Amager, cosa que he dicho cantidad de veces, si te tomas la molestia de leer los informes. Y como la cara del asesino no se me ha revelado en un sueno, puedes imaginarte que sigo sin haber visto al tipo desde entonces. Por eso no voy a ir, ?te parece bien Jorgensen?
Volvio a producirse la dichosa pausa. Era mas enervante que oir a los politicos en sus nauseabundas y lentas parrafadas haciendo una pausa tras cada palabra.
– Alla tu -respondio Jorgensen-. Los que recibieron sus balazos eran tus amigos. Bueno, pues hemos llevado a cabo un registro en el domicilio del sospechoso, y varios de los efectos encontrados apuntan a que la marcha de los acontecimientos de Amager y de Soro estan relacionados.
– Muy bien Jorgensen, buena suerte. Seguire el caso por la prensa.
– Ya sabes que tendras que testificar cuando se celebre el juicio, ?verdad? Lo que une los dos crimenes en primera instancia es que reconocieras la camisa.
– Si, hombre, ya ire. Buena caza.
Colgo el receptor y sintio una molestia en el pecho. Una sensacion mas violenta que otras veces. Tal vez habria que atribuirlo al inmenso tufo que habia entrado de pronto en el coche, pero igualmente podia ser la antesala de algo que se avecinaba.
Se quedo un rato esperando hasta que la presion remitio un poco. Despues correspondio al saludo del campesino desde su fuerte de plexiglas y puso el coche en marcha. Tras avanzar quinientos metros disminuyo la velocidad, abrio la ventana y se puso a jadear en busca de aire fresco. Se llevo la mano al pecho y arqueo la espalda cuanto pudo para hacer que desapareciera la tension. Despues aparco a un lado y empezo a hacer inspiraciones cada vez mas profundas. Habia visto en otros ese tipo de ataque de panico, pero sentirlo en su propio cuerpo era totalmente surrealista. Entreabrio la puerta, junto las manos delante de la boca para disminuir la hiperventilacion, y despues abrio la puerta del todo de una patada.
– ?Me cago en la puta! -grito, y se encorvo hacia delante mientras salia tambaleandose al borde del camino sintiendo el martilleo de un piston tras los bronquios. Las nubes giraron y el cielo volteo hacia el. Entonces se dejo caer al suelo con las piernas abiertas y busco a tientas el movil en el bolsillo de la chaqueta. Joder, no iba a morirse de un ataque al corazon sin haber intentado hacer algo antes.
Un coche aminoro la marcha en la carretera. No podian verlo alli, al otro lado del talud, pero el los oia.
– Que raro -dijo una voz, y despues siguieron conduciendo.
Si les llego a coger la matricula, se iban a enterar, fue lo ultimo que penso antes de perder el conocimiento.
Desperto con el movil pegado al oido y un monton de tierra alrededor de la boca. Humedecio los labios, escupio, miro confuso alrededor. Se llevo la mano al pecho, donde la presion aun no habia cedido del todo, y comprobo que no habia sido para tanto. Despues se puso en pie como pudo y se dejo caer en el asiento delantero. Aun no era la una y media. O sea que no habia estado inconsciente mucho tiempo.
?Que ha sido, Carl?, se pregunto, con la boca seca y la lengua el doble de gruesa de lo habitual. Sentia heladas las piernas, mientras que en la zona del torso sudaba a mares. Algo bastante grave le habia ocurrido a su cuerpo.
Estas a punto de perder el control, rugio su voz interior cuando se dejo caer en el asiento delantero. Despues sono el movil.
Assad no le pregunto como se encontraba, ?por que habia de hacerlo?
– Carl, tenemos un problema -fue lo unico que dijo mientras Carl juraba para sus adentros.
– Los tecnicos no se atreven a retirar la tachadura de la lista de telefonos de Merete Lynggaard -continuo Assad, infatigable-. Dicen que el numero de telefono y la tachadura estan hechos con el mismo boligrafo, o sea que, aunque los secados sean diferentes, existe demasiado riesgo de que ambas capas desaparezcan.
Carl se llevo la mano al pecho. Se sentia tan mal como cuando se traga aire al beber. Dolia de cojones. ?Seria realmente un ataque al corazon? ?O es que daba esa sensacion, sin mas?
– Dicen que hay que mandar todo a Inglaterra. Parece ser que alli combinan algun procedimiento digital con una maceracion quimica o como se diga.
Debia de esperar a que Carl lo corrigiera, pero Carl no estaba para corregir nada. Bastante tenia con cerrar los ojos y tratar de contrarrestar con la mente los nauseabundos espasmos que golpeaban su pecho.
– Creo que todo eso va a llevar demasiado tiempo. Dicen que no tendremos resultados hasta dentro de tres o cuatro semanas. ?No te parece mucho tiempo?
Carl trato de concentrarse, pero Assad estaba impaciente.
– Quiza no debiera decirtelo, Carl, pero creo que puedo confiar en ti, o sea que te lo dire: conozco a un tio que puede hacerlo -anadio. En ese punto Assad esperaba alguna reaccion, pero se equivocaba-. ?Sigues estando ahi, Carl?
– Si, joder -repuso Carl con un susurro, seguido de una profunda aspiracion en la que sus pulmones se hincharon totalmente. Cojones, como dolia un momento antes de aligerarse la presion. Trato de relajarse y pregunto-. ?Quien es?
– No puedo decirtelo, Carl. Pero es un tio muy habil que viene de Oriente Proximo. Lo conozco bastante bien, es habil. ?Le encargo el trabajo?
– Espera un poco, Assad, dejame pensar.
Salio tambaleandose del coche y estuvo un rato encorvado con la cabeza colgando y las manos en las rodillas. La sangre volvio al cerebro. La piel de su rostro recobro su color y la presion del pecho fue desapareciendo. Aaah, que bien se sentia. A pesar del hedor que ocupaba el espacio como una enfermedad, el aire que circulaba entre los setos casi parecia refrescante.
Entonces se enderezo y se sintio mejor.
– Si, ya estoy aqui, Assad -dijo por el movil-. No podemos tener al servicio de la policia a un falsificador de pasaportes, ?comprendes?
– ?Quien dice que es un falsificador de pasaportes? Yo, desde luego, no.
– ?Entonces…?
– Lo que pasa es que en su pais de origen era bueno para esas cosas. Es capaz de borrar sellos sin dejar rastro, asi que podra borrar un poco de tinta. No necesitas saber mas, entonces. Tampoco el va a saber que tiene entre manos. Es rapido, Carl, y no va a costar nada. Me debe favores.
– ?Como de rapido?
– Podemos tenerlo para el lunes, si queremos.
– Pues pasaselo, Assad. Pasaselo.
Assad murmuro algo al otro lado. Probablemente «de acuerdo» en arabe.
– Otra cosa, Carl. Tengo que decirte de parte de la senora Sorensen de Homicidios que la testigo del asesinato del ciclista ha empezado a hablar un poco. Me acabo de enterar de que…
– Assad, para. No es nuestro caso -lo interrumpio Carl, y volvio a sentarse dentro del coche-. Bastante trabajo tenemos con lo nuestro.
– La senora Sorensen no queria decirmelo directamente, pero creo que los del segundo piso quieren saber tu opinion, pero sin preguntarte directamente.
– Sacale todo lo que sepa, Assad. Y el lunes por la manana haz una visita a Hardy y cuentaselo todo. Estoy seguro de que le divertira mas que a mi. Coge un taxi, y despues nos reuniremos en Jefatura, ?vale? Puedes cogerte fiesta ya. Que te vaya bien. Saluda a Hardy de mi parte y dile que lo visitare la semana que viene.
Apreto el boton de colgar y miro por el parabrisas, que parecia haber pasado por un suave chaparron. Pero no era lluvia, se olia desde dentro. Era pis de cerdo a la carte. El menu rural de primavera.
Sobre la mesa de Carl habia una tetera enorme profusamente adornada, hirviendo. Si Assad habia pensado que la llama de petroleo iba a mantener el te con menta caliente y rico hasta que volviera Carl, se habia equivocado, porque el contenido del recipiente se habia evaporado tanto que crujia en el fondo. Apago la llama de un soplo, se dejo caer pesadamente en la silla y volvio a sentir la presion del pecho. Era lo que solian decir. Un aviso, y despues el alivio. Y despues quiza otro aviso breve, y despues… ?zas!, ?muerto! Una perspectiva de lo mas optimista para un hombre a quien todavia le quedaban montones de anos para jubilarse.
Cogio la tarjeta de Mona Ibsen y la sopeso en la mano. Veinte minutos pegado a su calido y suave cuerpo, y seguro que se sentiria mejor. La cuestion era si se sentiria igual si tuviera que conformarse con pegarse a su