problemas en la sala.
– ?Por que? -objeto Lankau con una sonrisa en los labios-. ?Que importancia tiene que hayan atornillado todas las ventanas? ?Que podria impedir a un suicida arrojarse por una ventana cerrada?
Sin embargo, Kroner no se rio.
El rumbo que habian tomado las cosas era preocupante. Pronto Bryan retomaria las pequenas senales y los intentos de acercamiento.
Schmidt y Lankau seguirian durmiendo durante el dia, pero nada parecia indicar que Kroner tuviera intencion de dejarse sorprender.
Tendria que hacerselo entender a Bryan.
CAPITULO 16
Las enfermeras llevaban toda la manana dirigiendole sonrisas a Bryan.
El hombre de la cara picada de viruela lo animo con un gesto de la cabeza cuando paso por su lado con el carrito cargado de ropa blanca y senalo hacia la puerta giratoria. Una comision de enfermeras de entre las que Bryan solo reconocio a un par se acerco a el con movimientos rigidos, disponiendose a cantarle sin demora. El entusiasmo y la fuerza que demostraron eran dignos del coro de una opera de Wagner. Sin embargo, la calidad dejaba mucho que desear.
Bryan retrocedio, deseando que desaparecieran. En su lugar, una de las enfermeras mayores se inclino sobre la cama y se llevo las manos al pecho. Su voz era como la de un baritono. Bryan temio que diera un salto y se plantara encima de la cama. Unos cuantos pacientes empezaron a aplaudir y la supervisora de las enfermeras le hizo entrega de un paquetito envuelto en papel de seda. Luego hizo una sena ligeramente apremiante hacia la retaguardia, donde aparecio un miserable pedazo de algo indefinido de color marron entre las manos de un enfermero. Por lo que Bryan pudo descifrar del borde deshilachado y la superficie ondulada, se trataba de un trozo de pastel adornado con una diminuta esvastica. Todos a su alrededor resplandecian de felicidad- Mas tarde, el medico mayor contemplo codiciosamente el trozo de pastel y le sonrio amablemente por primera vez. Tenia los dientes podridos.
Bryan se reclino en la cama y contemplo con desazon aquella pieza seca de reposteria. Era el centro de atencion en el cumpleanos de otro hombre; el primero que se celebraba en aquella sala.
Hacia poco que James habia cumplido los veintidos, acontecimiento que por razones obvias habia pasado sin pena ni gloria. Bryan habia intentado enviarle un pequeno saludo, pero James se habia limitado a fijar la vista en el techo.
Durante los ultimos meses, James habia permanecido en aquella postura casi ininterrumpidamente. Cada vez resultaba mas dificil imaginar como iban a poder llevar a cabo los planes de evasion con su participacion.
Era comprensible que James se hubiera dejado llevar por la nostalgia el dia de su cumpleanos. Pero ?que podia decirse de los restantes? ?Por que se aislaba de aquella manera? ?Cuanto tiempo tendria que esperar?
Bryan pellizco el pastel y fe ofrecio unas migas a su vecino que, como de costumbre, junto los talones y se las comio como si se lo hubieran ordenado. Debia de ser solo cuestion de dias hasta que aquel hombre fuera devuelto al infierno. Aquel necio parecia alegrarse de ello y pasaba la mayor parte del dia al lado de la ventana, de espaldas a la sala, contemplando el paisaje ondeante y verde que se extendia mas alla de las torres de vigilancia.
Cuando el hombre de la cara picada de viruela y su compinche de la cara ancha trajeron la comida, el cielo empezo a retumbar desde el norte. Las descargas no se prolongaron durante mucho tiempo, pero si el suficiente para que un oficial experimentado de las fuerzas aereas inglesas se sorprendiera. Bryan dirigio la mirada hacia James, que estaba acostado en la cama con las manos debajo de la nuca.
Los ruidos secos provenian de un lugar lejano. Algunos murmuraron Baden-Baden; otros mencionaron Estrasburgo; finalmente, Vonnegut saco el garfio por la ventana y le grito los nombres de ambas ciudades a una mujer de la limpieza que limpiaba el suelo entre las sillas de rodillas, como si nada ni nadie le importara lo mas minimo.
De pronto, el ruido se hizo ensordecedor y algunos de los pacientes se pusieron en pie para poder seguir el resplandor del fuego cruzado que se iba haciendo cada vez mas visible en el cielo a medida que menguaba la luz del dia. Estrasburgo ardio durante toda la noche, emitiendo un debil halo de luz anaranjada en aquella noche de verano.
«Se estan acercando -penso Bryan, y rezo por los amigos en el aire, por si mismo y por James-. Tal vez la proxima vez le toque a Friburgo. ?Entonces entraremos en accion. James!»
Uno de los pacientes que, hasta entonces, habia estado sumido en la apatia, empezo de pronto a moverse de un lado a otro, siempre seguido por otro paciente delgado de cuello rigido que preferia girar todo el cuerpo a girar la cabeza. Los dos hermanos siameses llevaban toda la manana plantados delante de la ventana del Hombre Calendario, escrutando paciente y silenciosamente el valle, como si se estuviera avecinando algo mas. Cuando el fuego sobre Estrasburgo alcanzo su maximo y las explosiones retumbaron debilmente entre las montanas marginales, el hombre flaco tomo a su companero del brazo y apoyo la cabeza contra su hombro.
En la otra punta de la sala, el Hombre Calendario volvia de una de sus escasisimas visitas al bano. Alli se encontro con los hermanos siameses, que sacaban las cabezas a traves de los barrotes de la ventana. El Hombre Calendario gruno y agarro en Afano la rodilla del flaco en un intento de alejarlo de su territorio.
Bryan los observaba, dispuesto a seguir su ejemplo. Realmente se avecinaba algo. Los hermanos siameses habian tenido razon. El suave zumbido era arrojado contra la montana para luego ser absorbido por los arboles. «Se dirigen al sur. ?Tal vez a Italia!», penso Bryan dirigiendo la mirada hacia James.
Unos segundos despues, los gemelos se estremecieron. Las explosiones sordas llegaron desde atras, retumbaron sobre el hospital y siguieron su trayectoria hacia la pared de roca, a unos ochocientos o novecientos metros, para luego volver como ecos cavernosos que apenas se distinguian entre si. Los aviones debieron de llegar desde el oeste siguiendo una linea que corria al sur del lazareto. Tal vez las formaciones se habian deslizado sobre Colmar, o quiza el viento habia jugado a la pelota con el sonido, jugandole asi una mala pasada a Bryan.
De todos modos, los bombardeos de Friburgo eran una realidad.
–
En el exterior sonaban las sirenas y se oia el crujido de pasos apresurados y puertas que se cerraban de golpe. Un guardia apostado en la puerta de salida al patio senalaba el camino que debian seguir con el rifle, para que nadie tuviera ni la mas minima duda de que tenian que seguir adelante, rodear la barandilla de acero y meterse por la entrada del sotano de la Casa del Alfabeto. Por detras, los perturbados presionaban. Los sucesos que los habian hecho enloquecer emergian por culpa de los estampidos y la agitacion.
El sotano estaba dividido en dos secciones. Una hilera de celdas estaba provista de puertas grises de acero desde donde les llegaban incesantes quejidos y gritos apagados. A la derecha, una puerta conducia al interior de una estancia cuyo tamano correspondia a la mitad de la sala que normalmente ocupaban. Sin posibilidad de recular hacia James, Bryan fue empujado hacia adelante hasta que de pronto se vio encerrado en la esquina mas alejada, viendo corno entraban pacientes a veintenas a traves de la estrecha puerta.
James estaba de pie en medio de la sala, justo debajo de una de las debiles lamparas parpadeantes que pendian del techo, con la mirada perdida en la nada. El hombre de la cara picada de viruela lo sostenia por los hombros. Varios de los lisiados fisicos del bloque vecino sufrian dolores debidos a sus heridas y a la postura erguida que se habian visto obligados a adoptar e intentaban hacerse sitio con el fin de que no los empujaran y de poder ponerse en cuclillas.
El personal estaba ocupado, intentando acallar a los elementos mas descontentos e inquietos y procurando que nadie fuera aplastado. Un joven enfermero de mirada perdida se desesperaba y respiraba pesadamente sin hacer caso del sudor que se escurria por su rostro. Tal vez su familia se hallaba en el lugar mas caliente.
Bryan se balanceaba hacia adelante y hacia atras canturreando una melodia interminable, tal como habia hecho James al principio. Por cada movimiento que hacia iba abriendo un hueco por el que colarse, sin riesgo de