Sorprendentemente, aquella circunstancia lo entristecio. Las dos costuras que recorrian sus hermosas panto-trillas seguian grabadas en su memoria con una nitidez dolorosa. Habia sido una mujer bella, y ella lo habia besado fervorosamente en la antesala del terror.

– ?Cuando? ?Cuando hablo usted con ella por ultima vez?

– A ver, a lo mejor tiene una fotografia de su madre. Me gustaria tanto ver una foto suya. Debe entender que su madre y yo estuvimos muy unidos.

Mariann Devers tenia unos anos mas de lo que Bryan habia imaginado. Al menos tenia mas anos de los que tenia su madre cuando ella y Bryan se conocieron.

Era una mujer completamente distinta. No llevaba maquillaje y estaba lejos de ser tan bella como aquella mujer gracil y esbelta que llevaba las costuras de las medias rectas. Pero sus pomulos si se parecian.

El apartamento era como una caja de zapatos que, en todo su abigarramiento y con todos sus posteres cubriendo las paredes, se correspondia con la manera desenvuelta de ser y la forma de vestir, tan peculiarmente conjuntada, de su ocupante. Parecia pobre y acostumbrada a algo mejor. Las flores de Bryan pronto encontraron acomodo en aquella casa.

– O sea que usted nacio durante la guerra, lo que quiere decir que ya existia cuando conoci a su madre…

– Naci en 1942.

– ?En 1942! ?De verdad?

– ?Y conocio a mi padre, dice?

Mariann Devers se recoloco desenfadadamente los panuelos que llevaba alrededor del cuello y el pelo.

– Si, asi es.

– Hableme de el.

Por cada destello de esclarecimiento reflejado en el rostro de Mariann, Bryan fue anadiendo mentiras a la verdad.

– Papa murio durante un bombardeo, por Jo que me han dicho. Tal vez muriera en el sanatorio del que usted me ha hablado, no lo se. Mi madre siempre me dijo que no tenia importancia donde habia sido.

– ?Su madre vivia en esta ciudad? ?Sabe?, siempre tuve el presentimiento de que asi era. Nunca salio de aqui, por lo que tengo entendido.

– No, pero muchos se mudaron despues de la guerra. ?Tuvieron que hacerlo!

– ?Tuvieron que hacerlo? ?Que quiere decir con eso, senorita Devers?

– Los juicios, las confiscaciones. La familia de mi madre lo perdio todo. ?De eso se ocuparon sus compatriotas!

El tono empleado no escondia ningun tipo de rencor, pero, aun asi, dio en el blanco.

– ?Como salio adelante, entonces? ?Tenia algun tipo de formacion?

– Los primeros anos no salio adelante en absoluto. De todos modos, nunca hablo de estos temas conmigo. No se donde vivia, ni de que. Yo estuve en casa del primo de mi madre, en Bad Godesberg. Tenia casi siete anos cuando vino a por mi.

– ?Y entonces encontro un trabajo en Friburgo!

– No, entonces encontro un marido.

Aunque el golpe en la mesa con el que Mariann acompano la palabra «marido» fue insignificante, e) efecto, no obstante, fue significativo. Era evidente que Mariann Devers habria buscado otra solucion, de haberse encontrado en una situacion similar. Su sonrisa detras de los mechones ondeantes de su abundante flaquillo fue avinagrada.

– ?Se caso en Friburgo?

– Si, eso hizo, la muy desgraciada. Aqui se caso y aqui, en Friburgo, fue donde murio, despues de soportar una vida miserable, si quiere saber mi opinion; despues de una vida desgraciada, repleta de decepciones y de malos tratos psiquicos. Se caso con aquel hombre por su dinero y su posicion y, por tanto, no merecia nada mejor. Despues de la guerra, su familia perdio toda su fortuna. Ella no pudo soportarlo, pero es cierto que el fue muy cruel con ella.

– ?Y con usted?

– ?Que le den por saco a el!

La impetuosidad de Mariann sorprendio a Bryan.

– ?A mi nunca me puso la mano encima! ?Pobre de e! si lo hubiera intentado!

El album de fotos era de color marron, y las tapas, rigidas y ajadas. Estaba lleno de fotografias de paisajes en las que una jovencita, mas o menos de la edad de la hija de Bryan, no dejaba de dar saltitos y de posar ante la camara haciendole guinos al fotografo, medio oculta detras de los troncos de los arboles y, de vez en cuando, repantigada entre la hierba transparente de un prado. Eran fotografias de los veranos mas felices de la vida de Gisela Devers, segun le habia contado a su hija.

Tambien en las ultimas paginas, la muchacha daba muestras de su despreocupacion juvenil. Mariann Devers senalo a su padre con orgullo apenas disimulado. Era un hombre atractivo de uniforme al que Gisela Devers se pegaba con una complicidad envidiable. De eso hacia mucho tiempo.

– Usted se parece tanto a su madre como a su padre, ?lo sabe, senorita Devers?

– Si, lo se, senor Scott. Y tambien se que manana tengo que levantarme temprano. No quisiera ser maleducada, pero creo que ya ha visto lo que queria ver, ?no es asi?

– Perdoneme, senorita Devers, siento mucho si le he impedido irse a la cama. Si, me temo que asi es. Y, sin embargo, ?no tendria una foto de su madre mas reciente? Entendera que me he preguntado mas de una vez cual seria su aspecto actual.

La joven se encogio de hombros y se arrodillo delante del camastro. El polvo acumulado en la cesta que saco de debajo de la cama evidenciaba que Mariann Devers habia pasado mucho tiempo dedicada a otros quehaceres que a barrer el polvo de debajo de la cama. Aparecio un monton de fotos desordenadas que lo transportaron a traves de las ultimas decadas de la vida de las dos mujeres. Otros peinados, otras actitudes y otras ropas; cambios bruscos y marcados.

– Aqui la tenemos -dijo Mariann tendiendole una foto de una mujer marchita.

Era una mujer del monton. Mariann Devers miro por encima de su hombro. Probablemente llevara anos sin verla, sin duda no habia encontrado ninguna razon para hacerlo. El rostro de Gisela Devers estaba muy cerca del objetivo de la camara. Sus rasgos estaban fuera de foco, la foto habia sido tomada en un momento de jugueteo. Con los brazos extendidos, le decia algo al fotografo. Todos los que la rodeaban sonreian, salvo una nina que se habia escurrido entre las piernas de los adultos y estaba tendida en la hierba, mirando a su madre desde atras. Mariann Devers habia sido una nina preciosa. De pie, sobre ella, habia un hombre con los brazos cruzados. Era el unico que miraba hacia otro lado. Parecia no estar interesado en los demas; incluso la nina que tenia atrapada entre las piernas parecia serle indiferente. Era un hombre atractivo a primera vista, cuyo porte denotaba una buena posicion social y una enorme seguridad en si mismo. Unas rayas que atravesaban su rostro lo hacian borroso. Y, sin embargo, a Bryan le sobrevino una oleada de malestar. No porque pensara en la nina que habia intentado vengarse de su padrastro borrandolo del retrato de familia; era otra cosa, algo • cercano a el, algo conocido.

Mariann se disculpo, asegurando que no tenia una foto mejor que la que Bryan tenia en las manos. Era todo cuanto habia conseguido sacarle al marido de su madre cuando la madre por fin encontro la paz.

– Pero su padrastro era un hombre conocido en la ciudad, ?no es asi?

La muchacha asintio sin mostrar demasiado interes.

– Entonces, a lo mejor existan fotos oficiales tomadas en distintas ocasiones, ?no cree? ?Apenas reconozco a su madre en esta!

– ?Se tomaron millones de fotos oficiales, millones! Pero mi madre nunca salia en ellas. El se avergonzaba de ella, ?comprende? Era una borracha.

Mariann Devers se sento en el apoyabrazos, al lado de Bryan, y cerro la boca. Su jersey estaba agujereado en las axilas. Bryan volvio a notar un desasosiego inexplicable que lentamente se fue apoderando de el. La atmosfera se habia vuelto sordida. La culpa era de la foto que acababa de ver.

Y, ademas, tenia mala conciencia por haberle impuesto su presencia a la hija de Gisela Devers. Su anfitriona se acomodo el chaleco y se enderezo en la silla.

– ?Estuvo enamorado de mi madre? -pregunto de pronto.

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