alfombras amarillas de la colza tapizaban prados tan verdes que el color era imposible de reproducir por medios artificiales.

Carl oteo el paisaje y no percibio signos de vida, tampoco en ninguno de los edificios. El patio de entrada parecia descuidado, igual que el resto. El encalado de la vivienda estaba desconchado. Hacia la carretera, algo mas al este, habia montones de trastos y escombros. Aparte de los dientes de leon y los frutales en flor que se erguian por encima del techo de uralita, el aspecto era desolador.

– No hay ningun coche en el patio de la granja, Carl -confirmo Assad-. Puede que no viva nadie desde hace mucho tiempo.

Carl apreto los dientes e intento mantener la decepcion a distancia. No, todo parecia indicar que Lars Henrik Jensen no estaba alli. Mierda, mierda puta.

– Entremos a mirar, Assad -dijo, aparcando el coche en el borde de la carretera cincuenta metros mas alla.

Procedieron con sigilo. Atravesaron el seto, llegaron a la parte trasera de la casa y entraron en un jardin en el que los arbustos de bayas y la hierba de San Gerardo peleaban por el sitio. Las ventanas arqueadas de la vivienda estaban grises por la vejez y la suciedad, y todo parecia muerto.

– Mira -susurro Assad, con la nariz apretada contra uno de los cristales.

Carl siguio su invitacion. El interior de la vivienda tambien parecia estar abandonado. Aparte del estandarte y el zarzal, era casi como el palacio de la Bella Durmiente. Polvo sobre las mesas, sobre los libros, periodicos y todo tipo de papeles. En un rincon, cajas de carton sin abrir. Alfombras sin desenrollar.

Era una familia realmente rota en una epoca feliz.

– Creo que iban a mudarse aqui cuando sucedio el accidente, Assad. Es tambien lo que dijo el hombre de Riso.

– Pero mira en la parte de atras, o sea.

Senalo mas alla de la sala hacia una puerta entreabierta por la que salia luz, y el suelo brillaba detras.

– Tienes razon. Tiene otro aspecto.

Pasaron por un huerto donde los abejorros zumbaban en torno a los cebollinos en flor, y llegaron al otro lado de la casa, en una de las esquinas del patio empedrado.

Carl caminaba pegado a las ventanas de la vivienda. Todas estaban cerradas. Tras los cristales de la primera ventana se divisaba una habitacion de paredes desnudas con un par de sillas junto a la pared. Apoyo la frente en el cristal y el espacio se amplio. No habia duda de que el cuarto se usaba. Habia un par de camisas en el suelo, el edredon estaba echado a un lado, y encima habia un pijama, estaba seguro de haber visto recientemente uno igual en el catalogo de unos grandes almacenes.

Respiraba de manera controlada, e instintivamente se llevo la mano al cinturon, donde habia estado su arma reglamentaria durante anos. Hacia cuatro meses que no la llevaba.

– Alguien ha dormido recientemente en esa cama -dijo en voz baja en direccion a Assad, que estaba un par de ventanas mas alla.

– Aqui tambien ha habido alguien hace poco -declaro Assad.

Carl se coloco a su lado y miro por la ventana. Era verdad. La cocina estaba bien limpia. Por una puerta en medio de la pared se divisaba la sala polvorienta que habian visto del otro lado. Era como una camara mortuoria. Como un santuario que nadie debia hollar.

Pero la cocina la habian utilizado hacia poco.

– Arcones congeladores, cafe en la mesa, hervidor electrico. Hay tambien un par de botellas de refresco llenas en ese rincon -anadio Carl.

Despues se volvio hacia la porqueriza y los edificios de detras. Podian seguir adelante y llevar a cabo un registro sin orden de registro previa y despues cargar con las consecuencias si se demostraba infundado, porque no podia decirse que la ocasion fuera a desaprovecharse en caso de llevar a cabo el registro en otro momento. De hecho podrian hacerlo manana, si, puede que fuera incluso mejor manana. Quiza hubiera entonces alguien en la casa.

Movio la cabeza arriba y abajo. Si, seria mejor esperar y canalizar la peticion por el camino trillado del derecho. Respiro profundamente. En realidad no aguantaba ni una cosa ni la otra.

Mientras pensaba, de pronto Assad echo a correr. Para tener un cuerpo tan compacto y pesado era sorprendentemente agil, y en un par de zancadas atraveso el patio antes de salir a la carretera y hacer senas a un campesino que habia sacado a pasear su tractor.

Carl fue hacia ellos.

– Si -oyo decir al campesino mientras se aproximaba y el tractor resoplaba en punto muerto-. La madre y el hijo siguen viviendo ahi. Es algo extrano, pero creo que ella se ha instalado en ese edificio.

Senalo al mas lejano de los edificios adyacentes.

– Deberian estar en casa. Por lo menos a ella la he visto por la manana.

Carl le enseno la placa, lo que hizo que el campesino girase la llave de encendido.

– Ese hijo ?es Lars Henrik Jensen? -pregunto Carl.

El campesino se froto los ojos mientras pensaba.

– No, no creo que se llame asi. Es un tipo raro, larguirucho. ?Como diablos se llama?

– O sea, que Lars Henrik, no.

– No, no es Lars Henrik.

Aquello era como un vaiven. Arriba y abajo, de cerca y de lejos. A Carl ya le habia pasado antes. Un sinfin de veces. Era de eso, entre otras cosas, de lo que estaba cansado.

– Dice que en ese edificio de ahi -insistio, senalando con el dedo.

El campesino asintio en silencio mientras soltaba un escupitajo que aterrizo en el capo de su reluciente juguete Ferguson, recien comprado.

– ?De que viven? -pregunto Carl, abarcando con un gesto el paisaje.

– No lo se. Me arriendan un poco de su tierra. A Kristoffersen, el otro vecino, tambien le arriendan algo. Despues tienen algo en barbecho subvencionado, y probablemente ella tendra tambien algo de pension. Un par de veces por semana llega un coche de alguna parte con unos cachivaches de plastico, que por lo visto tienen que limpiar, y aprovechan la ocasion para traerles algo de comida para ellos. Creo que la senora y su hijo se las arreglan -declaro, riendo-. Aqui estamos en el campo. No nos falta de nada.

– ?Un coche del ayuntamiento?

– No, que va. No, es un coche de una naviera, o algo asi. Lleva un distintivo que se ve a veces en barcos por la tele. No se de donde vienen. Todo eso del mar y el oceano nunca me ha interesado.

Cuando el campesino siguio traqueteando camino del molino, observaron los edificios tras la porqueriza. Era extrano que no hubieran reparado en ellos desde la carretera, porque eran bastante grandes. Seria porque el seto era muy tupido y aquel ano habian brotado antes las hojas gracias al calor.

Ademas de la granja en forma de U y la gran nave sin terminar habia tres edificios planos escalonados sobre una zona de gravilla que probablemente pensaron asfaltar mas adelante. La cizana y las semillas llevadas por el viento crecian por doquier en torno a los edificios y, aparte de un sendero bastante ancho que unia todas las casas, todo lo demas estaba cubierto por la vegetacion.

Assad senalo las huellas de ruedas delgadas que habia en el sendero. Tambien Carl las habia visto. Delgadas como ruedas de bici, paralelas. Seguramente de una silla de ruedas.

En el momento en que se acercaron a la casa mas retirada, la que les habia indicado el campesino, el movil de Carl sono con estridencia. Vio la mirada de Assad mientras maldecia por no haberlo puesto en modo silencio.

Era Vigga quien llamaba. Era especialista en llamar por telefono en momentos inadecuados. Alguna vez habia estado rodeado de liquido de cadaveres putrefactos mientras ella le pedia que comprase nata para el cafe. O lo habia pillado mientras el movil estaba en una chaqueta debajo de un bolso en el coche patrulla mientras perseguia a toda velocidad a unos sospechosos. Vigga era capaz de todo eso y mas.

Colgo y puso el aparato en modo silencio.

Fue entonces cuando levanto la cabeza y se encontro frente a un hombre alto y flaco de veintipocos anos. La cabeza era extranamente alargada, casi deforme, y un lado de su cara estaba marcado por crateres y piel contraida, sintomas tipicos de las cicatrices de quemaduras.

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