estaran curadas dentro de un par de semanas. Estoy convencido de que los tendones del brazo no estan tan danados como supusimos en un principio. En general, las heridas estan sanando, tal como era de esperar. -El medico le dirigio una sonrisa artificiosa y prosiguio-: Pero el alma tambien tiene derecho a sanar, ?no es asi?

– ?Entonces envienme a casa!

– Pero asi no obtendremos las respuestas a nuestras preguntas, ?no le parece, senor Young?

– Es posible. -Bryan dirigio la mirada hacia la ventana. Los cristales se habian vuelto a empanar-. Pero yo ya no tengo nada mas que contarles; ya les he dicho todo lo que sabia.

Una joven de gran estatura se volvio desde la cama de enfrente, que ocupaba su hermano, gravemente herido. Era una muchacha modesta del pais de Gales, de cabellera gruesa y con un postizo en la nuca; inspiraba confianza y le infundia sosiego. Le sonrio con una mueca promisoria.

Unos dias despues de Ano Nuevo empezo a correr el rumor de que Bryan pronto volveria a casa. Se habia sentido muy solo durante aquellas Navidades. Las ganas de recuperarse rodeado de sus seres queridos eran cada vez mayores.

La muchacha galesa era la unica persona a la que echaria en falta.

Dos semanas mas tarde cesaron las preguntas. Bryan ya no guardaba cama. Ya no tenia nada mas que contar.

La ultima visita que le hizo el oficial de inteligencia Wilkens tuvo lugar un martes. La noche anterior le habian comunicado que seria dado de alta al dia siguiente, el 16 de enero de 1945, a las 12.00 horas, y que esperaban que se presentase en la base de Gravely el 2 de febrero, a las 14.00 horas. Una vez se hallara en su casa de Canterbury, recibiria instrucciones directamente desde Castle Hill House.

Bryan contesto mecanicamente a las preguntas de aquel interrogatorio. La idea de que tendria que volver a volar le resultaba insufrible. Dudaba de que pudiera soportarlo.

– Nos gustaria asegurarnos una ultima vez de la posicion exacta del lazareto, senor Young.

– ?Por que? Ya se la he indicado mas de diez veces.

Bryan echo un vistazo a su alrededor. El oficial chupaba el cigarrillo tan cerca de las unas que las nauseas que aquella vision le provocaron lo hicieron salir corriendo al pasillo. Habia una actividad inusitada en los pasillos. Empezaba a resultar imposible determinar donde habia mayor numero de pacientes, si en las habitaciones o en los pasillos. La escalera ancha llevaba directamente desde el piso hasta la planta inferior, donde las camas se agolpaban, una al lado de la otra, de tal forma que resultaba imposible saber donde empezaba una y donde acababa otra.

– ?Por que queremos saberlo, senor Young?

Wilkens salio al pasillo y siguio la mirada de Bryan sin mostrar demasiado interes.

– Pues porque debemos asegurarnos de que hemos borrado aquel nido de viboras de la faz de la tierra.

– ?Que quiere decir?

Bryan se dio la vuelta dejandose atrapar por la mirada fria del oficial.

– Pues quiere decir que Friburgo de Brisgovia fue bombardeada ayer por ciento siete B-17. Soltaron 269 toneladas de bombas, lo que a mi, personalmente, no me dice nada, pero que, por lo visto, son muchas. Tambien puedo decirle a este respecto, senor Young, que un par de estas toneladas estaban destinadas a su antiguo lazareto. Por lo que ya no creo que tengamos que temer que esa casa de locos vaya a incubar mas carne de canon para el frente. ?Que cree usted?

Si fue o no una reaccion consciente, eso no se supo nunca, ni siquiera el mismo Bryan. La joven galesa solo pudo contarle que en aquel mismo momento Bryan cayo hacia atras y se precipito escaleras abajo. Los medicos dijeron que se habia roto un hueso por cada peldano que habia tocado en la caida.

En el expediente medico anotaron que habia sido un accidente.

Segunda parte

PROLOGO 1972

Hacia mas de media hora que el flujo de coches transcurria en direccion oeste. El sonido de la radio llegaba nitidamente desde el lavadero. El canturreo de la criada evitaba concienzudamente coincidir con la armonia. Hacia una hora que el calor de la estancia se habia hecho insufrible. El sol era despiadado aquel verano.

Volvio a mirarse al espejo.

La manana habia sido tornadiza. Su marido llevaba algun tiempo contemplandola con esa melancolia que ciertos psicologos interpretan como el preludio de una crisis matrimonial; sin embargo, ella sabia que no era asi. La imagen que le devolvia el espejo no mentia: habia envejecido.

La yema de un dedo estiro cuidadosamente de la comisura del labio. La piel se dejaba estirar pero el efecto era insatisfactorio y escaso. Volvio a humedecerse los labios y ladeo la cabeza.

Habia pasado el tiempo.

Precisamente aquella manana se habia levantado sola. El hombre que habia permanecido en la cama se habia quedado un buen rato con la mirada fija en los rincones de la habitacion. Conocia aquel estado, y los periodos de noches insomnes y pesadillas recurrentes.

Tambien la noche habla sido larga.

Finalmente se decidio a bajar despues del desayuno. Se quedo quieto un instante, como si meditara. Sus dulces ojos estaban velados, no acababa de despertarse. La sonrisa surgio quedamente, como pidiendo perdon.

– Debo irme ya -dijo el hombre.

La sala de estar siguio pareciendole demasiado grande un rato mas.

Cuando sono el telefono, la mujer lo cogio de mala gana.

– ?Laureen! -dijo llevandose la mano a la nuca, como si se encontrara cara a cara con su cunada.

Su peinado seguia estando impecable.

CAPITULO 29

– No, no puedo decirle cuando estara aqui el senor Scott. Si, es cierto que suele llegar antes de las diez.

La secretaria colgo el telefono y sonrio con indulgencia hacia los dos hombres que llevaban en la oficina desde las 9.29, mirando impacientes al vacio. Tambien ellos habian empezado a consultar el reloj. «Rolex -se dijo la secretaria, paseando la vista por la pernera ancha del hombre mas joven-. ?Petimetre!», penso para sus adentros.

Por fin, una diminuta bombilla redentora de color rojo se ilumino en el panel del intercomunicador.

– El senor Scott esta listo para recibirlos.

Su jefe habia aparcado en el sotano de Kennington Road y habia optado por tomarla escalera de servicio. Sin duda, el transito en Brook Drive volvia a estar imposible.

Scott recibio a sus invitados con una bienvenida extremadamente formal. No los conocia y no les habia pedido que fueran a verlo. Como de costumbre, era una semana atareada. El enorme volumen de trabajo daba cuenta, naturalmente, del exito de su empresa, pero tambien estaba a punto de hartarlo. Aquella semana no habia dormido lo suficiente.

– Deben disculparme, senores mios, ?pero el trafico en la M-2 es de locos hoy!

– Eso quiere decir que viene del este -comento el hombre mayor con una sonrisa-. ?Entonces sigue viviendo en Canterbury?

Scott miro detenidamente a la visita y entrecerro los ojos ligeramente. Volvio a echar un vistazo a su agenda

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