Laureen miro a Petra. Eran casi las siete menos cuarto. Pronto haria cinco horas que Petra habia hablado con Bryan en la taberna de Munsterplatz. Aparentemente, los tres hombres tenian controlada la situacion. Podian estar en cualquier sitio y podian no estar en ninguno.

– ?Estamos jugando al escondite, Petra?

– ?Al escondite?

Petra la miro. Laureen noto la creciente desesperacion en su corazon.

– Es posible -respondio Petra finalmente-. ?Si, podriamos decir que se trata de una especie de escondite, asi es!

CAPITULO 53

De haberse molestado en volver la cabeza al abandonar el hotel Colombi, Laureen y Petra se habrian dado cuenta de que los saltimbanquis de las calles peatonales del centro se habian trasladado al cesped que habia delante del hotel. Aquel pequeno parque que llevaba el nombre de Colombi era la zona verde mas centrica de la ciudad. Una excelente base para artistas ambulantes. Detras de aquellas personas sonrientes se alzaban unas plantas exuberantes contra la oscuridad creciente del verano tardio. Rodeaban otro hotel iluminado. Era un hotel sobrio y elegante, aunque un poco menos exclusivo que el hotel Colombi. Apenas cinco minutos antes, Bryan habia aparcado el BMW delante de la puerta principal de ese hotel que llevaba el nombre pomposo de hotel Rheingold. Alli llevaria a cabo el proposito mas acuciante de la tarde.

El encuentro con el viejo delante de la casa de Kroner lo habia asustado.

La conciencia de que el anciano le habia mentido acerca de su domicilio sin siquiera pestanear le habia hecho sospechar. Tras los acontecimientos del dia, no cabia duda del mensaje que se escondia detras de aquellas mentiras. Habia que tenderle una emboscada. De no haber seguido al viejo hasta la casa de Luisenstrasse, por pura intuicion o, mejor dicho, mas bien por indecision, no se habria percatado de que le habia dado una direccion falsa.

Y entonces, sin duda habria desaparecido de la faz de la tierra a la manana siguiente, en la zona alrededor de la calle que llevaba el nombre de Langenhardstrasse.

Aparte del engano patente, habia otra cosa del anciano que habia asustado a Bryan: una sensacion indefinible de imagenes,

palabras, formas y pensamientos que, una y otra vez, buscaban fundirse en un todo.

Sin embargo, aquel todo se resistia a mostrarse.

Aquellas circunstancias habian afectado el empeno que Bryan hasta entonces habia movilizado para profundizar en el asunto. Las ganas desaparecieron imperceptible aunque porfiadamente. Aun podia abandonar Friburgo aquella misma noche y conducir hacia el este un par de horas. Aun estaba a tiempo de asistir a la ceremonia de clausura de los Juegos Olimpicos de Munich del dia siguiente, de acuerdo con el plan trazado originalmente. Desde alli podria desplazarse a Paris.

Un dia mas o menos en la gran contabilidad no significaba nada.

En cambio, si Bryan decidia quedarse en Friburgo y cometia aunque solo fuera un pequeno error, tanto Kroner como Lankau y el viejo estarian esperandolo en algun lugar. Y teniendo en cuenta el gran riesgo que corria, ?por que quedarse en la ciudad? Al fin y al cabo, ahora ya sabia lo que podia esperar de ellos. Y siendo asi, haria bien en marcharse y volver en otra ocasion, si no podia ser de otra manera. Dejaria en manos de sus compinches el pequeno problema que suponia encontrar a Lankau y liberarlo. Un par de dias de ayuno no le harian ningun dano a un hombre de la corpulencia de Lankau.

Bryan habia repasado aquella posibilidad varias veces cuando se detuvo casualmente delante del hotel Rheingold. Lo unico que en aquel momento le importaba era si Laureen accederia a encontrarse con el en Paris, la capital del romanticismo.

El conserje del hotel Rheingold era gordo y servicial y su rostro se ilumino al ver el dinero de Bryan. Sin dudarlo ni un segundo, lo condujo a un apartado que habia detras del mostrador y lo dejo alli para que pudiera llamar tranquilamente por telefono.

Fue la senora Armstrong quien cogio el telefono. Eso queria decir que Laureen no estaba en casa. En el mismo instante en que la mujer de la limpieza aparecia por la puerta con su cuerpo huesudo, Laureen solia coger su bolso en el vestibulo y desaparecer disimuladamente.

– No, la senora no esta en casa.

– ?Sabe cuando volvera, senora Armstrong?

Bryan estaba convencido de que no lo sabia.

– No, lo siento mucho.

– ?Sabe a donde ha ido?

Tampoco lo sabia, de eso estaba seguro.

– No, todavia no he mirado la nota que ha dejado.

– ?La nota? ?Que nota, senora Armstrong?

– La que dejo antes de que se fueran al aeropuerto.

– ?Quienes? ?Se ha ido con la senora Moore al aeropuerto?

– Si, seguro. Ademas han cogido un avion las dos.

– ?Vaya!

Bryan no se sorprendio.

– ?Y ahora estan en Cardiff?

– ?No!

– Escucheme un momento, senora Armstrong, le agradeceria no tener que sacarle toda la informacion con pinzas. ?Seria tan amable de contarme donde estan mi mujer y Bridget Moore?

– No lo se. La senora Scott me dijo que lo habia escrito en la nota. Pero lo que si se es que no estan en Cardiff. Estan en algun lugar de Alemania.

Aquel comentario dejo a Bryan fuera de combate.

– ?Seria tan amable de leerme lo que dice esa nota, senora Armstrong?

Bryan intento calmarse.

– Un momento.

Una larga serie de ruidos le decian que la mujer trabajaba en el asunto. Bryan no paraba de moverse. El telefono hacia tictac sonoramente. El conserje no tardaria en pedirle mas dinero. Se sobresalto al oir a Bryan gritar el nombre del hotel en el que se hospedaba Laureen.

– ?Hotel Colombi de Friburgo!

Mientras Bryan salia por la puerta, el conserje protesto por su grito indisimulado. Consideraba que era absolutamente innecesario que un cliente hiciera publicidad a viva voz de la competencia, sobre todo cuando habia tenido la deferencia de poner a su servicio el telefono privado del hotel. Bryan ni siquiera lo oyo.

La recepcionista que estaba de guardia tras el mostrador del hotel Colombi supo en seguida a quien buscaba.

– La senora Scott ha salido, pero podra encontrar a la senora Moore alli mismo -dijo senalando con una una fulgurante y roja hacia un rincon del vestibulo.

– ?Pero Bryan! -exclamo Bridget, sinceramente sorprendida-. ?Vaya, vaya! Hablando del rey de Roma…

No era, desde luego, la primera vez que Bryan la veia achispada.

– ?Donde esta Laureen?

– ?Acaba de marcharse con la mamarracha extranjera! ?Y a mi que me zurzan! ?No le importa que me quede sola!

Se interrumpio a si misma y solto una risita tonta, obligando al botones que estaba mas cerca a volverse y mirar en otra direccion.

– Bueno, vaya, sola, sola tampoco estoy. ?Supongo que Ebert bajara pronto!

– ?No se de que me estas hablando, Bridget! ?Quien es ese tal Ebert, y con quien dices que se ha ido Laureen?

Bryan la cogio del brazo suavemente, obligandola a concentrarse.

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