«?Simulacion!»
El hombre tembloroso abandono su temblequeo al oir esa acusacion y dejo caer la cabeza sobre el pecho, consciente de su culpa y desenmascarado, listo para recibir su castigo.
De pronto, el oficial se detuvo en medio de su acceso de rabia y, todo jovialidad, extendio los brazos mientras hablaba empleando un tono suave y complaciente a su publico. Bryan alcanzo a entender que estaba intentando convencer a los demas posibles simuladores para que se entregaran; que no les pasaria nada siempre y cuando lo hicieran inmediatamente, mientras todavia estaban a tiempo.
Resultaba imposible mirar hacia donde estaba James, y aun mas imposible era entregarse, mientras ese monstruo negro siguiera examinandolos de aquella manera. «?No vamos a entregarnos, James!», imploro Bryan para sus adentros, dirigiendose sobre todo a si mismo.
El oficial estuvo esperando solicito y sonriente a que se produjera alguna reaccion en el grupo el tiempo que tardo Bryan en rezar un padrenuestro. De pronto dio un paso adelante y se coloco detras del culpable, desenfundo su pistola y ejecuto al delincuente con un tiro en la nuca antes de que tuviera siquiera tiempo de gritar.
Nadie reacciono, ni con un respingo. Un chorro de sangre broto de la nuca del hombre y se escurrio por el suelo hasta llegar a los pies de James. Bryan lo habia seguido disimuladamente con los ojos. James se habia quedado paralizado, su rostro estaba palido, aunque no mucho mas de lo que cabia esperar tras permanecer tanto tiempo en posicion de firmes.
Los dos guardias agarraron el cadaver y lo arrastraron por el suelo. Uno de los medicos seguia tapandose la cara con las manos en un reflejo retardado del
Bryan conto los segundos durante los que James permanecio detras del cortinaje. Cuando llego a dos mil, los soldados volvieron a sacar a James, distante y apatico. El hombre que debia entrar detras de el no se movio ni se inmuto por la llamada del medico que sostenia el cortinaje. Cuando los soldados lo asieron por los brazos para ponerlo en pie, se desplomo en el suelo. Entonces los guardias optaron por agarrar al siguiente en la cola, al que arrastraron sorteando el cuerpo del que se habia desplomado y que seguia gimoteando, aferrado a un nombre que repetia una y otra vez y que Bryan ya lo habia oido decir antes. ?Quien sabe si se trataba de una novia, de su esposa, de su madre o tal vez de su hija?
A unos pocos pasos de alli, James volvia a canturrear lenta y sordamente. Su vecino, un hombre enjuto con los ojos inyectados en sangre, parecia estar concentrado en algun pensamiento. Prisionero en su camisa de fuerza, dejaba que la orina goteara sobre el camison, cada vez mas humedo y oscurecido por el liquido amarillento.
Sin duda habia bebido con demasiada avidez del agua de la ducha mientras estuvo debajo de ella con los ojos abiertos, penso Bryan.
Se desperto sobresaltado. Alguien habia gritado: «?Dejadme en paz!» A lo mejor habia sido el, ya que lo habia entendido. La sangre se helo en sus venas al pensarlo y dirigio la mirada a la enfermera que acababa de atenderlo. Eso queria decir que solo habia estado ausente un instante. La enfermera lleno un vaso mas de agua e introdujo dos pastillas en la boca de su vecino. No habia oido nada. Tal vez solo fuera un sueno.
La seccion estaba en calma. Bryan echo un vistazo a su alrededor cautelosamente y maldijo el segundo en que el y James se habian separado, de camino a los barracones de madera. De no haber sido asi, ahora estarian uno al lado del otro. Sin duda, la situacion habria resultado mas reconfortante. Tal como estaban las cosas ahora, Bryan se encontraba en la cama numero cinco, a la izquierda de la puerta, mientras que James estaba en la otra punta, en el lado opuesto. Doce camas en el lado de Bryan y diez en el de James; teniendo en cuenta las dimensiones de la seccion, sobraban seis.
Solo habia medio metro de distancia entre las camas que, ademas, estaban colocadas a una distancia aleatoria de la pared, algunas de ellas delante de una ventana, otras entre dos ventanas, y la mayoria, ni una cosa ni otra. La impresion era de desorden total.
Ese local, de techos altos de color verde claro, de tal vez unos veinte metros de largo por diez de ancho, conformaba, tal como estaban las cosas, todo su mundo.
Ademas de la cama, sus pertenencias terrenales se limitaban a una silla descascarillada colocada en medio del pasillo central junto con otras veintidos, un camison, un par de zapatillas y un batin de una tela muy fina.
Aparte de cuatro camas que estaban ocupadas por heridos inconscientes envueltos en vendas, la seccion se fue llenando de soldados provenientes del mismo transporte, a los que se les ordeno meterse en la cama que casualmente tenian delante. Un par de soldados se dejaron los zapatos puestos en la cama y lograron revolver la ropa de cama antes de que las enfermeras hubieran acabado la ronda de distribucion de medicamentos. Se les suministro dos pastillas blancas a cada uno, que debian tragar con un sorbo de agua de un vaso que iba pasando de mano en mano y que las enfermeras rellenaban a medida que se vaciaba con el agua de una jarra blanca de esmalte.
Las enfermeras estaban a punto de concluir la ronda.
El olor indefinido de la primera comida no resultaba demasiado apetitoso, aunque si desperto el apetito de Bryan, que llevaba dias sin osar siquiera pensar en comida, pero cuya boca, de pronto, se fue llenando de saliva, convirtiendo los ultimos minutos de espera en una verdadera tortura.
Los grumos que cubrian el plato de esmalte parecian apio pero no tenian sabor. Tal vez se tratara de colinabo, Bryan no sabria decirlo. La familia Young estaba acostumbrada a otro tipo de comida.
El avido rascar de las cucharas en el plato y el mascar casi animal de los hombres se fue propagando por la sala como un incendio, dejando entender a Bryan que no se habian paralizado todos los sentidos de aquellos seres.
El plato de James ya estaba vacio y se balanceaba peligrosamente en el borde de la cama. La respiracion pesada y el rostro relajado eran Una prueba irrefutable de la capacidad de adaptacion del ser humano. Bryan envidiaba a James su sueno tranquilo. El miedo que tenia a ser descubierto lo atenazaba. Una sola palabra, y acabaria como el pobre de la sala de gimnasia que ahora estaba repantigado en la nieve, entre los barracones; lo habian visto al pasar,
Un sabor dulzon se mezclo con la insipidez del colinabo y un mareo creciente se fue introduciendo en la secuencia de ideas de Bryan. Las pastillas estaban surtiendo efecto. Asi pues, acabaria por dormirse, lo quisiera o no.
El vecino de la derecha estaba de lado, con la mirada fija en la almohada de Bryan. De debajo de la manta, aparentemente sin que el se diera cuenta, surgia el estruendo repetido y ahogado de los gases que emitia.
Esta fue la ultima impresion que tuvo Bryan antes de que el sueno lo venciera definitivamente.
CAPITULO 8
En el dia conmemorativo de los heroes se les concedio el derecho a escuchar el discurso de Hitler; fue la primera vez en los dos meses que llevaban ingresados en aquel lazareto. Con motivo de dicha conmemoracion habian subido la calefaccion y encendido todas las lamparas del techo. Los camilleros llevaron unos cables a traves de la sala hasta un pequeno altavoz que habian depositado sobre la mesa del fondo.
Se respiraba un aire rebosante de expectacion por todos lados y los enfermos no dejaban de moverse de un lado a otro de la sala. Mientras hablo el Fuhrer, la mayoria de las enfermeras se mantuvieron quietas, con los brazos cruzados, escuchando sus palabras, sonrientes y embelesadas. El hombre que Bryan tenia a su izquierda tan solo llevaba un par de dias consciente y no se enteraba de nada, mientras que la mirada del que se hallaba a su derecha parecia mas salvaje que de costumbre. Este ultimo empezo a aplaudir desenfrenadamente y no paro hasta que un enfermero le ordeno rudamente que dejara de hacerlo.
Hacia tan solo un dia que Bryan habia recibido su ultimo electrochoque y por eso todavia le resultaba dificil clasificar las impresiones. Todo aquel desproposito lo confundia. ?Como era posible que alguien fuera capaz de entender lo que aquella voz histerica proclamaba a gritos en aquella reproduccion metalica? Incluso el homenaje brindado a las amas de casa, novias y jubilados que habian dejado atras, a traves de los conciertos solicitados de los domingos, parecian ser una simple continuacion del tratamiento de electrochoques.