– ?Que estais haciendo aqui? ?Habeis venido por mi? ?Con quien esta Laureen?

– ?Con…? Con Petra, me parece -dijo en un intento de parecer normal.

Bryan se quedo helado.

– ?Petra!

Agarro a Bridget de los hombros y la miro fijamente a los ojos.

– ?Bridget! ?Concentrate ya de una maldita vez! Tienes que entender que es posible que Laureen este en peligro.

– Veamos, ?no eras tu el que corria peligro? ?Pues a mi me parecio oirles decir eso!

Bridget lo miro como si acabara de verlo por primera vez.

– ?Adonde se dirigen?

Bridget vacilo a la hora de responder y volvio a perder la concentracion. Bryan la sacudio, gesto que hizo que el botones se sonriera.

– ?Te ha dicho algo?

– Mencionaron algunos nombres; no los recuerdo, pero era evidente que no les gustaban. Esa Petra los llamo los tres diablos.

Desde el nacimiento de su hija, cuando de pronto Laureen empezo a sangrar tanto que una de las enfermeras se habia puesto a llorar, Bryan no habia sentido aquel miedo cortante. Respiro entre dientes tan pausadamente como le fue posible y miro a su cunada, que empezo a parpadear mientras hablaba.

– ?Mencionaron a un tal Kroner?

Bridget parecio despertar de su letargo.

– ?Como lo sabes, Bryan?

– ?Y a un tal Lankau?

Bryan estaba a punto de ahogarse en su intento de evitar hiperventilar. Bridget lo miro, perpleja.

– Entonces, ?supongo que podras decirme el tercer nombre? Eso si me impresionaria.

– ?No, no puedo!

Bridget sonrio.

– Pues entonces estas de suerte, porque es el unico nombre que recuerdo. ?Porque da la casualidad que es un nombre divertido!

Sus labios se fruncieron formando el nombre.

– ?Como un sonido de un comic!

– ?Venga, Bridget, sueltalo ya!

– ?Se llama Stich! ?No te parece un nombre formidable? Y se llama Peter, Peter Stich, de eso me acuerdo. De hecho, es de quien mas hablaron.

Bryan se quedo paralizado.

Tal vez fuera el botones el que mas sorprendido se quedo. El acceso de tos de Bryan llego tan repentinamente y fue tan violento que la saliva le salio de la boca como si fuera agua de un surtidor.

Nadie acudio en su ayuda.

La experiencia de que en un solo segundo se junten todas las piezas de un rompecabezas no la tiene todo el mundo; la extrana sensacion de que las grandes preguntas dejan de pronto de estar abiertas. Y, sin embargo, el esclarecimiento del enigma fue tan rotundo que Bryan se vio totalmente superado, y cuando Bridget pronuncio aquel nombre, olvido donde estaba y que hacia alli.

Era Peter Stich al que Bryan habia visto en destellos al encontrarse con el anciano. Y era ese reconocimiento subconsciente que lo habia asolado durante las ultimas horas. Peter Stich, el anciano de la barba blanca de Luisenstrasse, el propietario de Hermann Muller Invest. El era el Cartero. El hombre de los ojos enrojecidos de la Casa del Alfabeto.

Era todos en una sola persona.

La cabeza empezo a darle vueltas. Vio imagenes de un hombre sonriente echado en la cama muchos anos atras. Destellos de un ser humano que, en su locura, dejaba los ojos abiertos bajo el chorro de la ducha. Ojos que le sonrieron mientras escondia las pastillas en el tubo de acero de la cama. Recuerdos de un hombre recatado y apacible que le habia salvado la vida en dos ocasiones. Confundido, penso en la primera vez en que el hombre de los ojos inyectados en sangre le habia senalado al oficial de seguridad el rudo postigo antibombas y en la segunda vez, cuando los simuladores estuvieron a punto de arrojarlo por la ventana. Una coincidencia total de acontecimientos y hechos, nuevas explicaciones y reacciones en cadena que estaban a punto de provocarle un desmayo.

?Todo aquello habia formado parte de la misma mentira grandiosa!

Y de pronto, Bridget le golpeo la espalda.

Pasaron varios minutos hasta que Bryan logro recuperarse. Tras algunas explicaciones vagas, entendio que solo podia fiarse de Laureen.

Y ahora sin duda iba de camino a la casa de Peter Stich acompanada de Petra, la misma Petra que lo habia enviado a los brazos de los tres lobos.

CAPITULO 54

Aparte del piso en Luisenstrasse, la casa de Kroner era la unica que Gerhart conocia en aquel barrio. Fuera hacia frio, el alumbrado era masivo y extrano. Los gritos y las risas provenientes de una taberna lo llevaron a cambiar de acera desviandolo ligeramente de su rumbo. Fruncio el ceno y se abrocho la cazadora. Luego se enderezo y se dirigio resuelto hacia la casa de Kroner, como una paloma mensajera de camino a su palomar. Alli estaria Kroner esperando a Stich.

Pero no seria Stich quien se presentaria en su casa.

No se detuvo ni una sola vez hasta que llego a la puerta principal del palacete. Evaluo toda la fachada en su conjunto. Tan solo se veia luz en el primer piso. Dejando de lado el estudio de Kroner, estaban corridas todas las cortinas. De pronto se levanto una suave brisa. El cancel de la entrada apenas ofrecia abrigo. Gerhart se quedo mirando su dedo indice mientras este se acercaba indeciso al timbre de la puerta.

Tal como tenia por costumbre, Kroner se quedo de pie, de espaldas a la ventana, mientras estuvo hablando por telefono. Una mala costumbre, segun su mujer. «Pero quedate sentado, hombre -solia decirle-, al fin y al cabo, no tienes al emperador al telefono!» Sin embargo, asi se sentia mejor. Y aquel dia, en que Arno von der Leyen estaba en algun lugar alli fuera y podia aparecer en cualquier momento, mas que nunca. Se sentia intranquilo. En aquella postura, al menos podia echarse hacia atras y mirar por la ventana sin que nadie pudiera verlo desde la calle.

Era Frau Billinger la que habia llamado. Le hablaba en un tono mas bajo que de costumbre.

– ?No puede ser! ?Realmente la llamo Petra hace un par de horas? ?Pero si le dije que me avisara inmediatamente!

– ?No es verdad! Usted solo me dijo que lo llamara si aparecia por aqui.

– Podia haber imaginado que tendria cierto interes en saber que habia llamado, ?no le parece?

– Si, por eso lo llamo.

– ?Si, ahora, y no hace dos horas!

– Lo siento, Herr Schmidt, ?pero me deje llevar por una serie que daban por la tele!

– ?Pero supongo que un episodio de una serie no dura dos horas, por Dios!

– No, pero entonces empezo otra.

– Y ahora imagino que debe de haberse terminado. ? Que le dijo?

– Bueno, nada aparte de que se acercaria mas tarde al sanatorio. ?Y luego me pregunto por un ingles!

– ?Que ingles?

– No lo se. Pero le comente que Frau Rehmann habia recibido la visita de uno.

– ?Y?

– ?Nada mas!

Kroner estaba furioso. Colgo el telefono, golpeo la mesa con el puno y de una pasada con el brazo barrio los papeles que habia sobre la mesa y los tiro al suelo. Los descuidos eran imperdonables. Llevado por la ira, se habia

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