eso la excitaba de un modo inquietante. Se daba cuenta de que solo el podia decidir si ella iba a saber mas, y ahora queria reclamar su derecho. Pero cuando el avanzo un paso mas y ella lo vio, las palabras se le atascaron, implacables.
Miro conmocionada su boca. Vio que sonreia con ironia. Vio sus dientes blancos descubrirse lentamente. Vio que todo se fundia en una totalidad que atravesaba su cuerpo con descargas electricas.
Ahora ya sabia quien era Lasse.
Capitulo 31
En el jardin de Egely, Carl se disculpo ante la enfermera por el incidente con Uffe, metio las fotos y las figuras de Playmobil en la bolsa de plastico y se alejo a grandes zancadas hacia el aparcamiento, mientras Uffe seguia chillando al fondo. Hasta que arranco el coche no reparo en el grupo de cuidadores que bajaban corriendo la colina, ofreciendo una escena bastante caotica. Se habia acabado lo de investigar en Egely. Pero no importaba.
La reaccion de Uffe habia sido violenta. Ahora Carl ya sabia que, en cierto sentido, este estaba en el mismo mundo que ellos. Uffe miro los ojos de Atomos en la foto, y aquello lo afecto, de eso no habia duda. Fue un avance extraordinario.
Carl detuvo el vehiculo en un camino vecinal y tecleo el nombre de Godhavn desde la conexion de Internet del coche patrulla. El numero aparecio al instante.
La presentacion fue corta. Por lo visto, la gente de alli estaba acostumbrada a que la policia se dirigiera a ellos, asi que no hubo necesidad de rodeos.
– Tranquilos -dijo-. No es porque ninguno de vuestros residentes haya hecho nada malo. Se trata de un chico que vivio ahi a principios de los ochenta. No se su nombre, pero lo llamaban Atomos. ?Ese nombre te suena?
– ?A principios de los ochenta? -respondio la recepcionista de guardia-. Yo no llevo aqui tanto tiempo. Pero tenemos carpetas de informes de todos los que han pasado por aqui. ?Seguro que no lo conoce por algun otro nombre?
– No, lo siento -repuso Carl, mirando hacia los prados cubiertos de apestoso abono liquido-. ?No hay nadie ahi que lleve tanto tiempo trabajando?
– Uf… entre los trabajadores habituales no, estoy casi segura de que no. Pero, e… ah, si, tenemos un companero jubilado, John, que viene un par de veces por semana. No puede vivir sin los chicos, y ellos no pueden vivir sin el. Seguro que trabajaba aqui por aquella epoca.
– Y no estara hoy por un casual, ?verdad?
– ?John? No, esta de vacaciones. Gran Canaria por 1.295 coronas, ?quien puede resistirse?, como suele decir el. Pero vuelve el lunes, ya me encargare de engatusarlo para que venga. Suele venir para pasarlo bien con los chicos. A ellos les gusta. Intente llamar el lunes y ya hablaremos.
– ?No podrias darme el numero de telefono de su casa?
– No, lo siento. Nuestra politica es no dar informacion sobre los numeros de telefono privados de nuestros colaboradores. Nunca se sabe quien puede llamar.
– Me llamo Carl Morck, creo que ya te lo he dicho. Soy policia, ?recuerdas?
La mujer rio.
– Si es tan listo, seguro que puede encontrar su numero de telefono, pero le sugiero que espere hasta el lunes y nos llame. ?De acuerdo?
Carl se echo hacia atras en el asiento y miro el reloj. Era cerca de la una. Asi que aun tenia tiempo para ir al despacho y examinar el movil de Merete Lynggaard, si es que la bateria funcionaba despues de cinco anos, cosa mas que dudosa. En caso contrario tendrian que conseguir una nueva.
En los prados tras las colinas las gaviotas echaron a volar en grupos estridentes. Un vehiculo ronroneaba bajo ellas mientras abria surcos en la tierra polvorienta. Despues aparecio la parte superior de la cabina. Era un tractor, un enorme Landini de cabina azul que retumbaba pausadamente por el campo sembrado. Esas cosas las sabias cuando habias crecido con las botas-zueco cubiertas de estiercol. Asi que tambien ahi abonaban, penso; y ya habia arrancado y se disponia a partir antes de que el hedor se desplazara hacia alli y se aduenara del sistema de aire acondicionado.
En aquel instante diviso al campesino tras las ventanas de plexiglas. Tocado con un gorro, totalmente concentrado en su trabajo y el deseo de romper todas las marcas con la cosecha de verano. Era rubicundo y llevaba una camisa de lenador a cuadros. Una autentica camisa de lenador a cuadros, de las que habia visto tantas antes.
Mierda, penso. Se habia olvidado de llamar a los companeros de Soro para decirles cual era la camisa a cuadros que creia recordar que llevaba puesta el asesino de Amager. Seguramente tendria que volver alli para senalar la camisa por segunda vez.
Marco el numero y hablo con la centralita, de donde inmediatamente lo pusieron con el jefe de la investigacion, un tal Jorgensen.
– Soy Carl Morck, de Copenhague. Creo que puedo confirmar que una de las camisas que me ensenasteis era como la que llevaba puesta uno de los asesinos de Amager.
Jorgensen no reacciono. ?Por que no carraspeaba o algo asi, para que Carl supiera si se habia esfumado al otro lado de la linea?
– Hmmm -carraspeo Carl, pensando que tal vez fuera contagioso; pero el otro no dijo nada. A lo mejor habia colgado. Despues continuo-: Veras, es que he sonado las ultimas noches. He revivido varias de las escenas del tiroteo. Tambien la vision fugaz de la camisa. Ahora lo veo con total claridad.
– Vaya -dijo Jorgensen por fin, despues de la correspondiente racion de silencio en el otro lado. Tal vez debiera haberse alegrado, aunque fuera poco.
– ?No quieres saber cual de las camisas de la mesa era la camisa en la que pienso?
– O sea que, ?la recuerdas?
– Si puedo recordar la camisa despues de recibir un balazo en la cabeza y tener encima 150 kilos de peso muerto paralizado mientras me salpica medio litro de sangre de mis mejores companeros, entonces tambien puedo recordar el orden en que estaban las putas camisas hace cuatro dias, ?no crees?
– No me parece muy normal.
Carl conto hasta diez. Era muy posible que no fuera normal en la Calle Mayor de Soro. Seria por eso que habia aterrizado en un departamento con veinte veces mas asesinatos que Jorgensen, ?no?
– Tambien soy bueno en el Memorama -fue lo que dijo.
Se produjo una pausa, la informacion tenia que abrirse paso.
– Vaya, ?no me digas! Pues venga, dimelo -concluyo. Joder, que palurdo.
– La camisa era la que estaba mas a la izquierda -declaro Carl-. O sea, la que estaba mas cerca de la ventana.
– Vale -aprobo Jorgensen-. Es la misma que senalo el testigo sin dudar.
– Bien, me alegro. Pues eso era todo. Te mando un mail para que lo tengas por escrito.
El tractor del sembrado se habia acercado peligrosamente. Las salpicaduras de pis y mierda salian a borbotones de las mangueras dispuestas en el suelo, era una autentica gloria.
Subio la ventanilla del copiloto y se dispuso a colgar.
– Un momento, antes de que cuelgues -anadio Jorgensen-. Hemos detenido a un sospechoso. Si, entre companeros puedo decir que incluso estamos segurisimos de que hemos cogido a uno de los asesinos. ?Cuando crees que podras venir por aqui a hacer una rueda de reconocimiento? ?Manana?
– ?Reconocimiento? No, no puedo.
– ?Como que no puedes?
– Manana es sabado, es mi dia libre. Cuando me despierte me levantare, me hare un cafe y volvere a la cama. Eso puede repetirse e incluso durar todo el dia, nunca se sabe. Ademas, no vi a ninguno de los asesinos de