– En mi familia hay varios con mi nombre, para que lo sepas.
Carl miro a los oscuros ojos de Assad. Estaba en un estado distinto al habitual.
– ?Quien fue el sucesor de Hafez el-Assad? -pregunto de pronto Carl.
Assad no pestaneo.
– Su hijo Bashar. ?Por que no dejamos esto, entonces? No es bueno para nosotros.
– No, puede que no. ?Y como se llamaba su segundo hijo, el que murio en accidente de coche en 1994?
– En este momento no me acuerdo.
– ?No te acuerdas? Es extrano. Aqui dice que era el favorito de su padre, y designado para sucederlo. Se llamaba Basil. Supongo que todos los sirios de tu edad sabrian decirlo sin vacilar.
– Si, es verdad, se llamaba Basil -admitio Assad, asintiendo con la cabeza-. Pero hay muchas cosas que he olvidado, Carl. No quiero recordarlas. Lo he…
Estaba buscando la palabra.
– ?Lo has reprimido?
– Si, eso suena bien.
Bueno, en ese caso no voy a llegar a ninguna parte por ese camino, penso Carl. Iba a tener que cambiar de estrategia.
– ?Sabes que creo, Assad? Creo que estas mintiendo. No te llamas en absoluto Hafez el-Assad, sencillamente es el primer nombre que te vino a la cabeza cuando buscaste asilo, ?verdad? Me imagino que el que te hizo los papeles falsos se echaria unas risas, ?no? Podria incluso tratarse de la misma persona que nos ayudo con la lista de telefonos de Merete Lynggaard; ?lo era?
– Creo que es mejor que lo dejemos, Carl.
– ?De donde eres en realidad, Assad? Bueno, ya me he acostumbrado al nombre, asi que lo seguire usando, aunque en realidad es tu apellido, ?verdad, Hafez?
– Soy sirio, de Sab Abar.
– De un suburbio de Sab Abar, ?no?
– Si, al nordeste del centro.
Todo sonaba muy verosimil, pero a Carl le costaba aceptarlo sin mas. Diez anos y cientos de interrogatorios antes puede que si. Pero ya no. El instinto chirriaba. Assad no reaccionaba con normalidad.
– En realidad eres iraqui, ?verdad, Assad? Y tienes cadaveres a tus espaldas que harian que te expulsaran de aqui al pais de donde vienes, ?no es verdad?
El rostro de Assad volvio a cambiar. Las arrugas de su frente se borraron. Tal vez habia divisado una salida, tal vez decia simplemente la verdad.
– ?Iraqui? En absoluto, estas diciendo tonterias, Carl -se defendio, herido-. Ven a casa a ver mis cosas. La maleta la traje de alli. Puedes hablar con mi mujer, entiende algo de ingles. O con mis hijas. Asi sabras que lo que digo es verdad. Soy un refugiado politico, y he tenido experiencias espantosas. No tengo ganas de hablar de ello, Carl, ?no puedes dejarme en paz? Es verdad que no he estado mucho con Hardy, como ya he dicho, pero es que Hornb?k esta muy lejos. Estoy intentando traer a Dinamarca a mi hermano, y eso lleva su tiempo tambien, Carl. Lo siento. En adelante dire las cosas como son, o sea.
Carl se recosto en la silla. Casi le entraron ganas de empapar su cerebro esceptico en el agua almibarada de Assad.
– No entiendo como te has familiarizado tan rapido con el trabajo policial. Estoy muy contento por tu ayuda. Eres un tipo estrafalario, pero tienes talento. ?De donde te viene?
– ?Estrafalario? ?Que es eso? ?Tiene que ver con espiritus, o algo asi? -dijo, dirigiendo a Carl una mirada candorosa. Si, tenia talento. Puede que no fuera mas que talento natural. Puede que lo que decia fuera verdad. Tal vez fuera el quien se habia convertido en un quisquilloso grunon.
– En tus papeles no pone gran cosa sobre tus estudios. ?Que estudios tienes? -pregunto.
Assad se encogio de hombros.
– Poca cosa, Carl. Mi padre tenia una pequena empresa de conservas. Lo se todo acerca de cuanto tiempo puede aguantar una lata de tomates pelados a una temperatura de cincuenta grados.
Carl trato de sonreir.
– Y no podias evitar meterte en politica, y terminaste teniendo un nombre equivocado, ?no es asi?
– Si, algo parecido.
– ?Y te torturaron?
– Si, pero no quiero hablar de ello. No has visto, o sea, como me puedo poner cuando estoy triste. No puedo hablar de ello, ?vale?
– De acuerdo -convino Carl, asintiendo con la cabeza-. Pero en lo sucesivo me diras siempre que haces en tus horas de trabajo, ?comprendido?
Assad levanto el dedo pulgar.
Carl aparto su mirada de Assad.
Despues levanto en el aire la mano con los dedos extendidos y Assad la palmeo con la suya. Habian hecho las paces.
– Bien, Assad, sigamos adelante. Tenemos cosas que hacer. Hay que encontrar a ese Lars Henrik Jensen. Espero que dentro de poco podamos meternos en el registro civil, pero hasta entonces tenemos que intentar encontrar a su madre, se llama Ulla Jensen. Una persona de Riso… -vio que Assad iba a preguntar que era eso, pero tendria que esperar-. Una persona me ha informado de que vive al sur de Copenhague.
– Ulla Jensen ?es un nombre poco frecuente?
Carl sacudio la cabeza.
– Sabemos como se llamaba la empresa del marido, o sea que podemos atacar por varios angulos. Primero voy a telefonear al registro mercantil. Esperemos que este disponible. Mientras tanto, tu busca a Ulla Jensen en las paginas blancas. Prueba en Brondby y ve hacia el sur. Valensb?k, tal vez Glostrup, Tastrup, Greve- Kildebronde. No bajes hasta Koge, que es donde estaba la fabrica del marido antes. Esta al norte de ahi.
Assad parecio aliviado. Cuando iba a salir por la puerta se volvio y dio un abrazo a Carl. Su barba crecida parecian punzones, y la locion de afeitado una marca barata, pero el sentimiento era autentico.
Cuando Assad paso a su cuarto Carl se quedo un rato sentado, dejando que el sentimiento se asentara. Era casi como haber recuperado su antiguo grupo de trabajo.
La respuesta llego de ambos sitios a la vez. El registro mercantil estuvo funcionando de forma irreprochable durante el corte, y HJ Industries estaba solo a cinco segundos de tecleo de ser identificada. Su dueno era Trabeka Holding, una empresa alemana sobre la que podian buscar mas informacion si estaba interesado. No podian ver el grupo de propietarios, pero podia obtenerse si hablaban con sus companeros alemanes. Cuando le informaron de la direccion, grito a Assad que podia dejarlo, pero Assad le respondio tambien a gritos que habia encontrado un par de direcciones posibles.
Compararon sus resultados. Tenia que ser asi. Ulla Jensen vivia en el complejo de lo que habia sido HJI, en Strohusvej, Greve.
Miro en el mapa. Estaba a solo unos cientos de metros del lugar donde el coche de Daniel Hale se quemo en la carretera de Kappelev. Recordo la vez que estuvo alli. Strohusvej era la carretera que habia visto mas alla cuando miraron el paisaje. La carretera del molino.
Noto la lenta aceleracion de la bomba de adrenalina. Ahora tenian una direccion. Y podian llegar alli en veinte minutos.
– Sera mejor que llamemos antes, ?no? -sugirio Assad, pasandole el Post-it con el numero de telefono.
Dirigio a Assad una mirada inexpresiva. Asi que no todo lo que salia por su boca eran ideas brillantes.
– Es una buena idea si lo que queremos es llegar a una casa vacia, Assad.
Originalmente habria sido una granja normal, con un cuerpo central, una porqueriza y un edificio para el grano en torno al patio adoquinado. Se podian ver las habitaciones desde la carretera, de lo cerca que estaba. Tras los edificios encalados habia otros tres o cuatro edificios grandes. Al parecer, un par de ellos no se habian utilizado nunca; ese era el caso, al menos, de un edificio de diez o doce metros de altura que se alzaba horadado de agujeros vacios donde deberian haberse instalado las ventanas. Era incomprensible que las autoridades hubieran permitido aquel engendro. Echaba completamente a perder las vistas de los campos, donde las