indeterminada.

Ataron al flaco a aquel poste y asi, atado, lo ejecutaron delante de los pacientes con los que habia compartido sala, aire y vida durante mas de medio ano. En el momento en que sono el disparo, Bryan volvio la cabeza y fijo la mirada en James, que se encontraba a cierta distancia de el, en la primera fila, con el hombre del rostro picado despuntando a su lado. El sobresalto que aquel disparo provoco en James no dio lugar a dudas acerca de su estado emocional y, ademas, su mirada estuvo demasiado presente durante algunos segundos, febrilmente clavada en el cuerpo que en aquel momento caia hacia adelante, convulsionado en unos ultimos espasmos. No fue la ejecucion ni tampoco la reaccion de James lo que hizo brotar el sudor frio en la frente de Bryan, sino el gesto que el hombreton del rostro picado le hizo al de la cara ancha mientras miraba fijamente a James.

Paso algun tiempo hasta que volvieron a atar a otro hombre al poste y lo ejecutaron. Bryan no supo nunca quien habia sido el impenitente. No se trataba de un paciente de la Casa del Alfabeto. Sin embargo, de lo que no cabia duda era de que lo habian pescado intentando sustraerse al servicio militar. Tales contravenciones eran castigadas con dureza y sin piedad y eso es lo que se pretendia transmitir a los demas pacientes.

La vision de la cabeza del flaco cayendo hacia adelante no habia impresionado a su gemelo que, evidentemente, no se habia enterado de lo que habia ocurrido. Nadie hizo ningun intento de consolarlo; nadie lo interrogo. Despues de la ejecucion, retiraron la cama del flaco, fregaron el suelo de la sala, los premiaron con sucedaneo de cafe y dejaron que Vonnegut enchufara el altavoz para que los violines y los timbales apaciguaran los corazones de los enfermos.

Al fin y al cabo, los hombres de la seccion estaban en tratamiento.

CAPITULO 19

Despues del dia en que tuvo lugar la ejecucion, todas las semanas empezaron a oirse disparos procedentes de aquella misma zona. Aparte de los simuladores, que habian abandonado los cuchicheos nocturnos, y de James, que se pasaba el dia echado en su rincon y que solo reaccionaba cuando le llevaban la comida, la vida seguia su ritmo habitual.

Era evidente que los simuladores, sobre todo el hombre del rostro picado, seguian alertas. Sin embargo, mientras que antes se habia pasado el dia guinandole el ojo a todo aquel que se le pusiera delante y siempre habia tenido una palabra amable para con sus companeros de sala, ahora su mirada era vigilante y se habia vuelto parco en palabras. Bryan sabia lo que pensaba y que pensaba lo mismo que el. ?Cuantos impostores quedaban todavia por descubrir?

El hombreton tenia el ojo puesto en James. Mas de una noche, Bryan habia sorprendido a los tres simuladores sentados el uno al lado del otro con la misma expresion de pocos amigos, mirando fijamente a James. Estaba claro que sospechaban de el. Sin embargo, dos de ellos no lograban mantenerse despiertos y, a los pocos minutos, se les cerraban los ojos. Dejaban que las pastillas surtieran efecto. En cambio, el simulador del rostro picado de viruela era capaz de mantenerse despierto durante horas.

Al principio, Bryan creyo que, antes o despues, los simuladores dejarian en paz a James. ?Que podian temer de alguien que, poco a poco, se habia ido sumiendo en un sueno que solia prolongarse durante todo el dia? Hasta que un buen dia, el Hombre Calendario se puso a gritar y a agitar los brazos mientras senalaba a James, y Bryan se percato de que las cosas no iban tan bien como el habia imaginado. La hermana Lili habia acudido a la sala en seguida y habia golpeado la espalda de James, que estaba palido y carraspeaba, ahogado.

Al dia siguiente, a la hora de comer, se repitio la escena. Durante los dias que siguieron, Bryan decidio sentarse encima de la cama en lugar de tomar asiento en el borde de esta, delante de la mesa, como tenia por costumbre hacer a la hora de comer. Desde alli podria seguir tranquilamente los intentos que hacia James de tragarse la comida hecha pure. Mientras la sala se llenaba de los ruidos alegres de platos entrechocando, mandibulas batientes y eructos placenteros, James solia quedarse traspuesto con la mirada fija en el plato, como si intentara reunir apetito para atacarlo. Finalmente, justo antes de que recogieran el servicio, James dejaba caer los hombros como en un suspiro y conseguia tragarse un par de cucharadas. Inmediatamente despues empezaba a toser. Despues de seis dias, durante los cuales se habia repetido el mismo incidente, Bryan se levanto de la cama y se dirigio canturreando y con el plato de comida alzado en el aire hacia la mesa de Vonnegut. De haber estado presentes Vonnegut o la hermana Lili, le habrian ordenado que volviera a la cama inmediatamente. Sin embargo, aquel dia un paciente habia sido sometido a un tratamiento de choque especialmente violento y tanto el enfermero como la enfermera estuvieron muy atareados antes de la visita medica. Primero, Bryan coloco el plato en el borde de la mesa de Vonnegut y empezo a engullir la comida. Su lengua seguia estando muy hinchada pero cicatrizaba satisfactoriamente. Los simuladores seguian su actividad deglutoria con gran interes y alternaban su atencion entre el y el cuerpo petrificado del rincon. Aunque sin duda James intuia que Bryan lo observaba, no alzo la vista ni una sola vez.

Fue entonces cuando James se decidio a engullir una cucharada y luego otra. Tan solo los separaban unos pocos metros. En ese momento, Bryan presiono el canto del plato hondo en un intento de evaluar su resistencia y su peso.

En el mismo instante en que arranco el ataque de tos de James, Bryan golpeo el borde de su plato, que salio disparado por el aire y fue a dar directamente contra la pata de la cama, al lado del pie de James. El estrepito fue ensordecedor e hizo que todos levantaran la cabeza de sus platos. Con una mueca de disculpa, Bryan se precipito detras del plato, que aparentemente se le habia escapado de las manos.

Cuando llego al lado de James se detuvo en seco y le solto una risa ahogada y tonta mientras senalaba con un dedo el suelo manchado y el plato voladizo. James no aparto los ojos de su propio plato. Entre los pedazos de codillo de cerdo y apio gris y pasado habia algo indefinible, mas parecido a excrementos humanos que a cualquier otra cosa.

Bryan se inclino bromeando hacia adelante y hurgo en el plato con su cuchara mientras volvia a canturrear entre dientes. Resultaba dificil reprimir las nauseas que subian por su garganta. Efectivamente, la porcion de James contenia excrementos humanos.

El hombreton de la cara picada no oculto la risa, mientras el simulador de la cara ancha se precipito hacia James y le arranco el plato de las manos. Entonces recogio el engrudo del suelo, lo deposito en el plato y salio corriendo hacia los lavabos.

Bryan no tenia ni idea de como habian llegado aquellos excrementos al plato de James, pero no cabia duda de dos cosas: los simuladores eran los responsables y habian pretendido mantenerlo en secreto.

Llevaban varios dias acosando a James de aquella manera. Era una guerra abierta, desigual y despiadada, cuyo unico objetivo era conseguir que James se descubriera. Y tal vez lo habian conseguido. James habia reaccionado; se negaba a comer.

James paso toda aquella tarde sentado en el borde de la cama sin que nadie lo molestara.

No habia nada que Bryan pudiera hacer por el.

Un par de contraventanas chocaron contra una ventana de forma tan repentina que el eco ni siquiera se habia apagado cuando Bryan se desperto de un sobresalto. En la cama de al lado, el oficial de la division acorazada resoplaba pesadamente. Mas alla, en la misma fila, el hombre que habia mantenido el rostro alzado contra el chorro de la ducha se habia incorporado y apoyaba la espalda contra la cabecera de su cama con la mirada perdida en la fila de delante.

La luz de la noche veraniega que se colaba por las ventanas era palida. Las siluetas de los simuladores se erguian en medio de la oscuridad dejando helado a Bryan. Los tres habian rodeado la cama de James. Uno se habia colocado en la cabecera, otro en medio y el ultimo a los pies de la cama. De vez en cuando levantaban un brazo y le propinaban un golpe. Lo que aquellos golpes le hicieron a James ni siquiera se tradujo en gritos. Los jadeos solian llegar mas tarde, cuando finalmente lo dejaban en paz.

«No volvereis a tocarlo nunca mas», los amenazo Bryan entre dientes al ver como James se tambaleaba de camino a los banos con pasos titubeantes.

Sin embargo, volvieron a tocarlo como les vino en gana. Hasta entonces no le habian marcado la cara y, no obstante, todas las noches se oian unos golpes secos que provenian de la esquina mas apartada de la sala.

Bryan temia por la vida de James. En mas de una ocasion estuvo a punto de gritar, de agarrar la cuerda para avisar a la enfermera de guardia, de lanzarse entre los torturadores de James. Pero los anos de guerra van

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