una forma grotesca mientras se balanceaban hacia adelante y hacia atras en movimientos apenas perceptibles, cerrando y abriendo los punos sin cesar.

James puso los ojos en blanco y senalo furtivamente su boca abierta con el indice. «Los han atiborrado de medicamentos», dedujo Bryan que le decia, a la vez que le daba a entender a James que lo habia entendido. Tambien a ellos los habian adormecido, el veneno ya habia surtido efecto y sus reflejos se habian vuelto lentos y su capacidad mental se habia atenuado notablemente. Si hubieran tenido la ocasion de ponerse en pie, sin duda se habrian caido al suelo inmediatamente.

Un sentimiento ambiguo se fue apoderando de Bryan: por un lado se sentia aliviado, y por otro, la preocupacion empezaba a dejarse notar. Asi pues, la marca roja los habia clasificado como dementes, algo que habia entrado en sus planes y que, por tanto, le producia alivio. Pero ahora que los habian metido en el mismo saco que aquel grupo de soldados retorcidos, ?que pensaban hacer con ellos? Resultaba facil imaginarse que el cuidado que la raza de los senores estaba dispuesta a dispensar a enfermos irrecuperables podia traducirse en una inyeccion letal o incluso en algo no tan sofisticado, en una bala, por ejemplo.

Eso decian los rumores.

Era evidente que no habian querido que ningun civil los viera en la estacion de mercancias. Y ahora atravesaban un pais desconocido envueltos en la oscuridad. Los vigilaban dos soldados. Asi fue como surgio la preocupacion.

Bryan intento sonreirle a James, y este le correspondio levantando el labio superior. Todavia no veia razon para preocuparse.

Por cada curva que tomaban, las piernas del soldado se balanceaban cerca de los pies de la camilla de Bryan. La carretera debia de serpentear, tornearse y retorcerse por el terreno nevado, siguiendo lindes, canales de drenaje, riachuelos y desniveles naturales. Habian llegado con el tren desde el norte a la Selva Negra y a la ciudad de Friburgo. Durante el trayecto, habian pasado por una serie de estaciones menores y apeaderos que podrian haber sido utilizados como lugar de descarga si realmente tenian intencion de dirigirse al sur. Tal como estaban las cosas, Bryan suponia que los llevaban en direccion norte o nordeste, hacia el interior de la Selva Negra.

Una vez alli, probablemente los harian desaparecer de una forma u otra.

De momento, el terreno era llano. James se mecia hacia adelante y hacia atras y empujaba a Bryan con la regularidad de! avance escalonado del segundero. El sonido del motor del camion rebotaba en los muros de las casas. La grava dio paso a los adoquines y, durante algunos segundos fortuitos, a la superficie roncera y arrulladora del asfalto, para volver a desembocar en carreteras de tierra, desgastadas y heladas. No habia ni un solo momento que se pareciera al siguiente y, sin embargo, su viaje se asemejaba a la eternidad. Bryan tomo nota de sus impresiones. Estaba seguro de que la proxima parada seria su ultimo destino en esta vida.

Una respiracion pesada acompanaba el sueno de James y abandonaba a Bryan a un sentimiento de desamparo y claustrofobia. Evoco para si la promesa que le habia hecho James en un intento de arrostrar las ganas de saltar que lo invadieron a medida que los medicamentos dejaron de surtir efecto.

Uno de los guardias dio un paso adelante y piso el muslo de Bryan con su bota claveteada. En su empeno de controlar el dolor, Bryan no advirtio que empujaron al enfermo contra el banco. En cambio si oyo como se rajaba el toldo con un chasquido cuando el demente choco contra el lado de la caja con los codos rigidos apuntando hacia atras.

De pronto, la mitad de la pared de lona se solto y los golpes de viento la arrojaron contra la cabina del camion. El soldado que indirectamente habia causado el accidente se desprendio de su fusil con tal mala suerte que James se desperto con un fuerte golpe de la culata y el fusil aterrizo de tal manera que acabo encanonando a Bryan.

Mientras el soldado se lanzaba contra el lado de la caja y asomaba todo el cuerpo al vacio, Bryan llevo la mano con cautela hacia el fusil.

Cuando sus ojos se encontraron con los de James, Bryan se detuvo. Su companero sacudio la cabeza ligeramente.

Detras de la silueta del soldado, el paisaje se ilumino mostrando reflejos de los campos cubiertos de blanco. Habia luz mas que suficiente para Bryan, cuya tarea consistia en observar el terreno sin tener en cuenta la hora del dia.

A lo lejos, en direccion oeste, en medio de la zona llana, se perfilaba un penacho gris que incluso un navegante recien salido de la academia seria capaz de reconocer. Un repecho desnudo surcado por las tormentas de invierno, un puesto avanzado cercano a Francia, un nexo entre la Selva Negra y Vogeserne con el pomposo nombre de Kaiserstuhl, desaparecio a lo lejos brindandole un nuevo punto de referencia. Las copas de los arboles desfilaban por la puerta trasera del camion. Bryan se incorporo sobre los codos. Unas figuras se movian por encima de las zanjas de drenaje en movimientos deslizantes. Tonos frescos y voces alegres los seguian en su viaje. Juegos invernales y patinaje por los canales helados. Un solo destello de la realidad y el rostro de la guerra adquiria una nueva expresion. ?Cuanto tiempo habia pasado desde que los jovenes de Canterbury, con Bryan y James entre ellos, doblaron las rodillas y, llenos de jubilo, corrieron a toda velocidad por debajo de los pequenos puentes que unian las sendas de los bueyes! Deslizamientos crujientes por el hielo, pasatiempos felices e ingenuos.

La siguiente curva le hizo perder el equilibrio y desaparecieron las copas de los arboles detras del toldo y el rostro sudoroso y autocomplaciente del soldado. Cuando finalmente el sinverguenza de las SS logro agarrar la lona, se abrio paso entre los dos enfermos sin por ello soltar la punta de la tela por el camino. Las botas del paticorto colgaban sobre las tibias de Bryan como dos plomadas, cada vez mas inclinadas. Eso queria decir que volvian a subir.

Ora el pesado vehiculo temblaba sobre los caminos cubiertos de guijarros, ora traqueteaba como si rodaran directamente sobre la roca desnuda.

Transcurrido algun tiempo recorriendo aquellos caminos, el transporte de enfermos se detuvo.

Varios hombres de blanco los aguardaban, listos para hacerse cargo de ellos. Sacaron la camilla de James antes de que tuvieran tiempo de despedirse con un apreton de manos. Los dos camilleros que habian agarrado la camilla de Bryan resbalaron en el suelo deslizadizo y a punto estuvieron de soltarla. Ante sus ojos aparecio una oscura zona despejada y cubierta de guijarros, rodeada por una franja estrecha de abetos muertos.

Al otro lado de esa franja, unas formaciones densas de pinos dominaban el paisaje ofreciendo abrigo contra las peores rafagas de viento. El paisaje se iba disolviendo en una neblina de cristales de nieve en las profundidades del valle que tenian debajo. Ni una sola luz desvelaba que hubiera vida en la Tierra de Promision. Bryan supuso que Friburgo se encontraba al sur.

Habian dado un rodeo hasta llegar al lugar.

El patio se hallaba parcialmente oculto detras del seto de abrigo. Los pasajeros, aturdidos, sortearon tambaleantes las camillas custodiados por los soldados que los habian acompanado. Bryan distinguio otro camion estacionado que ya habia sido evacuado. La tropa que habia abandonado el camion estaba formada mas abajo, cerca de unos edificios claros de tres plantas. El apagado brillo amarillento de las ventanas se poso suavemente sobre el patio. Bryan solto un grunido silbante al ver el signo de la Cruz Roja pintado en los tejados planos e inclinados. A pesar de la gran cantidad de sacos de arena apilados regularmente a lo largo de los muros, las rejas de las ventanas del primer y del segundo piso y las patrullas de perros, parecia tratarse de un hospital normal y corriente. Visto desde fuera, aquellos cubos superaban, en todos los aspectos, los lazaretos construidos a toda prisa que daban cobijo a los heridos de la Roya] Air Force. «Pero no te dejes enganar», penso Bryan mientras se iban acercando lentamente a los edificios.

Poco a poco, los enfermos se fueron reuniendo en uno de los extremos del patio. En total habia unos sesenta o setenta hombres esperando mientras pasaban los soldados con las camillas. Un poco mas alla, uno de los camilleros que transportaba a James intentaba subir el brazo que este habia dejado caer por el borde de la camilla y que seguia balanceandose descompasadamente. Enmarcados por una capa de hielo que despedia reflejos amarillentos aparecieron dos dedos formando el signo de la victoria, una pequena y discreta muestra de desprecio por la muerte.

En el lugar en el que estaban apostados aparecieron mas edificios diseminados por el terreno. Los fundamentos de dos de ellos estaban arraigados solidamente en la roca mientras que el resto se distribuia por una explanada bordeada de arboles. A lo lejos, los extremos de unos postes sobresalian por encima de unos acebos silvestres. Estos postes soportaban el alambrado que corria entre las paredes de roca. Mas alla, un cercado de alambre cortaba el terreno despidiendo un brillo helado a la luz de las farolas. Delante de la puerta

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