calzoncillos hubieran servido.

Pero alli no habia nada que pudiera aprovechar.

A medida que la actividad del pasillo fue calmandose, los susurros y los zumbidos de las habitaciones fueron sustituyendola. Las sombras, imposibles de identificar a traves del ojo de la cerradura, se desvanecieron. Las posibilidades de Bryan se habian reducido considerablemente. Podia volver a subir la escalera e intentar alcanzar los abetos desde el tejado. Supondria una caida importante. O podia intentar introducirse inadvertidamente en una de las habitaciones, al otro lado del pasillo. Tal vez alli encontraria ropa y un lugar menos peligroso desde el que saltar a los arboles. Ambas opciones lo hicieron estremecerse. «?Tu si habrias sabido que hacer en una situacion como esta, James!», penso.

Su abdomen se encogio.

Un infierno ensordecedor de estruendos concurrentes hizo vibrar los cristales y las voces de la gente que se encontraba en las habitaciones subieron hasta el piso superior. Se abrieron varias puertas de las habitaciones del lado opuesto del pasillo y unas muchachas se precipitaron hacia las habitaciones orientadas hacia el oeste, que ofrecian mejores vistas. Sin pensarlo mas, Bryan abrio la puerta y salio al pasillo. Mas abajo, unas jovenes enfermeras se habian puesto en movimiento. Otra serie de descargas retumbo contra el edificio. Nadie parecio preocuparse por Bryan al verlo desaparecer en el interior de la siguiente buhardilla.

La estancia era pequena y estaba a oscuras, alguien acababa de abandonar la cama. Una cortina oscura de dibujos discretos de un color negruzco tapaba la ventana por completo. En el armario que habia al lado de la puerta, Bryan encontro algo de lo que habia andado buscando: una blusa descolorida, unos calcetines largos de lana y unos calzoncillos anchos. Sin dudarlo ni un segundo, abrio la ventana y arrojo sus hallazgos hacia el abeto mas cercano, que las descargas de lo que parecian unos fuegos artificiales iluminaban intermitentemente. Los calcetines chocaron contra las ramas y se precipitaron al vacio por el costado equivocado de la alambrada.

Antes de saltar, le vino a la mente si el ocupante de la habitacion se daria cuenta de que la ventana se habia quedado abierta detras de las cortinas corridas.

En el chasquido que se produjo cuando Bryan cerro los brazos alrededor de las ramas humedas, que lo azotaron despiadadamente, la herida que tenia en la mano volvio a abrirse. Habia sido un salto horrible. De pronto se precipito un par de metros mas abajo y las agujas del abeto se le clavaron en el rostro. Bryan se quedo colgado un rato de un manojo de ramas punzantes, preparandose para emprender el descenso que tuvo lugar a tirones; el ultimo lo dejo tendido en el suelo tras una vertiginosa caida.

A pesar de haber recibido un golpe en el cuello, elevo la cabeza del suelo y echo un vistazo a su alrededor. A tan solo un metro de donde habia aterrizado se erguia una roca escarpada. Los calzoncillos y la blusa se habian posado a su lado. Justo delante de sus ojos, la alambrada centelleaba con una luz gris. Solo unas bandas de luz tenue evidenciaban que habia vida en el edificio al otro lado de ella.

No se veia a una alma, excepto en una ventana de la segunda planta, donde le parecio vislumbrar una figura borrosa aunque tambien conocida.

CAPITULO 27

Tuvo que pasar un rato hasta que Bryan se vio con fuerzas para ponerse las prendas de vestir que habia robado. Echaba en falta los calcetines; sus pies estaban tan frios que habian empezado a arder. En cuanto pusiera los pies sobre una superficie que no fuera rocosa, echaria a correr para recuperar el calor. Aunque todavia tenia el tobillo hinchado y estaba lesionado, el dolor habia desaparecido. El frio habia acudido en su ayuda.

Una actividad desenfrenada recorria la zona.

Desde las aldeas del interior llegaban camiones por la carretera estrecha, en direccion oeste, que lo obligaron a correr por el borde de las zanjas.

Durante el primer tramo de la ruta siguio un arroyo traicioneramente oscuro y tan frio como un infierno invertido. Solo aqui Bryan se sentia seguro de que los perros no podrian rastrearlo.

Aquella seguridad valia por todos los tormentos y peligros que habia atravesado.

El aire vibraba con las ordenes prorrumpidas incesantemente por soldados dispersados por toda la zona. Desde el nornoroeste le llegaron los profundos bramidos de los canones. Esa noche, el aire tenia vida propia.

Unos tejados anunciaron la proximidad de la aldea y obligaron a Bryan a retomar las laderas. En noches como aquella, todo el mundo estaria despierto. Cada estampido significaba que un hijo, un marido o un padre no volveria jamas a casa.

En una noche como aquella se aprendia a rezar.

Al otro lado de la aldea se hallaba un pueblo de mayor tamano y, mas alla, los vinedos que se extendian hasta la orilla del Rin. Aquel paisaje, en toda su exuberancia idilica, solo era deslucido por el nervio vital de Renania, una ancha carretera de hormigon que dividia el valle en dos. Ese era el terreno que tendria que superar.

Por delante de las arterias de salida del pueblo se diseminaban algunos edificios. Ganado inquieto en los establos, ropa olvidada en los tendederos, palas que despuntaban de la tierra, listas para la siguiente palada en el patatal. Todo ello evidenciaba que la vida seguiria a la manana siguiente, y a la otra tambien. Mas adelante aparecieron nuevos edificios, chozas abandonadas, almacenes destartalados, mas zanjas.

A sus espaldas resonaba el fragor de los canones en suaves ecos que llegaban de la Selva Negra. No habia estado nunca tan cerca de una batalla terrestre. Varios canones que estaban enterrados a aquel lado del Rin intentaban replicar en vano. La zona parecia un abismo vibrante de muerte y adversidad, a pesar de que Bryan no vio caer ni una sola granada.

Y aquello tan solo era la antesala del infierno.

La irrealidad, el ajuste de cuentas con la razon y el amor al projimo hecho realidad estaban teniendo lugar al otro lado del rio.

Y finalmente aparecio la carretera.

A Bryan le resultaba casi imposible imaginar que lograria cruzarla sin ser visto. La calzada estaba mojada y reflejaba la luz de los estrechos faros de los vehiculos. Los pedazos de hormigon formaban una larga banda sobre la que destacaria inevitablemente. Aunque las farolas no estaban encendidas, el riesgo de ser descubierto parecia inminente.

Una interminable sucesion de camiones transportaba tropas y material belico hasta las zonas calientes. A escasos cien metros de Bryan, varios ordenanzas motorizados intentaban moderar el insistente flujo de vehiculos, envueltos en largos abrigos de piel. Detras, un enorme rotulo roto se retorcia sobre el carril derecho de la calzada. En sus tiempos, habia anunciado la proximidad de una via de acceso desde las montanas, un par de kilometros mas alla.

Bryan se dirigio hacia el rotulo. La razon que lo llevo a decidirse fue la tenue luz que atravesaba la calzada intermitentemente, precisamente en el punto en el que se encontraban los ordenanzas. Si los vehiculos podian cruzar la autopista, el tambien podria hacerlo.

El viaducto estaba a oscuras la mayor parte del tiempo. Solo de vez en cuando las luces de los furgones cargados de materiales y los coches que transportaban a civiles desde las aldeas mas proximas al Rin lo iluminaban. Unas voces apagadas que llegaron desde las fauces del viaducto le hicieron sospechar y recular hacia la autopista. En algunos puntos aislados de la carretera que cruzaba la autopista aparecieron algunos lugarenos poco abrigados delante de sus casas que contemplaban el espectaculo con los brazos cruzados.

Confundido por la coincidencia de explosiones fulgurantes que de pronto iluminaron el cielo, el chofer de uno de los camiones no advirtio las indicaciones de los ordenanzas que aconsejaban aminorar la velocidad. Los chirridos de los frenos cuando el conductor diviso, en el ultimo momento, el rotulo retorcido, advirtieron a los ordenanzas del inminente peligro y saltaron inmediatamente a la cuneta profiriendo alaridos. Bryan detecto el panico en sus voces. En el momento en que el camion hubo superado el viaducto, el conductor bloqueo los frenos y el remolque atraveso la calzada. Finalmente, el camion, llevado por la inercia de la pesada carga, derrapo en esta maniobra y fue a dar contra el rotulo que, dando un bandazo, se desprendio aun mas de su soporte y acabo colgando libremente, al otro lado de la valla de proteccion. Y aquel enorme trasto se detuvo definitivamente. Por entonces, los camiones que lo seguian se encontraban ya tan cerca del lugar del accidente que les fue imposible dar marcha atras. De esta manera, se formo un embotellamiento que detuvo el trafico durante un buen rato y, por tanto, el alumbrado intermitente de la calzada.

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