adormilado, buscando inmediatamente algun lugar donde tumbarse. Asi habia sido siempre cuando se relajaban antes de iniciar una de sus incursiones en avion, y asi habia sido en los dias de examenes, en Eton y Cambridge. Mas de una vez, un examinador adusto y cenudo habia tenido que sacudir a un James dormido antes de poder examinarlo.

Esa capacidad era una bendicion digna de envidia.

Sin embargo, nunca habia sido asi para Bryan. Las esperas lo ponian nervioso. La espera dolorosa comportaba tener que levantarse y sentarse repetidamente. Tenia que mover los pies, saltar a la calle, releer el temario una ultima vez, sonar con la libertad. Hacer algo.

Aquella sensacion volvio a apoderarse de el, por primera vez durante anos. La fiebre de la espera lo estaba venciendo. Faltaba una hora hasta que pudiera subir a Schlossberg y visitar la tumba de su mejor amigo. Mientras tanto, tendria que dejarse llevar por la inquietud y los actos desestructurados. Estaba en tension y estaba impaciente.

Volvio a echarle un vistazo al adefesio de Volkswagen que habia comprado. Destacaba entre los demas coches que estaban aparcados en la calle. Aunque resultaba dificil imaginarselo, el coche estaba mas sucio que antes. El polvo no habia dejado de cubrir ni un solo centimetro cuadrado de su superficie. Ahora era gris y no negro.

Su intencion habia sido conducir el Volkswagen hasta el pequeno bar cerca del puente de la estacion y aparcarlo, para que su anterior propietario pudiera recuperarlo, tal como habian acordado.

Bryan echo un vistazo hacia el Kuranstait St. Ursula, al otro lado de la calle, y junto las manos sobre el techo del coche. No se dio cuenta de la suciedad que se habia pegado a las mangas de su abrigo. Los edificios del sanatorio sobresalian entre las demas construcciones de la avenida.

Al igual que las demas casas que albergan pacientes psiquiatricos, tambien el Kuranstait St. Ursula guardaba algun que otro secreto. Bryan habia depositado todas sus esperanzas en que James fuera uno de ellos. Pero no iba a ser asi, eso ya habia tenido que aceptarlo. En cambio, el hombre de la cara picada de viruela, el asesino Kroner, formaba parte de aquella casa, una parte oculta. Podia tratarse de cualquier cosa.

El Volkswagen temblo levemente cuando Bryan descargo un punetazo sobre su techo. Habia tomado una decision rapida.

La fiebre de la espera habia surtido efecto.

Pasaron varios minutos hasta que la directora, Frau Rehmann, aparecio en la seccion administrativa del sanatorio. Antes, un enfermero reacio habia intentado deshacerse de el. Sin embargo, el ramo de flores con el que Bryan se habia enfrentado a el lo habia desarmado, abriendole el camino al antedespacho de Frau Rehmann. Bryan miro el ramo, que ya habia empezado a marchitarse por el calor, y se felicito por su resolucion. En realidad, estaba destinado a la tumba de James.

El antedespacho estaba totalmente despejado. No se veia ni un solo papel. Bryan asintio con un gesto aprobatorio de la cabeza. El unico objeto decorativo que habia en la sala era un marco, desde cuya foto una joven miraba por encima de la cabeza de un nino moreno que, a su vez, guinaba el ojo. Bryan concluyo, por tanto, que la secretaria de Frau Rehmann era un hombre y se preparo para lo peor.

Y acerto, pero solo en parte.

Frau Rehmann era tan inexpugnable en persona como por telefono. Desde un principio, su intencion fue echar a Bryan a la calle. Pero cuando se disponia amablemente a conducirlo hasta la salida, el gesto repentino de Bryan con el que deposito el ramo de flores en su mano extendida la pacifico el rato suficiente para darle tiempo a sentarse en el borde de la mesa del secretario y premiarla con una sonrisa amplia pero autoritaria.

Era cuestion de negociar, y Bryan era un experto en negociaciones, incluso en aquella extrana situacion en la que se encontraba, sin saber cual era su objetivo ni, por descontado, su motivacion.

– ?Frau Rehmann! ?Disculpeme! Debo de haber malinterpretado al senor MacReedy. Me he encontrado con una nota en mi hotel que decia que usted no podia recibirme por la manana. Y yo he dado por supuesto que podia acercarme por la tarde. ?Quiere que me vaya?

– Si, gracias, senor Scott. Se lo agradeceria mucho.

– ?Pues que pena, ahora que ya estoy aqui! A la comision no le gustara oirlo.

– ?La comision? ?Que comision?

– ?Si, claro! Naturalmente, tenemos constancia de que dirigen esta clinica de acuerdo con los mejores principios de gestion. Y, sin embargo, estoy convencido de que me dara la razon, Frau Rehmann, probablemente no exista ni un solo enclave administrativo al que no le iria bien una ayudita de los fondos disponibles.

– ?Los fondos disponibles? No se de que me esta hablando, senor Scott. ?A que comision se refiere?

– ?He dicho comision? Bueno, tal vez es decir demasiado, puesto que todavia no se ha instituido, pero digamos entonces junta. Supongo que esta definicion se ajusta mas a la realidad.

Frau Rehmann asintio.

– ?Vaya! ?Una junta!

La directora daba muestras de una curiosidad fabulosa tras el brillante barniz de su autoridad.

– ?Y usted es miembro de dicha junta, senor Scott!

– Bueno, si y no. Soy una especie de presidente, si me lo permite. Todos tenemos mas o menos el mismo peso. No, seria mejor decir que soy una especie de portavoz.

– Pues digamos portavoz, si le parece que se ajusta mejor a su cargo, senor Scott.

Bryan se encontraba en un estado febril. La seduccion de aquella mujer huesuda constituia, de por si, una terapia. Bryan echo un vistazo a su reloj; eran las dos y media. Ya no tendria tiempo de dejar el Volkswagen del hippy delante de la taberna.

– Si, estamos hablando de los fondos de la CEE que estan en fase de ampliacion y que ya todos podemos dar por hecho. Es mas que probable que todas las clinicas privadas como la suya, Frau Rehmann, sean tenidas en consideracion a la hora de conceder ayudas.

– ?Asi que la CEE! -dijo ella con cierta reserva-. Si, me parece haber leido algo al respecto en algun sitio.

Frau Rehmann era una pesima actriz.

– Dice que lo estan tratando en una junta. ?Cuando se creara una comision, senor Scott? Quiero decir, ?cuando cree que se tomara la decision definitiva en cuanto a la distribucion de estos fondos y al volumen de las ayudas?

– Uf, es dificil de decir. Porque depende, en parte, del estatus de cada uno de los Estados miembros en el nuevo ano y, en parte, de la cooperacion que establezcamos entre nosotros. Siempre hay alguien que pone trabas a este tipo de iniciativas. Destructivas y que retrasan el proceso, detallitos insignificantes. Mire, ?como en el caso de nuestro MacReedy! Convendra conmigo que su comportamiento ha sido extremadamente torpe, ?no es asi?

Bryan se inclino hacia ella, de manera que su cara quedo a la altura de sus hombros angulosos, y prosiguio:

– Frau Rehmann, ?no ira a decirme ahora que no sabia nada de todo esto? De pronto me ha sobrevenido la duda.

– Pues asi es, debo reconocerlo.

Frau Rehmann rio, ligeramente avergonzada. Ahora Bryan sabia donde la tenia.

Frau Rehmann fue solicita e instructiva durante la visita a la clinica. Bryan asentia amablemente a sus explicaciones, mostrando gran interes y haciendo tan solo unas cuantas preguntas, lo que parecia complacer a su guia. A pesar de los amplios conocimientos de Bryan, la mayoria de los terminos psiquiatricos que barajo Frau Rehmann durante su introduccion le pasaron desapercibidos. Sus sentidos estaban pendientes de otros factores.

Era un establecimiento moderno, con mucha luz y acogedor, de colores suaves y con un personal sonriente. La mayor parte de los pacientes se concentraban en las salas de estar de una de las alas. Desde todos los rincones se oian las retransmisiones de la television, que emitia las ultimas finales que marcarian la clausura de los Juegos Olimpicos.

En la primera seccion que visitaron, la mayoria de los pacientes sufrian de demencia senil y estaban sumidos en un sopor eterno, en parte provocado por los medicamentos que les suministraban. A algunos se les caia la baba hasta el pecho, sin que por ello hicieran ni el mas minimo gesto por evitarlo; otros se pasaban el tiempo rascandose las partes impudicas.

El numero de mujeres era notablemente bajo.

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