Al final, James solo se levantaba de la cama cuando Bryan dormia.
Sencillamente, no queria tener nada que ver con el.
CAPITULO 9
Gracias al Hombre Calendario, el tiempo no seguia su propio curso. Al Hombre Calendario, pues asi era como llamaba Bryan para sus adentros al hombre que ocupaba la cama situada enfrente de la de James, en la misma hilera que Bryan. El era quien habia agitado su piernas cortas sobre la camilla de Bryan durante el viaje en camion. Un hombrecito alegre que nunca abria la boca y que siempre se quedaba en cama y cuyo unico quehacer y obligacion diaria consistia en anotar la fecha en su expediente. Durante mucho tiempo, las enfermeras rabiaron contra su obsesion y solian castigarlo reduciendo sus raciones y contando mentiras sobre el durante las visitas medicas para que los medicos creyeran que era totalmente incontrolable y lo trataran con mayor dureza de la estrictamente necesaria. Por ello podia ocurrir de vez en cuando, despues de haber recibido un electro-choque, que el hombrecillo se mantuviera tieso como un arco en la cama, echado hacia atras y convulsionado por los calambres que recorrian su pequeno cuerpo.
Su salvacion llego con un nuevo cargamento de pacientes que de pronto un dia aparecio en el patio, de camino a uno de los bloques traseros. Este grupo de heridos iba acompanado por tres jovenes enfermeras que mas tarde reemplazarian a algunas de las que mayor empeno ponian en mortificar al Hombre Calendario. Transcurridos un par de dias, la mas delgada de las jovenes, seguramente un poco menor que Bryan y James, le regalo un pequeno cuaderno de papel grisaceo y basto y clavo una pequena tachuela sobre la cabecera de la cama para que sus apuntes diarios pudieran ser admirados por todo aquel que pasara por su lado.
Bryan no acababa de entender como el Hombre Calendario lograba distinguir un dia del otro despues de una tanda de electrochoques. Simplemente constataba que los dias perdidos eran recuperados milagrosamente con una exactitud deslumbrante.
A pesar de que estaban en el mes de abril, la humedad seguia atenazando la sala y todavia permitian que los pacientes se cubrieran con dos mantas por la noche. Bryan nunca se quitaba los calcetines e intentaba protegerse lo mejor que podia de la corriente fria que se colaba a traves de las contraventanas a prueba de bombas y se escurria por los cabezales de las camas. Ultimamente, muchos se habian resfriado y no dejaban de temblar y de toser.
Por lo visto, el hombre de la cara picada de viruela apenas notaba el frio y se dirigio, por tercera vez aquella misma noche, a la cama de Bryan para estrujarlo entre las mantas. El viento se habia serenado ligeramente y la sala estaba en silencio. Bryan cerro los ojos y noto como las dos enormes manos introducian cuidadosamente la manta por debajo de su cuerpo y le acariciaban la frente como si en vez de zarpas fueran patitas de gato. Entonces zarandeo a Bryan ligeramente y le pellizco la mejilla como si fuera un bebe, hasta que este abrio los ojos y le devolvio la sonrisa. De repente, el hombreton le susurro unas pocas palabras al oido y su cara se transformo por un instante; una mirada cautelosa y despierta que, como un rayo, abarco cada una de las facciones de la cara de Bryan, que al instante volvio a relajarse y a debilitarse. Entonces se volvio hacia el vecino de Bryan, le acaricio la mejilla y le dijo:
Finalmente se sento en una de las sillas del pasillo y dirigio la mirada hacia la cama de James. Los dos pacientes que ocupaban las camas contiguas a la del hombreton alzaron la cabeza y sus siluetas se dibujaron nitidamente contra la luz de la luna que entraba por la ventana. Tambien ellos observaban a James, que estaba tumbado en la cama.
Bryan miro de reojo por encima de la punta de la nariz y paseo la vista por la sala. Por lo que alcanzo a observar, el resto de los pacientes dormian. Le llegaron unos sonidos silbantes e intermitentes, acompanados por las sombras de los dos hombres que volvian a recostarse en sus camas. Volvieron a oirse unos sonidos silbantes y el malestar se apodero de Bryan, disipando el sueno que habia estado a punto de conciliar.
?Eran unos debiles susurros o el viento y los cristales de las ventanas, que vibraban?
A la manana siguiente, el hombreton seguia sentado en la silla. El paciente que los afeitaba cada dos dias habia entrado a gatas mientras aun dormian, y al ver a aquel individuo roncando con la cabeza apoyada en el pecho, habia prorrumpido en una risa tan estrepitosa que la enfermera de guardia habia acudido corriendo para llevarselo de vuelta a su seccion a toda prisa. La enfermera le propino un collazo al hombreton y sacudio la cabeza cuando, el intento aplacarla precipitandose hacia el pasillo en busca de su delantal.
Entonces ella suspiro profundamente y se dispuso a realizar las tareas del dia, ahora que, de todos modos, la habian despertado.
Algunos de los pacientes se estaban recuperando. El vecino de Bryan ya no yacia rigido en la cama con aquella mirada apatica e inmutable, sino que parecia estar tranquilo y relajado. Recibia constantes golpecitos amables de los enfermeros, a los que de vez en cuando hablaba de forma entrecortada. Otros ya habian abandonado la cama definitivamente y pasaban la mayor parte del dia sentados a la mesa que habia en el otro extremo de la sala, hojeando las revistas de los camilleros, llenas de amor, romanticismo e idilio alpino. De vez en cuando, dos de los camilleros de mayor edad causaban revuelo a su alrededor cuando se ponian a jugar a las cartas.
A medida que fueron abundando las horas de sol, fue creciendo el numero de pacientes que se acercaban a las ventanas para contemplar a los hombres de las demas secciones que jugaban y se reian en el patio. Eran soldados heridos de las SS con lesiones normales que jugaban a la pelota o saltaban al potro. Pronto les darian el alta.
Bryan podia seguir todo lo que pasaba en el patio si se sentaba con las piernas cruzadas en la cabecera de la cama y estiraba el cuello. Era capaz de permanecer en esa postura durante horas y horas, contemplando el cielo que se abria sobre las torres de vigilancia que flanqueaban la puerta de entrada y el paisaje quebrado y cubierto de bosque que se extendia detras de ellas.
Era tambien cuando adoptaba aquella postura que podia alcanzar los extremos de las patas de la cama, sacar los tapones de madera y echar las pastillas en los tubos de hierro que conformaban la cabecera. Desde que habian cesado los electrochoques, habia intentado evitar tragarse las pastillas cuando se las metian en la boca. De vez en cuando se tragaba alguna y otras veces ya estaban practicamente disueltas cuando por fin tenia ocasion de escupirlas en la mano. Sin embargo, el efecto final fue el esperado. Cada vez se sentia mas despejado. Las ansias de huir se iban imponiendo poco a poco.
Entre toda aquella congregacion de locos desconcertados y despistados, tan solo uno lo habia visto echar las pastillas en el tubo de la pata de la cama. Era el que habia permanecido con los ojos abiertos bajo la ducha el primer dia. Al principio, aquel hombre se habia infligido tantos castigos corporales que habia pasado un buen tiempo con la camisa de fuerza puesta, tumbado en la cama y totalmente aletargado por la medicina. Ahora, tres meses mas tarde, solia permanecer totalmente quieto, echado en la cama con la mano debajo de la mejilla y las piernas encogidas, mirando a los demas. Bryan habia atrapado su mirada en el mismo segundo en que habia dejado caer las pastillas, accion que fue correspondida con una sonrisa exagerada. Mas tarde, Bryan abandono su lecho y recorrio la hilera de camas hasta llegar a la de aquel hombre. Sus facciones estaban relajadas y los ojos no dieron muestras de reconocimiento cuando Bryan se inclino sobre el.
Mientras la primavera intentaba infructuosamente derretir la nieve negruzca del patio y conferirles vida a las sombras, Bryan inspeccionaba palmo a palmo el paisaje que se abria ante sus ojos.
Su bloque se hallaba en el extremo del complejo, casi pegado a las rocas, y tenia ventanas que daban al oeste. El sol de la tarde se ponia directamente entre las torres de vigilancia, arrojando sus rayos rojos y mates sobre los edificios que habia enfrente. A la izquierda, en direccion sur, estaba la cocina, que podia vigilar con mayor facilidad si se trasladaba a la ventana del pasillo que daba a la sala de banos. Hacia el suroeste habian construido unos barracones mas pequenos que alojaban a los guardias y a los equipos de seguridad. Desde la ventana de Bryan se apreciaba el frontis del anexo del personal medico auxiliar. A menudo veia como algunos se detenian en la entrada y constataba los esforzados intentos de los medicos mas jovenes por llevarse a las enfermeras a la cama. Aparentemente no lo conseguian nunca, lo que hacia que estas escenas resultaran comicas y sus protagonistas ridiculos, aunque no por ello le parecieran a Bryan mas humanos.
Hacia el norte, el edificio que habian construido a continuacion y paralelamente al suyo ocultaba la sala de gimnasia y toda la zona que se extendia detras de esta. Tambien algunas de las secciones que habia mas abajo