que protestaran los pacientes que lo rodeaban. «Sigue, alarma aerea, sigue, no te pares», pensaba Bryan mientras se iba acercando a balanceos lentos al lugar en el que se hallaba James. La luz del techo se habia estabilizado. Los sonidos del exterior se confundian con los gemidos de los pacientes.
Uno de los companeros de Bryan lo agarro del camison y empezo a insultarlo atropelladamente en una suerte de disparate escupido. Sus ojos eran pesados, y la mano que lo agarraba, flacida. A Bryan le resultaba increible que aquel hombre tuviera fuerzas para mostrarse tan agresivo. Entonces Bryan agarro el pulgar del hombre obligandolo a soltar el camison. Miro hacia James.
La mirada con la que se encontraron sus ojos era nueva. No rezumaba odio, ni siquiera ira, pero lo rechazaba y era amenazante y mortifera.
Bryan se detuvo en medio de su canturreo y resoplo pesadamente. James desvio la mirada. Luego volvio a dar unos pasos hacia adelante y volvio a aparecer aquella mirada. El hombre del rostro picado recorrio la nuca de James con la mirada y siguio la direccion que senalaba su nariz. Bryan no tenia forma de saber si habia conseguido bajar la mirada a tiempo.
La sensacion de que era observado no lo abandono hasta que volvio a meterse en la cama.
La estancia en el sotano le habia dado mucho en que pensar. Los gritos en las pequenas celdas a lo largo del pasillo, que todos habian podido oir pero contra los que nadie habia reaccionado, ni siquiera cuando volvieron a abandonar el refugio antiaereo. ?Quien podia haber acabado asi? ?Que les habia pasado? ?Acaso los doctores Holst y Manfried Thieringer no conocian el numero de electrochoques que, a la larga, era capaz de soportar el cerebro humano? ?O tal vez se trataba del castigo que les esperaba a Bryan y a James si eran descubiertos? ?Se convertirian en seres desdichados como los del sotano?
Y luego estaban las miradas de James y del hombre del rostro picado.
Por la noche, aquel hombre y su companero inseparable de la cara ancha volvieron a comportarse de la manera habitual, siempre sonrientes y solicitos con los companeros cuando repartian los platos y los cubiertos. A pesar de que el hombre de la cara ancha casi siempre se pasaba el dia durmiendo, solia deambular por los pasillos cuando se acercaba la hora de la comida, trayendo los cubos de comida de la cocina que se hallaba a un par bloques del suyo. Todo el mundo sonreia alegremente a aquellos dos hombres cuando pasaban por su lado transportando su pesada carga.
Aquella noche, el gigante del rostro picado le guino el ojo a su compinche. El movimiento apenas fue perceptible, pero Bryan lo registro. En el mismo instante en que hubo guinado el ojo, volvio la cabeza hacia Bryan, quien se vio sorprendido por aquella mirada, aunque tambien dispuso de la suficiente sangre fria para soltar por la boca la saliva que habia acumulado delante de la lengua, dejando que se llenaran las comisuras de sus labios y el hoyuelo de la barbilla.
El gigante recoloco el plato que tenia delante y echo un cucharon mas de pedazos de salchicha al lado de los mendrugos de pan. El paciente afortunado intento evitar desagradecidamente tal muestra de generosidad. Sin embargo, el gigante del rostro picado de viruela no se dio ni cuenta; solo tenia ojos para la barbilla de Bryan.
Desde el primer dia en el hospital, Bryan habia aprendido algunos vocablos alemanes, aunque su significado no siempre era totalmente univoco. Sin embargo, las conjeturas y la acentuacion de las frases y las expresiones de las caras de los que hablaban le habian permitido adivinar el estado en el que se encontraban sus companeros en un momento dado y, hasta cierto punto, lo que los medicos esperaban de su evolucion.
Aquel aprendizaje exigia una enorme concentracion, y ese no era precisamente el punto fuerte de Bryan cuando se encontraba en medio de una tanda de electrochoques. Una vez habia desaparecido la debilidad de los primeros dias, el mundo que lo rodeaba se presentaba en imagenes distorsionadas que se movian con una lentitud exasperante.
Bryan sabia que debia mantener la mirada alejada del hombre del rostro picado. Si su sospecha era justificada, estaban sucediendo ciertas cosas en la sala que todavia no entendia y con las que debia tener un extremo cuidado. A menudo, el hombre del rostro picado se inclinaba sobre el cuando estaba adormilado. Aquel hombre gigantesco cambiaba constantemente el tono de su voz y asustaba a Bryan con su chapuceo amable y su simpatica sonrisa. Bryan no entendia nada. «Cuidate mucho de descubrirte ante este hombre», se repetia una y otra vez cuando notaba el aliento de aquel hombreton sobre su rostro. «?Concentrate!», se renia Bryan mientras luchaba por sacudirse la apatia de encima.
Desde el bombardeo de Friburgo, la atmosfera en el hospital habia cambiado. Varios de los jovenes enfermeros habian sido destinados a servicios en el frente o a la reconstruccion de los pueblos de los alrededores. El volumen de trabajo en las distintas secciones habia aumentado y el numero de heridos que entraban por las puertas de acceso ya habia empezado a superar el numero de los que la cruzaban en el sentido contrario. Se habian visto obligados a convertir la sala de gimnasia en lazareto de urgencia. Era una simple cuestion de tiempo hasta que le tocara el turno a la Casa del Alfabeto. Los heridos siempre vendrian en primer lugar.
La preocupacion estaba dibujada en los rostros del personal; muchos habian perdido a familiares durante los bombardeos. La pequena Petra se persignaba quince veces al dia y apenas le dirigia la palabra a quien no fuera James. Las sonrisas y las pequenas amabilidades se habian ido espaciando.
Todo el mundo se limitaba a cumplir con sus obligaciones.
CAPITULO 17
La sexta vez que vio a Bryan pasearse arriba y abajo entre la cama y el bano, la enfermera a la que llamaban hermana Lili perdio la paciencia. Aunque todo el mundo sabia que en el segundo dia despues de un tratamiento de choque el paciente estaba increiblemente sediento y agitado, habia otras cosas que hacer que dejar pasar constantemente a un paciente inquieto y sediento.
Antes de que el personal sanitario hubiera terminado de cambiar las sabanas, ya le habia vuelto la molesta sequedad de boca. Bryan seguia los movimientos de aquellas manos expertas y rapidas que estrujaban sabanas y fundas de almohada. Recosto la cabeza pesadamente contra el lecho de olores clinicos. La cavidad bucal se cerro alrededor de la lengua y la inmovilizo, mientras el sabor dulzon se extendia por sus mejillas. Aunque Bryan se mordio la mejilla, no se produjo ni una sola gota de saliva.
Desde la cama del hermano siames flaco llegaron unos alaridos irritados y Bryan alzo la cabeza. El hombreton del rostro picado de viruela habia querido darle de beber, pero al flaco no le gustaba que tocaran su cama e intento zafarse de aquel contacto. Tales acercamientos solo le estaban permitidos a su hermano siames. Bryan contemplo flematico la escena y volvio a intentar tragar al ver el vaso de agua que el hombreton presionaba contra los labios apretados del flaco. El contenido cristalino del vaso chapoteaba tentadoramente cada vez que el flaco se defendia como si fuera un nino travieso. Bryan levanto la mano y la agito hasta que el giganton finalmente dio fin a su broma y se volvio hacia el. Una ancha sonrisa se extendio por sus labios mientras se acercaba a grandes trancos a Bryan, alargando la mano que sostenia el vaso. El agua era increiblemente refrescante. El giganton vio como Bryan vaciaba el vaso con avidez y se disponia a volver a la mesa sobre ruedas para volver a llenarlo cuando, al girarse, tropezo con la cama. Las pastillas produjeron tal ruido al entrechocar dentro de la pata de la cama que Bryan creyo que todo el mundo se quedaria paralizado y lo mirarla acusadoramente. La sequedad bucal volvio subitamente. El hombreton de la cara picada se dio la vuelta lentamente y fijo la mirada en la cama. La zarandeo ligeramente con un golpe de rodilla, pero esta vez las pastillas no tintinearon. Bryan empezo a toser y el enfermero que en aquel momento estaba atendiendo al Hombre Calendario se acerco corriendo y le golpeo la espalda. El hombreton se quedo observandolo durante un rato hasta que, por orden del pequeno enfermero, se acerco de mala gana al carrito a por otro vaso de agua.
Durante el resto del dia, Bryan apenas oso moverse, a pesar de que tenia la sensacion de que las pastillas habian caido hasta el fondo de la pata y de que ya no volverian a hacer ruido.
Aparentemente, el giganton era el unico que se habia dado cuenta.
Alrededor de la medianoche, unas nubes taparon la luna y Bryan considero que habia llegado la hora de deshacerse de las pastillas. Aquella noche no habia nadie moviendose por la sala, ninguna sombra que se dibujara contra la puerta giratoria. Cuando se sintio seguro de que era el unico que estaba despierto, salio de la cama y levanto la pata derecha de la cabecera. Nadie habia sacado el tapon del extremo de la pata desde que, en su dia, el fabricante lo habia remachado. Bryan lo retorcio con tanta fuerza que la carne de las puntas de las unas se solto. Se vio obligado a cambiar de mano incesantemente, a la vez que intentaba evitar jadear. Cuando finalmente