– Entonces me temo que tendremos que volver a intentarlo. ?Quiero que me pidas clemencia a gritos! -Sus ojos atravesaron la nebulosa que rodeaba a Bryan-. Vas a ver a tu mujer morir aplastada en la prensa de uvas. Y tambien veras a Petra. Primero la cogeremos a ella, ahora que ya esta atada. Asi tendras tiempo de reponerte para cuando le llegue el turno a tu esposa. ?Un suave toquecito en el interruptor del lavadero y asunto resuelto! ?Finisimamente! Asi van las cosas cuando alguien me contraria. ?No crees que esto acabara con tu resistencia? - Lankau adelanto el labio superior e una mueca y apoyo la botella en la barriga-. Una pena para Stikch y Kroner que no te pillara antes. Pero ?que la vamos a hacer! El que rie el ultimo rie mejor.

Lankau resoplo y tomo otro trago. Tenia el pelo revuelto, el torso estaba mojado del agua de la piscina. Se puso en pie con gran dificultad y se inclino sobre Bryan.

– ?Agarralo por aqui, Gerhart! ?Hay que llevarlo al cobertizo!

CAPITULO 64

Cuando Lankau se disponia a agarrar a su victima desfallecida, vio la sombra desplazarse por el suelo de la terraza. Lo siguiente que noto fue un golpe violento que lo hizo tambalearse y lo envio de cabeza al agua.

– ?Maldita sea, Gerhart, eres un loco de mierda! ?Esta me la vas a pagar! -gimio Lankau mientras se agarraba a la escalera y salia de la piscina.

Cuando, con la irritacion a flor de piel, se disponia a escurrir el agua de la ropa, se dio cuenta de lo que habia pasado. Un error ridiculo y sencillo: habia permitido que Gerhart oyera lo que tenia pensado hacer con Petra. La conciencia de la pistola encima de la mesa le sobrevino subitamente; pero por entonces ya fue demasiado tarde. Detras de su victima arrodillada que ya ni siquiera se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor, estaba Gerhart Peuckert, de pie, como una estatua de sal, apuntandolo con la pistola.

– ?Que pasa, Gerhart? -dijo Lankau alargando la mano en un gesto conciliador-. ?Es que ya no somos amigos, tu y yo? -Sus pisadas resonaron oscuras y difusas cuando se acerco al hombre alto-. ?Ha sido lo que he dicho de Petra, Gerhart? ?Bueno, pues entonces te pido perdon! -Lankau lo miro fijamente a los ojos. La mirada de Peuckert era una fragua de odio. Lankau evaluo sus posibilidades-. Si solo era una broma, ?lo sabes, no? ?Que creias? ?Si solo se trata de hacer que el cerdo de Von der Leyen pase un mal rato! ?Ya lo sabes! -Un paso mas y lo golpearia-. ?No te preocupes por Petra, ella vale!

Fue lo ultimo que alcanzo a decir antes de que Gerhart empezara a gritar.

La protesta resulto tan terrorifica que los pajaros levantaron

el vuelo emitiendo graznidos y Lankau se quedo helado. Mientras aun se oia el eco del grito lleno de odio escampandose por el paisaje, la situacion ya habia quedado clara. Gerhart Peuckert no tenia la mas minima intencion de permitir que se le acercara. Su rostro habia adquirido un tono rojizo, habia abierto los labios y los dientes asomaban visiblemente. Lankau retrocedio un par de pasos y estuvo a punto de resbalar en el charco que el mismo habia dejado. Alzo los brazos y reculo describiendo una curva hacia la puerta que daba, al salon. El hombre que tenia delante no hizo nada, sino que permanecio inmovil y jadeante, observando su torpe intento de huida.

Cuando alcanzo el salon, se dio la vuelta rapidamente y corrio hacia el lavadero.

En el preciso momento en que su mano se poso en el interruptor principal del cobertizo, su perseguidor lo alcanzo, tal como lo habia planeado Lankau.

– ?Dame esa pistola de una vez, Gerhart! Si no, accionare el interruptor-dijo, encorvando el dedo-. Si no lo haces, no volveras a ver a Petra. ?Vale la pena?

– Oi lo que dijiste antes -replico Gerhart. Los musculos de su rostro todavia temblaban-. ?Lo haras de todos modos!

Gerhart llevo la pistola a la cabeza de Lankau y la apreto contra su sien. Al cabo de un rato, unos cardenales rodeaban la boca del canon.

– ?Tonterias, Gerhart! ?Estas demasiado mal para saber distinguir entre realidad y ficcion! -Los poros supurantes en el rostro de Lankau contrastaban con su voz pausada. Por un momento, sus pulmones parecieron vaciarse.

Con una lentitud pasmosa, Gerhart llevo la mano hasta la de Lankau, que todavia descansaba sobre el interruptor.

– ?No me toques o pulsare el interruptor! -amenazo Lankau, sudoroso, siguiendo la mano que se alzaba y sobrepasaba la suya.

Cuando, por fin, la mano nervuda y delgada de Gerhart se poso sobre la suya, Lankau dejo de resistirse. La mirada de Gerhart Peuckert era tranquila, viva y fria.

Lankau se estremecio cuando Gerhart acciono el interruptor. El chasquido que se oyo en el cobertizo acompano el destello de Iuz del patio. Lankau no sabia si habia oido un grito. El traqueteo caracteristico de la prensa significaba que ya estaba funcionando a toda maquina en torsiones endiabladas.

Durante los proximos minutos, Lankau obedecio las ordenes de Gerhart Peuckert sin rechistar. Rezaba para que al loco no se le ocurriera toquetear el seguro de la pistola mientras lo apuntaba con ella. Cada soplo de aire que inspiraba lo dedicaba a pensar en la manera de escapar de aquel loco que lo tenia en jaque.

Por exigencias de Peuckert, arrastro a Von der Leyen hasta la mujer, que no dejaba de llorar. Mientras tanto, intentaba recordar donde podia estar la escopeta de caza que parecia de juguete, que su esposa guardaba en algun lugar de la casa. Al pasar por delante de los trofeos y las armas exoticas que colgaban de la pared detras de la mujer maniatada, considero dar un salto y coger una, aun a riesgo de perder la vida.

Y, sin embargo, Gerhart Peuckert nunca le brindo esa posibilidad.

– Sientate a la mesa -ordeno Peuckert cuando Lankau hubo finalizado su mision. Ya no se oia ningun ruido extrano en la estancia. Amo von der Leyen estaba sentado en el suelo, cabizbajo, guinando los ojos, mientras intentaba sonreir a la mujer que estaba detras de el.

Una admiracion turbadora por la frialdad de Peuckert se apodero de Lankau, mezclandose con pensamientos febriles llenos de odio que, de momento, tendria que reprimir.

– Mete las piernas debajo de la mesa -dijo Gerhart sin siquiera mirarlo-. Arrastra la silla contigo.

Lankau bajo las comisuras de la boca y pego su gruesa barriga al borde de la mesa. El idiota estaba rebuscando en los cajones del secreter de su mujer.

– ?Escribe aqui! -exigio Peuckert a la vez que dejaba una hoja de papel pautado sobre la mesa.

– ?No sabes lo que haces, Gerhart! -El papel en blanco desgarraba la conciencia de Lankau-. ?No preferirias que te llevara de vuelta al sanatorio? ?Piensalo! De no haber sido por esos dos, no habria pasado nada. ?No es culpa mia! -Lankau maldijo y miro a Gerhart-. De no haber sido por esos dos, tu y Petra todavia podriais haber estado bien juntos, ?no es verdad? Y les haya pasado lo que les haya pasado a Kroner y a Stich, esto no habria sucedido. ?Estoy en lo cierto?

El boligrafo que Gerhart arrojo sobre la mesa era de la mujer inglesa. Lo habia recogido del suelo.

– ?Mata a esos dos! -dijo Lankau senalando con la cabeza a Bryan y a Laureen-. ?Disparales de una vez, hombre! ?No nos han traido mas que desgracias! ?Que podria pasar? ?Tu puedes!

?Eso lo se yo, Herr Standartenfuhrer Peuckert! Al fin y al cabo, nadie podra tocarte luego. ?Que iban a poder hacerte? Volveras al sanatorio, te lo prometo. ?Todo volvera a ser como antes! ?Volveras a ser Erich Blumenfeid! Piensalo bien, Gerhart. Nosotros cuidamos de ti. ?Te acuerdas?

La mano de Peuckert se cerro alrededor de la pistola. Inclino la cabeza levemente y miro a Lankau frunciendo el entrecejo.

– ?Lo recuerdo! -contesto, empujando la hoja de papel hacia la barriga de Lankau, que rebosaba sobre la mesa-. ?Escribe lo que ahora te voy a dictar!

– ?Quiza! -contesto el hombre de rostro ancho intentando calcular las balas que quedaban en el cargador de la Shiki Kenju.

– Nosotros, ciudadanos de Friburgo… -empezo Peuckert arrastrando las palabras-, somos Horst Lankau, Standartenfuhrer del cuerpo de monteros, alias Alex Faber, Obersturmbannfuhrer Peter Stich en las SS Wehrmacht y Sonderdienst, alias Hermann Muller, y Wilfried Kroner, Obersturrnbannfuhrer en las SS Wehrmacht, alias Hans Schmidt…

– ?No pienso escribir nada de eso! -replico Lankau dejando el boligrafo sobre la mesa.

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