una orden de registro.

La sala era como las que se ven en peliculas de catastrofes despues de que el cometa haya partido en dos el globo terraqueo. El habitante de la casa se dejo caer con un suspiro satisfecho sobre un sofa hundido en el medio y dio un buen lingotazo a una botella de whisky mientras trataba de localizar a Carl con el rabillo del ojo.

La experiencia le decia a Carl que no era precisamente un testigo perfecto.

Lo saludo de parte de Pelle Hyttested y espero que aquello rompiera el hielo.

– Me debe dinero -fue la respuesta.

Carl estuvo pensando en ensenarle la placa, pero volvio a meterla en el bolsillo.

– Pertenezco a un departamento de la policia que trata de resolver enigmas sobre pobres desgraciados - aclaro. Aquello no podia acojonar a nadie.

Hess dejo la botella por un momento. Puede que a pesar de todo fueran demasiadas palabras para el estado en el que se encontraba.

– Vengo en relacion con Merete Lynggaard -intento despues Carl-. Tengo entendido que eras un especialista en ella.

El hombre trato de sonreir, pero una arcada de bilis se lo impidio.

– No hay muchos que sepan eso -dijo-. ?Que cono pasa con ella?

– ?Tienes alguna foto suya que no haya sido publicada?

El hombre se doblo hacia delante con una risa sofocada.

– Joder, vaya pregunta idiota. Tengo por lo menos diez mil.

– ?Diez mil! Parece mucho.

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