Laureen no le dio las gracias a la senora Shuster por las molestias que le habia causado cuando doblo la nota y abandono el despacho sin volverse.

La hija de Keith Welles hablaba mejor el ingles que la senora cansada que habia cogido el telefono. La chica era espabilada. No, su padre no estaba en casa. Estaba en Munich, y parecia ser que ya ni siquiera estaba alli, o a lo mejor estaba a punto de abandonar la ciudad. No lo sabia con certeza. Aunque el telefono no dejaba de emitir pitidos indicando la aplicacion de la tasa internacional. Laureen espero pacientemente a que la chica volviera con el numero de telefono del hotel en el que se hospedaba Welles.

Dos minutos mas tarde, Laureen le habia hecho la misma pregunta al recepcionista del hotel. Lo sentia mucho. Desgraciadamente, el senor Welles acababa de abandonar el mostrador. Desde alli podia ver el taxi en la puerta. Ahora se alejaba.

– Tengo un pequeno problema -le dijo Laureen-, tal vez usted pueda ayudarme. Keith Welles tiene el telefono de mi esposo en Friburgo. Estoy segura de que ha llamado a mi esposo mas de una vez desde su hotel. Mi marido se llama Bryan Underwood Scott. ?Puede ayudarme? ?No tendra, por casualidad, un listado de las llamadas que se han hecho desde el hotel?

– ?Tenemos telefonos de linea directa, senora! No llevamos el control de las llamadas. Pero es posible que el barman sepa algo. Me parece que el senor Welles hablo con el en varias ocasiones. Nuestro barman tambien es canadiense, ?sabe? Un momento, senora, que se lo pregunto.

Un zumbido de voces apenas audibles se introdujo en el oido de Laureen. Las voces se vieron interrumpidas mas de una vez por un tintineo metalico y unos cortos avisos. Seguramente significaba que acababan de llegar nuevos huespedes al hotel. El silencio solo se vio interrumpido por el insistente tictac de la linea durante los siguientes dos o tres minutos. Bridget esperaba a su lado con el abrigo puesto, dandole golpecitos a su reloj de pulsera. Se oyo el claxon del taxi que esperaba en la calle.

Laureen le hizo un gesto impaciente con la mano que tenia libre e intento concentrarse en lo que le estaban diciendo por telefono.

– Muchisimas gracias, ha sido usted muy amable -dijo, sonriente.

Cuando, unas horas mas tarde, el taxista dejo su equipaje en la acera delante del hotel Colombi de Rotteckring, un barrio exclusivo de Friburgo, Bridget se quedo boquiabierta contemplando la fachada blanca y las ventanas panoramicas. Luego se volvio y miro hacia el parque ajardinado. Las fatigas de la llegada al euroaeropuerto de Basilea-Mulhouse-Friburgo, desde donde habian tomado un bus directamente a la estacion de trenes de Friburgo, donde finalmente les confirmaron la reserva de su hotel, habian quedado atras. Se inclino tranquilamente sobre una de las numerosas jardineras que el hotel habia dispuesto en la entrada y paso un dedo por el borde de la caja para, acto seguido, examinar la punta de su dedo. Una sencilla mujer galesa habia entrado en accion.

– ?Crees que tendran minas de carbon en la ciudad, Laureen? -exclamo.

CAPITULO 34

Por cada bocanada de aire que Bryan, apostado delante de la casa de Kroner, inspiro aquella manana, exhalo un flujo de ira, contenida durante tantos anos. En ciertos momentos, cuando el ruido de un motor anunciaba la aparicion de un nuevo coche, sintio unas ansias irrefrenables de abalanzarse sobre sus ocupantes, como si fuera un animal salvaje. Sin embargo, nunca eran los pasajeros que esperaba ver llegar. En otros momentos, presa del panico, temia por que fuera descubierto por el ama de llaves de los Kroner.

La casa parecia estar muerta.

La amargura que le produjo saber que el hombre del rostro picado de viruela habia conseguido llevar una vida despreocupada y comoda durante todos aquellos anos provoco una larga concatenacion de pensamientos siniestros. «Lo arruinare -penso Bryan-. Se lo quitare todo: su casa, su mujer, su ama de llaves y su nombre falso. Lo castigare, sere su azote, hasta que me ruegue de rodillas que pare. Pagara por todos sus crimenes. Deseara no haber hecho nunca lo que hizo.

«Pero antes que nada tendra que decirme donde esta James.»

El coche se acerco silenciosamente. Bryan no detecto ni el mas minimo movimiento detras de los cristales ahumados. Apenas un segundo despues se detuvo delante de la puerta principal de la casa. Salieron tres hombres que reian y parlamentaban mientras se subian los pantalones y se ajustaban los trajes. Bryan no pudo ver sus caras, pero oyo la voz de Kroner. Cortes, profunda, fuerte y obsequiosa, ahora como en el pasado; autoritaria, masculina, espeluznantemente reconocible.

Bryan se concedio dos horas mas. Si por entonces Kroner aun no habia salido a la calle, se acercaria y llamaria a la puerta.

No fue necesario.

Aparecio un segundo coche; era algo mas pequeno que el de Kroner. Despues de unos titubeos previos, aparecio una carita detras de una de las ventanas. El nino tenia un pelo casi blanco. Sus piernas cortas pisaron la grava con cuidado. Detras de el aparecio una mujer joven y esbelta, cargada con varias bolsas de la compra. El nino se rio cuando su madre lo empujo suavemente con la rodilla. Las risas del vestibulo se oyeron en toda la calle.

Transcurridos unos minutos, los hombres que habian llegado primero abandonaron la casa y se quedaron un rato delante de ella despidiendose de la mujer, que habia vuelto a salir con el nino de la mano.

Kroner fue el ultimo en salir. Tomo al nino en sus brazos y lo abrazo. El nino se apretujo contra su pecho, como si fuera un mono. Bryan jadeo al contemplar las' caricias que se dispensaban padre e hijo. Entonces Kroner beso a la joven de un modo que era todo menos paternal y se puso el sombrero.

Antes de que Bryan alcanzara a comprender lo que acababa de ver, los hombres se alejaron en el Audi de Kroner, Todo habia sucedido de una forma tan repentina que Bryan no habia tenido tiempo de considerar lo que haria en una situacion asi. La larga espera lo habia agarrotado. El Audi ya habia alcanzado el final de la calle cuando Bryan finalmente pudo subir al Jaguar.

Y por entonces, ya fue tarde.

Tuvo que dejarlos escapar en el primer semaforo. Un peaton lo amenazo desde la acera cuando hizo patinar las ruedas y las palomas levantaron asustadas el vuelo entre los puestos de los comerciantes. La mayoria de las calles estaban muy transitadas, la semana laboral estaba llegando a su fin. Muchas familias se preparaban para el fin de semana.

Estuvo dando vueltas por el barrio sin rumbo fijo y, media hora mas tarde, vislumbro el coche de milagro.

Estaba aparcado. Apenas cinco metros lo separaban del otro lado de la calle. Kroner y uno de los hombres del pequeno grupo de la manana habian vuelto al coche y hablaban cordialmente en mitad de la acera.

Muchos de los transeuntes sonrieron a Kroner, que les devolvio el saludo llevandose la mano al sombrero. Era evidente que era un hombre apreciado y respetado por sus conciudadanos.

El acompanante de Kroner era el prototipo de hombre educado que generalmente acaba ocupando un cargo superior en la administracion estatal o municipal. Era un hombre mas atractivo que Kroner, pero era Kroner quien destacaba, a pesar de su rostro picado y su sonrisa exageradamente jovial. Era una persona vital y muy consciente de serlo. Mientras estuvieron en el lazareto, Bryan no habia conseguido determinar su edad. Ahora resultaba mas facil; tenia menos de sesenta anos, pero parecia un hombre de cincuenta.

Todavia le quedaban muchos anos buenos.

De pronto, sin que Bryan tuviera tiempo de bajar la cabeza, Kroner volvio la vista hacia el. Kroner abrio los brazos y entrechoco las manos con entusiasmo. Luego poso la mano sobre el hombro de su acompanante y senalo el objeto de sus aspavientos. Bryan se apretujo contra el asiento en un intento de que el marco de la ventanilla tapara su rostro.

El objeto del amor de Kroner era el Jaguar de Bryan. Parecia dispuesto a acercarse al coche en cuanto surgiera una pequena interrupcion en el trafico denso. Bryan echo un vistazo nervioso por encima del hombro. En cuanto el flujo de coches disminuyo, Bryan dirigio el Jaguar a la calzada y desaparecio. En el espejo retrovisor vio a los dos hombres en medio de la calle, sacudiendo la cabeza.

En la Bertoldstrasse vio el Volkswagen. Daba muestras de haber sido decorado anteriormente con toda la

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