direccion al telefono de monedas.

Tardaron un buen rato en coger el telefono.

– Sanatorio de Santa Ursula, Frau Billinger al habla.

– Buenas tardes, Frau Billinger, soy Petra Wagner.

– Si, digame -dijo con un tono expectante.

– Voy un poco retrasada hoy. Quiza Erich Blumenfeld este un poco preocupado por mi tardanza, ?esta bien?

– Si, por supuesto, ?por que no iba a estarlo? Bueno, si dejamos de lado que seguramente la echa de menos, estoy convencida de ello.

Frau Billinger sonaba extranamente alegre. Mas bien parecia que se hubiera bebido una botella de vino de Oporto que le habia regalado un familiar agradecido.

– ?Y Erich no ha recibido ninguna visita hoy?

– ?No, que yo sepa!

– ?Hans Schmidt, Hermann Muller o Alex Faber no han pasado por alli todavia?

– No lo creo. No he estado aqui todo el dia, pero no lo creo.

Petra vacilo un instante y prosiguio:

– ?Y tampoco lo ha visitado un senor ingles?

– ?Un senor ingles? No, de eso estoy segura. Pero si es cierto que hemos recibido la visita de un senor que hablaba en ingles, ahora que lo menciona. Pero me parece que era una visita para Frau Rehmann, ?y de eso hace ya unas horas!

– ?No se acordara por casualidad de su nombre, Frau Billinger?

– ?Por Dios, no! Ni siquiera recuerdo haber oido su nombre! Entonces, ?cuando piensa pasar por aqui, Fraulein Wagner?

– Pronto. Digaselo a Erich, por favor.

De vez en cuando, tos tres hombres y Gerbart se veian los sabados. Y algunas veces cogian un coche y salian a dar una vuelta por los alrededores del sanatorio. A veces incluso habian viajado hasta Karlsruhe o hasta una de las aldeas de Kaiserstuhl, para tomar unas copas y cantar unos cuantos Heder en una taberna de la zona. Gerhart era capaz de estarse horas y horas callado, sin inmutarse lo mas minimo.

Petra se alegraba de que no fuera uno de esos sabados. Mientras Gerhart permaneciera en el sanatorio, ella podria concentrarse en ayudar a Laureen y tal vez, con ello, a si misma.

– ?Que le has preguntado, Petra? -exclamo Laureen, incluso antes de que Petra hubiera tenido tiempo de colgar el telefono,

Petra la miro. Era la primera vez que se habia dirigido a ella utilizando su nombre de pila. Le habia sonado tan despreocupado. Sin embargo, Laureen estaba lejos de sentirse relajada, eso estaba claro.

– Simplemente he preguntado por Gerhart Peuckert. Esta bien, pero me dijeron algo que no se como interpretar.

– ?Y eso es…?

– Creo que tu marido estuvo en el sanatorio en algun momento del dia.

– ?No lo entiendo! Si ya ha visto a Gerhart Peuckert, al que lleva buscando tanto tiempo, en ese sanatorio y Gerhart Peuckert sigue alli, ?donde esta entonces mi marido, si no esta alli?

– ?No lo se, Laureen!

Petra tomo las manos de la mujer alta entre las suyas y les dio un apreton. Estaban frias.

– ?Estas segura de que tu marido no quiere hacerle dano a Gerhart?

– Si -repuso Laureen, que apenas habia prestado atencion a la pregunta-. Dime, ?no te parece que podriamos acercarnos a mi hotel un momento?

– ?Crees que tu marido podria estar alli?

– Ojala fuera asi. ?Desgraciadamente, Bryan ni siquiera sabe que estoy en Friburgo! No, pero hay algo que ya no puedo seguir aplazando por mas tiempo. ?Maldita sea!

– ?Y eso es…?

– Tengo que cambiarme los zapatos. ?Las ampollas en los pies me estan matando!

Fue una Bridget extatica y un poco ebria quien entretuvo a Petra en el vestibulo del hotel Colombi mientras Laureen subia a la habitacion para cambiarse de zapatos. Petra estaba inquieta y no dejaba de moverse y de consultar la hora en su reloj de pulsera. No sabia que hacer con aquella mujer.

– No deberia contar estas cosas cuando esta presente mi cunada -le dijo Bridget, algo abstraida, a Petra, mientras seguia con la mirada a Laureen, que acababa de salir del ascensor y se dirigia hacia la mesa donde ellas se encontraban. Laureen senalo su reloj y Petra asintio con la cabeza.

– Es un poco vergonzoso -prosiguio Bridget, imperterrita-, ?pero los hombres de esta ciudad son maravillosos!

– ?Tienes razon! -dijo Laureen-. No deberias decir estas cosas mientras este yo presente. Si tienes algun asunto entre manos del que no pueda hablarle a mi hermano, no quiero saberlo.

Bridget se sonrojo,

– ?Que hacemos ahora, Petra? -pregunto Laureen, ignorando completamente a su cunada.

– ?No lo se! -Petra la miro y prosiguio-: Creo que deberiamos llamar a uno de los tres diablos.

Petra estaba a punto de morderse el labio inferior.

– Si no me equivoco, encontraremos a Peter Stich en casa. El seguramente sabra lo que esta pasando.

– ?A quien vais a llamar?

Bridget miro extranada a las dos mujeres.

– ?Peter Stich? ?Y ese quien es? -De pronto, su rostro se ilumino y dijo-: Dime, Laureen, ?que te propones?

– ?Callate de una maldita vez, Bridget!

Laureen no se digno siquiera mirar a su cunada.

– ?Crees que es sensato llamarlo?

– ?Que otra cosa podemos hacer? Tu marido no esta en el hotel. No sabemos donde esta. Lo unico que sabemos es que hace unas horas se dirigia a Schlossberg para encontrarse con esos hombres. Por tanto, ?que podemos hacer si no?

– ?Podriamos llamar a la policia!

– Si, pero no tenemos nada que denunciar. -Petra miro a Laureen-. ?Ni siquiera podemos denunciar su desaparicion!

En el momento en que Petra se volvio para buscar una cabina de telefonos, Bridget agarro a su cunada por el brazo. Su voz era temblorosa.

– Tengo que hablar contigo, Laureen. Tienes que ayudarme. Tengo que salir de ese matrimonio. Asi estan las cosas, no hay nada que hacer, ?lo entiendes?

– Tal vez si, tal vez no -le contesto Laureen sin mostrar mayor interes-. Es tu vida, Bridget. Ahora mismo, solo puedo preocuparme de mis asuntos. ?Lo siento, pero las cosas son asi!

Los labios de Bridget temblaron un instante.

Cuando Petra volvio a su lado, sacudio la cabeza. Por el semblante de Laureen dedujo que ya lo habia adivinado.

– Solo consegui hablar con la bruja de esposa que tiene Peter Stich. Estaba sola. Eso significa que esta pasando algo.

– ?Y que se sabe de Kroner y Lankau?

– ?Tampoco he podido encontrarlos!

– ?Que quiere decir eso?

Laureen noto como la inquietud se apoderaba de ella.

– ?No lo se!

– ?Suena como si estuvierais jugando al escondite con alguien!

Tan solo un fino borde de mascara de ojos debajo de un ojo desvelaba la emocion de Bridget. Sonreia lo mejor que podia, algo que, por otro lado, siempre hacia cuando no entendia nada de lo que estaba pasando delante de sus narices.

– ?Al escondite?

Вы читаете La Casa del Alfabeto
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×