– Es posible.

La joven sentada a su lado se mordio el labio. Bryan tuvo que hacerse la misma pregunta una vez mas.

– No lo se -dijo un rato despues-. Su padre estaba muy enfermo. Por aquel entonces, resultaba dificil definir los sentimientos que albergabamos, bajo las circunstancias a las que estuvimos sometidos todos. Pero era muy bella. ?Podria haberme enamorado de ella, de no haberlo estado ya!

– ?De que circunstancias estamos hablando?

Mariann Devers no retiro la mirada.

– De hecho, resulta muy dificil de explicar, senorita Devers, pero lo que si puedo decirle es que eran unas circunstancias fuera de lo normal, puesto que yo me encontraba en el pais y estabamos en guerra.

– Es imposible que mi madre pudiera haber estado interesada en usted.

Se rio. Acababa de darse cuenta de lo absurda que resultaba la situacion.

– No conozco a nadie que fuera una nazi mas convencida que mi madre. Le encantaba toda aquella parafernalia. No creo que pasara ni un solo dia sin que sonara con el Tercer Reich. Los uniformes, las marchas militares, los desfiles… Le encantaban, Y usted era ingles. ?Como iba a interesarse por usted? Todo esto me suena muy raro.

– Su madre no sabia que yo era ingles. Estuve ingresado en el lazareto sin que nadie lo supiera.

.-?Quiere decir que era un espia? ?O tal vez cayo del cielo disfrazado de Papa Noel?

Mariann Devers volvio a reir. La verdad no parecia interesarle demasiado.

– ?Sabe que? Es posible que tenga otra fotografia, si tanto la desea. La foto que se hizo cuando obtuve el diploma de bachillerato. Mama esta detras, pero es una foto mucho mejor que esta.

Esta vez tuvo que darle la vuelta a la cesta. La foto estaba enmarcada, pero el cristal se habia roto. Todavia habia pedazos de cristal rotos en el borde del marco y en el fondo de la cesta. Era otra Mariann Devers distinta de la que, en aquel momento, tenia delante. Llevaba el pelo liso y los pantalones de pata de elefante habian sido sustituidos por un vestido blanco que apenas dejaba adivinar que fuera una mujer, pero era una muchacha orgullosa y estaba en el centro de la fotografia de grupo.

Su madre la miraba. Parecia fria y contenida, y estaba desmejorada. Los anos habian hecho estragos en ella, incluso vista desde aquella distancia.

Bryan se estremecio. No por el paso inmisericorde del tiempo, ni tampoco por los sufrimientos y las decepciones que escondian los ojos de aquella mujer, sino por el hombre que estaba detras de ella, con las manos posadas pesadamente sobre sus hombros. Era el hombre cuyo rostro Mariann Devers habia rayado en la otra fotografia.

– ?Su marido?

Mariann se dio cuenta de que la mano de Bryan temblaba cuando senalo al hombre en la foto.

– Su marido y su torturador. ?Verdad que se le nota a ella? No era feliz con aquel hombre.

– ?Y su marido sigue con vida?

– ?Si esta vivo? No hay manera de acabar con el. Si, vive. Como nunca, podria incluso decirse. Es un hombre celebre en la ciudad; esposa nueva, dinero en el banco… ?Cantidades ingentes, joder!

El pinchazo en el pecho llego furtivamente. Bryan trago saliva un par de veces y se olvido de respirar.

– ?Puedo pedirle un vaso de agua?

– ?Se encuentra mal?

– ?No, no! ?No me pasa nada!

Aunque Bryan todavia estaba palido, rechazo la oferta amable de Mariann de quedarse un rato mas. Necesitaba aire fresco.

– Y su padrastro, senorita Devers…

Lo ayudo a ponerse el abrigo, pero se detuvo interrumpiendo las palabras de Bryan.. -Le ruego que no lo llame asi.

– ?Tomo el nombre de su esposa, o usted simplemente mantuvo el nombre de soltera de su madre?

– Sencillamente, mi madre mantuvo su propio apellido, y el, el suyo, asi de facil. Se llama lo que siempre se ha llamado. ?Hans Schmidt! ?A que es original? Herr Director Hans Schmidt, que es como le gusta que lo llamen.

Realmente original. Bryan se sorprendio por el anonimato del nombre. «No resulta normal en un hombre como el», penso. Tal vez a Mariann le extrano que le pidiera la direccion, pero se la dio.

La casa no era enorme, aunque de un nivel que exigia un buen criterio al que la viera. No habia obviado ni un solo detalle, pero tampoco habia realzado ninguno. Una belleza dentro de las exigencias de una arquitectura discreta. Unos materiales que revelaban un gusto exquisito, sentido de la calidad y recursos economicos. Un palacete que se confundia entre los demas, en una calle menor de palacetes. Una pequena placa de laton anunciaba al propietario de la casa. «Hans Schmidt», rezaba. «?Mentiroso!», penso Bryan, a la vez que le venian ganas de rayar las letras grabadas de la placa. Se estremecio al pensar que aquel hombre, cuya vida estaba enmarcada en aquella placa, se habia apoderado de su amor platonico de la juventud, la bella Gisela Devers, y habia destrozado su vida.

Todavia habia una luz encendida en el primer piso, en la esquina oriental de la casa. Una sombra se dibujaba a traves de la cortina, con tanta sutileza, que podria haberse tratado de la impresion momentanea de una brisa capturada por la tela. Pero tambien podia ser la silueta del torturador de Gisela Devers. La silueta del pasado, el caudillo de la realidad. El cerdo y hombre de negocios Hans Schmidt, alias el cerdo Obersturmbannfuhrer Wilfried Kroner, el hombre del rostro picado.

A la manana siguiente, la actividad en aquel barrio no tardo en calmarse. Desde los primeros rayos de luz del dia, Bryan habia estado observando a los hombres de negocios que marchaban por la calle y se introducian en sus BMW y sus Mercedes. Bryan conocia de sobra aquel espectaculo. Solo dos detalles importantes separaban aquella escena de la inglesa: las marcas de los coches y las esposas. En Inglaterra, las mujeres tambien se despedian de sus maridos, pero, en Canterbury, una mujer de clase alta preferiria perder su estupenda caja fuerte antes que mostrarse de la misma guisa que las mujeres de Friburgo. Laureen siempre iba vestida impecablemente cuando cruzaba el umbral de la puerta. Aqui, la escena era la misma en todas y cada una de las puertas principales; sin perjuicio del tamano de la casa y del precio del traje del marido, todas las mujeres aparecian en la puerta enfundadas en una bata y con rulos en el pelo.

Sin embargo, en la casa de Kroner no paso nada.

Bryan no dejaba de pensar en que deberia haber estado mejor preparado. Tal vez incluso armado. El enfrentamiento con el esbirro mas astuto del pasado volvia a invocar toda la agresividad acumulada de la juventud. Todos los abusos de Kroner volvieron a aparecer nitidamente en su retina. El rostro contraido de la venganza le susurraba palabras como armas, violencia y venganza y mas venganza. Y en otro lugar de su mente fueron tomando forma otras imagenes: destellos de James, momentos de esperanza, tensiones que exhortaban a la prudencia.

Finalmente, hacia las diez de la manana, ocurrio algo detras de las sombras de las marquesinas. Una senora de edad avanzada salio al jardin y empezo a sacudir una manta.

Bryan salio de su escondite y se fue directamente hacia ella.

La mujer parecio asustarse cuando Bryan se dirigio a ella en ingles. Sacudio la cabeza y quiso irse apresuradamente. Bryan se desabrocho el abrigo y se abanico el rostro con la mano sin dejar de sonreir. El sol ya habia empezado a calentar, hacia demasiado calor para llevar aquel abrigo. Al menos eso si que lo entendio. La mujer volvio a mirarlo y sacudio la cabeza de nuevo, esta vez, de una manera conciliadora.

– I speak no English, ?eider nicht!

La mujer volvio a sacudir la cabeza. Un repentino arrebato

se apodero de ella y empezo a soltar un chorro de vocablos alemanes e ingleses. No estaban en casa, ni la senora ni el senor, eso fue lo que pudo entender Bryan. Pero volverian. ?Mas tarde!

?Tal vez ese mismo dia!

CAPITULO 33

Aquella misma manana, Bridget habia estado imposible.

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