– Le he conseguido un trabajo, senor Welles. Siempre y cuando consiga convencerlos a usted y a su familia de trasladarse a Bonn, el trabajo sera suyo a partir de mediados del mes que viene. Sera el farmaceuta de habla inglesa de la administracion de un proveedor de uno de nuestros proveedores. Usted es precisamente el hombre que la empresa andaba buscando. El contrato incluye una vivienda cerca del Rin, a un par de millas de la ciudad, un sueldo decente y pension. ?Le interesa?

Welles conocia la empresa y no se dio cuenta de que la mascara se le habia caido, pues estaba evidentemente confundido y asombrado. Normalmente, no solia obtener las cosas tan facilmente.

– Puede hacer algo por mi a cambio, senor Welles.

– ?Mientras no sea ilegal y no tenga que cantar! -dijo Welles en un tono alegre, y acto seguido fruncio el ceno.

– Cuando ayer nos hablo de la inspeccion de hospitales en Alemania despues de la guerra, menciono que habia visitado manicomios y, ademas, que habia hecho un viaje de inspeccion por el sur de Alemania, ?no es asi?

– Si, en mas de una ocasion.

– ?Tambien por la region de Friburgo?

– ?Friburgo de Brisgovia? Si, di muchas vueltas por toda Baden Wurttemberg.

– Tengo especial interes en un sanatorio, bueno, mas bien un lazareto que habia al norte de Friburgo, en el margen de la Selva Negra, a las afueras de un pueblecito llamado Herbolzheim. El hospital solo albergaba soldados de las SS. Tambien habia una seccion para los dementes. ?Le suena?

– Hay muchos sanatorios en Friburgo. ?Tambien los habia entonces!

– Si, pero este estaba al norte de Friburgo. Era grande. En las montanas. ?Todo un hospital de al menos diez alas!

– ?No sabe como se llamaba?

– Algunos lo llamaban la Casa del Alfabeto, eso es todo lo que se. Solo habia soldados de las SS ingresados en aquel lugar.

– Creo, senor Scott, que tendre que decepcionarlo. Se crearon un sinfin de lazaretos durante la guerra. Ademas, de eso hace ya muchos anos. A veces inspeccionaba varios centros de tratamiento al dia. Supongo que hace demasiado tiempo; sencillamente, apenas recuerdo ya nada de aquellos tiempos.

– Pero ?tal vez podria intentarlo?

Bryan se inclino hacia adelante y lo miro a los ojos. La mirada que encontraron los ojos de Bryan era despierta e inteligente.

– Vuelva a Alemania y hable con su familia. Intente arreglarlo todo en un par de dias. Luego se ira a Friburgo a investigar unas cosas por mi, si es necesario, durante un par de semanas. Tiene tiempo de sobra antes de tomar posesion de su cargo. No se preocupe por el dinero, yo me hare cargo generosamente de todos los gastos que pueda tener. ?Es asi como puede corresponderme!

– ?Que se supone que debo buscar? ?Quiere que me limite a encontrar el lazareto que ha mencionado?

– No, el lazareto fue destruido a principios de 1945. Busco a un hombre que conoci alli.

– ?En el lazareto?

– Asi es. Si, estuve en aquel lazareto y escape de alli el 23 de noviembre de 1944. Ya le explicare mas adelante las circunstancias que me llevaron a aquel lugar. Pero aquel hombre se quedo en el hospital y luego perdi su rastro. ?Quiero saber que le paso! Estuvo ingresado con el nombre de Gerhart Peuckert. Procurare que tenga en sus manos todos los datos necesarios, tales como rango militar y aspecto fisico, en un par de dias.

– ?Sabe si todavia vive?

– Supongo que habra muerto. Es probable que se hallara en el lazareto cuando lo bombardearon.

– ?Y las fuentes y archivos de informacion habituales? ?Ha investigado todas las posibilidades utilizando esas vias?

– ?Desde luego! ?Estan agotadas!

Aunque en aquella ocasion Bryan no habia contado mas que lo estrictamente imprescindible, un Keith Welles asombrado acepto la mision. Tenia tiempo y no podia menos que acceder a ello. Pero a pesar de la detallada descripcion que Bryan le habia hecho del lugar, de los demas pacientes y del personal, a los que provino de nombres y rostros, Keith Welles no consiguio desvelar en su primer informe la suerte que habia corrido Gerhart Peuckert. Habian pasado casi treinta anos. La mision era practicamente imposible, se quejo. No habia ningun rastro ni del lazareto ni tampoco de aquel hombre. Ademas, era muy probable que un hombre que habia estado ingresado en un manicomio en los ultimos dias del Tercer Reich hubiera sido liquidado; el homicidio piadoso era el tratamiento mas seguro que dispensaba el Estado a cierto tipo de pacientes.

La decepcion se apodero de Bryan. Las coincidencias de las ultimas semanas, los encuentros con Welles y Wilkens y la invitacion a los Juegos Olimpicos le habian infundido la esperanza de alcanzar la paz espiritual y la conclusion del caso.

– ?No podria venir un par de dias, senor Scott? -le pidio Welles-. Estoy convencido de que me seria de gran ayuda.

Al tercer dia, Bryan llamo al Comite Olimpico Internacional y explico que unos asuntos comerciales lo obligaban a desplazarse al sur de Alemania. A cambio de poner un apartamento a su disposicion en la Villa Olimpica, podrian consultarle en caso de surgir problemas agudos. El comite acepto el trato. Habia que hacer todo lo posible porque las cinco medallas de oro, las cinco de plata y las tres de bronce de Mexico crecieran en numero durante estos Juegos. Costara lo que costara.

Laureen estaba disgustada. No porque Bryan acabara marchandose a pesar de todo, sino porque no se entero de su viaje hasta el dia antes de la partida.

– ?Al menos podrias habermelo dicho ayer! Sabes perfectamente que, tal como estan las cosas, no podre acompanarte, Bryan. ?Si pretendes que le diga a mi cunada que se quede en su casa de Penarth, te comunico que ya es demasiado tarde! Ahora mismo, Bridget esta esperando en el anden de la estacion de Cardiff.

Laureen echo un vistazo desesperado al reloj y suspiro profundamente, mientras dejaba caer los hombros en un gesto de abatimiento. Bryan esquivo su mirada. Sabia lo que pensaba Laureen. Ya le habia resultado suficientemente agitado organizar la visita de la cunada. Una cancelacion habria significado un cataclismo.

Pero asi queria Bryan que fuera.

CAPITULO 31

Era un Keith Weiles sonriente el que cruzo la calle. El transito se habia paralizado por completo. Los topicos acerca del orden y la eficacia de los alemanes poco tenian que ver con el escenario con el que se encontro Bryan en el aeropuerto de Munich. El calor le golpeo el rostro. Los coches circulaban tan pegados que resultaba imposible abrir los maleteros.

– Caos, caos total -dijo Weiles entre risas, llevandoselo del brazo. Solo funcionaban los autobuses. Todo e! mundo queria presenciar la ceremonia de inauguracion de los Juegos. Todos, excepto Bryan.

La ciudad bullia. Un espectaculo fabuloso de colores y festejos. La meca de la cultura. Musicos, pintores, dibujantes y bailarines reunidos en un mismo lugar. Cada esquina reflejaba los preparativos de mil dias. Era una mezcolanza de big business y no business. Y Bryan se sentia muy extrano.

Sentia como si estuviera sumergido en un gran vacio entre todos aquellos alemanes y extranjeros que se mezclaban entre sonrisas y una gran cordialidad. Tan solo logro reprimir el fantasma del pasado por un momento. Luego volvieron a oirse las voces, alimentando el recuerdo de aquella lengua, sus tonalidades y sus asperezas que, solo unos anos atras, habrian llevado a Bryan a estremecerse, presa de la impotencia. Y se dejo llevar del brazo de Welles, mientras miraba fijamente a la multitud de jovenes que disfrutaba de la vida al aire libre, en las terrazas, los parques y las plazas, y que dominaba aquella lengua con tanta soltura, tanta naturalidad, tanta dulzura, melodicamente, sin el odio y la connotacion amenazante del pasado. Luego observo el flujo de ancianos en cuyos rostros reconocio el terrible estigma de Cain del pasado.

Y entonces supo que habia vuelto.

Welles tardo dos jarras enteras de cerveza en poner a Bryan al dia de todas sus pesquisas inutiles. El gentio despreocupado de las terrazas no lograba ahuyentar la verguenza que lo embargaba. Alzo la mano en un gesto de

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