mirada calida y suave.

Cogio el receptor y marco su numero de telefono, y mientras esperaba volvio la presion. ?Era un latir optimista o un aviso de lo contrario? ?Como podia saberlo?

Se quedo jadeando cuando Mona respondio.

– Soy Carl Morck -balbuceo-. Estoy preparado para la confesion.

– Entonces tendras que ir a la Iglesia catolica -repuso ella con sequedad.

– No, de verdad. Creo que he tenido un ataque de angustia. No me siento bien.

– Entonces nos vemos el lunes a las once. ?Llamo a la farmacia para que te preparen un ansiolitico o podras arreglartelas durante el fin de semana?

– Ya me las arreglare -dijo, aunque no se sentia muy seguro al colgar.

El reloj avanzaba sin piedad. Apenas quedaban dos horas para que Morten Holland llegara a casa tras su trabajo de tarde en la tienda de videos.

Desenchufo del cargador el movil de Merete Lynggaard y lo encendio.

«Introduzca su pin», aparecio en la pantalla. O sea que la bateria todavia funcionaba. Aquellos viejos Siemens nunca fallaban.

Entonces tecleo 1-2-3-4, y aparecio un mensaje de error. Despues lo intento con 4-3-2-1 y recibio el mismo mensaje. Por tanto, solo le quedaba un cartucho, antes de enviar el trasto a los peritos. Abrio el expediente y busco la fecha de nacimiento de Merete Lynggaard. Claro que tambien podria haber usado la fecha de nacimiento de Uffe. Estuvo un rato hojeando la informacion hasta que encontro la fecha. Tambien podia ser una combinacion de ambas fechas, o algo completamente diferente. Decidio combinar las dos primeras cifras de sus fechas de nacimiento, la de Uffe primero, y tecleo el numero.

Cuando aparecio en la pantalla una imagen sonriente de Uffe agarrado al cuello de Merete, la presion de su pecho desaparecio por un momento. Otros habrian soltado un grito de victoria, pero Carl paso. En su lugar coloco los pies encima de la mesa.

En aquella incomoda postura abrio el registro de llamadas y examino la lista de llamadas entrantes y salientes desde el 15 de febrero de 2002 hasta el dia en que desaparecio Merete Lynggaard. Habia bastantes. Algunos de aquellos numeros tendria que pedirselos a la compania. Numeros que habian cambiado y vuelto a cambiar. Parecia dificil, pero al cabo de una hora el cuadro era nitido: Merete Lynggaard se habia comunicado solamente con colegas y portavoces de grupos de presion durante todo el periodo. Treinta de las llamadas eran de su propia oficina, entre ellas la ultima, del 1 de marzo.

O sea, que las posibles llamadas del falso Daniel Hale estuvieron dirigidas a su telefono fijo de Christiansborg. En el caso de que hubiera habido alguna llamada de el.

Suspiro y empujo con el pie un monton de papeles que habia en el centro de la mesa. Su pierna derecha tenia unas ganas locas de dar una patada en el culo a Borge Bak. Si el antiguo grupo de investigacion habia hecho una lista de las llamadas al telefono del despacho de Merete Lynggaard, debia de haberse traspapelado, porque en el expediente no estaba.

Bueno, esa parte de la cuestion tendria que dejarsela a Assad el lunes, mientras estaba en terapia con Mona Ibsen.

En la tienda de juguetes de Allerod habia un surtido de figuras de Playmobil que no estaba nada mal, pero el precio tambien se las traia. Le parecia incomprensible como los ciudadanos podian permitirse traer ninos al mundo. Eligio el conjunto mas barato de mas de dos figuras, un coche de policia con dos agentes por 269,75 coronas, y pidio el tique de compra. Porque seguro que Morten Holland querria cambiarlo.

En el instante en que vio a Morten en la cocina de casa, confeso su falta. Saco las cosas prestadas de la bolsa de plastico y anadio la nueva caja. Le dijo a Morten que lo sentia muchisimo y que no volveria a hacerlo. Que nunca mas entraria en sus dominios cuando no estaba en casa. La reaccion de Morten era totalmente previsible, pero aun asi lo sorprendio que aquel enorme y fofo ejemplo de la nefasta combinacion entre la dieta grasienta y la falta de movimiento fuera capaz de tensar tanto su cuerpo por la colera fisica. Que un cuerpo pudiera estremecerse tanto ante un agravio y que la decepcion pudiera expresarse con tantas palabras. No solo le habia pisado los callos a Morten, sino que por lo visto se los habia aplastado a conciencia contra el parque.

Carl miro cabreado la pequena familia de plastico dispuesta en el borde de la mesa de la cocina, deseando que aquello no hubiera ocurrido nunca, cuando la presion del pecho volvio de forma completamente diferente.

Ocupado como estaba en explicarle entre resoplidos que tendria que buscarse otro inquilino, Morten no reparo en el problema de Carl hasta que este se desplomo entre espasmos desde la garganta hasta el ombligo. Esta vez no se trataba solo de dolores en el pecho. Era como si la piel fuera demasiado pequena, como si los musculos bulleran por exceso de riego, como si los espasmos de los musculos del estomago empujaran sus entranas contra la columna vertebral. La verdad es que no le hacia dano, pero le impedia respirar.

A los pocos segundos Morten estaba sobre el con sus ojitos de cerdo abiertos como platos, preguntandole si queria un vaso de agua. ?Para que cono quiero un vaso de agua?, era la pregunta que ocupo su mente mientras el pulso bailaba a ritmo irregular. ?Iba a echarsela encima para que su cuerpo tuviera un pequeno recuerdo entranable de la repentina lluvia de verano, o es que habia pensado forzarlo a beber entre los dientes apretados por donde en aquel momento circulaba como podia su limitada capacidad respiratoria?

– Gracias, Morten -se apresuro a decir. Cualquier cosa con tal de que pudieran encontrarse a mitad de camino en medio del suelo de la cocina.

Cuando volvio a ponerse en pie y Morten lo sento en la esquina mas gastada del sofa, el susto de Morten fue sustituido por el pragmatismo.

Si un tipo tan reposado como Carl era capaz de acompanar sus disculpas de un ataque tan impresionante, debia de ser sincero.

– Bien. Entonces vamos a correr un tupido velo sobre esto, ?de acuerdo, Carl? -propuso con los parpados hinchados.

Carl asintio en silencio. Cualquier cosa que le garantizase la paz domestica y un monton de descanso antes de que Mona Ibsen se pusiera a excavar en su mente.

Capitulo 32

2007

Tras los libros de la estanteria de la sala Carl tenia escondidas un par de botellas mediadas de ginebra y whisky que Jesper aun no habia encontrado y ofrecido generosamente en alguna fiesta improvisada.

La calma no se adueno de el hasta que bebio la mayor parte de ambas, y las horas interminables del fin de semana transcurrieron en un sueno profundisimo. En los dos dias solo se levanto tres veces, y tres veces arramblo con el contenido del frigorifico. De todas formas Jesper no estaba en casa y Morten estaba en Nasstved visitando a sus padres, de modo que ?quien iba a preocuparse por las fechas de caducidad y la inadecuada composicion del menu?

Cuando llego el lunes le toco a Jesper zarandear a Carl para despertarlo.

– ?Pero levantate, Carl! ?Que ocurre? Necesito guita para comprar comida. No queda nada en el frigorifico.

Carl miro a su hijo postizo con ojos que se negaban a comprender, y menos a aceptar, la luz del sol.

– ?Que hora es? -murmuro; por un instante no supo que dia era.

– Venga, Carl. Voy a llegar tardisimo, joder.

Carl miro el despertador que Vigga se digno dejar en la casa. A ella le daba igual cuanto duraban las noches.

Abrio del todo los ojos, de pronto completamente despierto. Eran las diez y diez. Dentro de menos de cincuenta minutos tenia que estar sentado en su silla, soportando la cualificada mirada profesional de Mona Ibsen.

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