ocupada. Incluso Friburgo habia sido atacada. Los norteamericanos avanzaban, los aliados se habian reunido en territorio aleman. Y cuando todo hubiera terminado, deseaba que Gerhart Peuckert siguiera con vida.

Tanto por ella como por el.

«Nuevas directrices de Berlin. El cuartel general de la asistencia sanitaria de la Wehrmacht ha llegado finalmente a una conclusion con respecto a la conferencia celebrada en el mes de agosto. -Las mangas de la bata de Manfried Thieringer se doblaron y dejaron al descubierto sus delgadas munecas-. Se exigira la maxima atencion ante posibles casos de simulacion. El lazareto de Ensen ya ha tomado medidas al dar de alta a todos los casos discutibles, destinandolos inmediatamente al frente.» El medico paseo la mirada por la pequena estancia. El habia decidido personalmente desalojar la antigua sala de conferencias y convertirla en una sala hospitalaria cuando la presion sobre las secciones se hizo insostenible. La construccion de nuevos barracones no bastaba para satisfacer las necesidades. Las luchas en el frente oriental y, recientemente, la batalla de Aquisgran les habia dado demasiado trabajo. Hasta entonces no les habian brindado la oportunidad de volver a la situacion normal.

Las directrices de Berlin les proporcionarian mas espacio.

Los ojos del doctor Holst se empequenecieron detras de los gruesos cristales de sus gafas.

– El lazareto de Ensen apenas trata a pacientes que no padezcan neurosis provocadas por la guerra. ?Oue tiene eso que ver con nosotros?

– Tiene que ver, doctor Holst, que si no hacemos lo que han hecho ellos, nuestros resultados pareceran demasiado pobres. Y entonces nos exigiran que les demos la ultima inyeccion a los restantes, o que les aumentemos la dosis de sus queridos clorales, trionales y veronales, doctor Holst. Y luego, siempre podemos ofrecernos para servir en el frente, ?no le parece? -El doctor Thieringer miro fijamente a su adjunto-. ?Es consciente de lo privilegiados que somos, doctor Holst? De no haber sido porque la esposa de Goebbels apelo a su marido para que exigiera que los lazaretos, en general, dispensaran un trato mas favorable a sus pacientes, nuestra labor primordial ahora mismo consistiria en liquidar a dementes. Mas ajusticiamientos piadosos, ?no es asi? Causa de la muerte: gripe. ?Se lo imagina? Al menos ahora solo son los pocos chillones que acaban en el sotano los que nos dan problemas.

El doctor Thieringer sacudio la cabeza y prosiguio:

– No, senor mio, haremos lo que esperan de nosotros. Empezaremos a dar de alta a algunos de nuestros pacientes. En caso contrario, se habran terminado los experimentos en la Casa del Alfabeto, doctor Holst. Se acabaron sus problematicos experimentos con preparados de cloro y todo ese tipo de remedios. Se acabo el evaluar los efectos de los diferentes tipos de tratamiento de choque. Adios a la vida relativamente placentera que vivimos aqui. -El doctor Holst bajo la mirada-. Nada, ?que estuvimos de suerte cuando la esposa de Goebbels logro que su marido diera proteccion a nuestros soldados de elite! Nos concedio material para nuestro trabajo, ?no es asi? ?Para que pudieramos contribuir a mantener la confianza que el pueblo aleman ha depositado en la infalibilidad del bravo cuerpo de las SS!

Manfried Thieringer miro a Petra y a las demas enfermeras de la seccion. Hasta entonces no se habia dignado siquiera dispensarles una mirada. Sin embargo, aquella mirada los instaba a que desoyeran los ultimos comentarios que habia hecho. Agarro un monton de expedientes.

– Lo que significa que vamos a tener que reducir las dosis en la seccion IX. A partir de hoy mismo, cesaran todas las terapias de insulina. A Wilfried Kroner y a Dieter Schmidt se los apartara de la quimiopsicoterapia antes del mes de diciembre. Creo que a Werner Fricke pronto tendremos que darlo por perdido. Mucho me temo que no podemos esperar demasiada sensatez por su parte. Es de una familia acaudalada, ?verdad? -Nadie contesto. El medico mayor siguio hojeando los expedientes-. A Gerhart Peuckert lo mantendremos en observacion durante un poco mas de tiempo, pero parece que se esta recuperando.

Petra retorcio las manos.

– Y luego tenemos a Amo von der Leyen, por supuesto -prosiguio-. Nos han llegado noticias de que pronto, alrededor de Navidad, recibira una visita importante de Berlin. Tendremos que concentrar todas nuestras fuerzas en su recuperacion. He oido decir que ha intentado suicidarse. ?Hay alguien que pueda corroborarlo?

Las enfermeras se miraron y sacudieron la cabeza.

– De todos modos, no podemos permitirnos correr riesgos. Me han concedido dos pacientes que estan a punto de recibir el alta de la seccion somatica para tratamiento ulterior en esta seccion. Podran montar guardia para garantizar que no vuelva a ocurrir. Podremos retenerlos durante tres meses. Supongo que sera suficiente, ?verdad?

– ?Montaran guardia las veinticuatro horas del dia?

Como era su costumbre, la supervisora de las enfermeras se aseguro de que a su plantilla no le fueran impuestas mas guardias.

Thieringer sacudio la cabeza.

– ?Devers y Leyen duermen por la noche! ?De eso tendra que encargarse usted!

– ?Y que pasara con el companero de habitacion de Amo von der Leyen? -comento el doctor Holst, inseguro.

– Es poco probable que el Gruppenfuhrer Devers se recupere. El gas ha danado demasiado sus pulmones y su cerebro. Haremos todo lo que podamos, pero se le seguira administrando la dosis completa. ?Tiene amigos muy influyentes! ?Entendido?

– ?Pero realmente es el mas adecuado? Quiero decir, para compartir habitacion con Amo von der Leyen. Quiero decir… -El doctor Holst apenas sabia como plantearlo y reculo en el asiento al encontrarse con la mirada desagradable que le dispenso Thieringer-, AI fin y al cabo, esta totalmente ido.

– ?Pues si, estoy convencido! Por lo demas, les recomiendo encarecidamente que procuren que ni Horst Lankau ni cualquier otro paciente de la habitacion numero tres entren en la habitacion de Amo von der Leyen y del Gruppenfuhrer Devers.

– ?Wilfried Kroner nos echa una mano con las tareas! ?Tambien lo incluye a el? -incidio la hermana Lili.

– ?Kroner? -Manfried Thieringer saco el labio inferior y sacudio la cabeza-. No. ?por que? Al fin y al cabo, parece encontrarse en plena recuperacion. En cambio, no me parece que el comportamiento del Standartenfuhrer Lankau este evolucionando satisfactoriamente. Parece inestable. Hasta que le demos el alta definitiva, deberemos procurar que se mantenga en calma y deje de importunar a los demas pacientes.

Puesto que ya habian tratado la situacion de Gerhart Peuckert, solo habia una pregunta que Petra deseaba que le contestaran:

– ?Como debemos comportarnos con la visita del Gruppenfuhrer Devers, Herr Thieringer? ?Podemos permitirnos el lujo de ofrecerle comida cuando viene tan a menudo?

– ?Cuan a menudo viene?

– Varias veces a la semana. ?Practicamente todos los dias, creo!

– Se le puede ofrecer comida, si. ?Preguntele usted misma! Puede suponer una distraccion para Amo von der Leyen.

Miro serenamente a su adjunto y anadio:

– Si, eso seria estupendo. Yo mismo hablare con ella en cuanto la vea.

Petra habia envidiado a la esposa del Gruppenfuhrer Devers desde el primer momento. No por su fisonomia ni tampoco porque, aparentemente, su vida no le exigia gran cosa, sino solo por su ropa. Cuando pasaba por delante de la sala de guardia, toda estirada y orgullosa, solia saludarla con un gesto de la cabeza. La hermana Petra solo tema ojos para sus medias y su traje. Todo «seda de Bamberg», les habia comentado a sus companeras de habitacion. Ninguna de ellas habia llevado unas medias asi en toda su vida.

Petra habia aprovechado la ocasion para tocar a Gisela Devers furtivamente mientras estaba sentada en la cama de su esposo leyendo; la tela era extraordinariamente lisa, diriase que casi fresca al tacto.

Amo von der Leyen no le quitaba ojo a la esposa del Gruppenfuhrer Devers, de eso se habia dado cuenta Petra. Para sus adentros daba gracias a Dios porque Gerhart no pudiera disfrutar de aquella vista.

Los guardias del pasillo recien instituidos eran dos muchachos paliduchos que, al igual que tantos otros, llevaban grabadas las mas profundas heridas en sus miradas. Los uniformes recien planchados de Rottenfuhrer de las SS eran nuevos y relucientes, pero las insignias estaban deslucidas y daban testimonio de batallas pasadas. La insignia de la division estaba compuesta de dos granadas de mano cruzadas. Petra las habia visto antes; no le sentaban demasiado bien a nadie.

La sola presencia de Gisela Devers era capaz de hacer que aquellos dos jovenes guardias se cuadraran y se

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