se habian comido unos cuantos pasteles de salvia en el hotel Schwarzwald. Estrujo el volante mientras se acercaba al semaforo. A su derecha, el tentador camino que llevaba hacia los barrios residenciales; a su izquierda, el camino que lo llevaria a su destino. Cuando el semaforo se puso verde, dio gas y giro a la izquierda, pasando por delante de los bloques de pisos que precedian al edificio al que pertenecia el pequeno piso de Petra Wagner.

El bloque estaba tan desierto como la calle. Ni el portal ni la puerta principal del piso le supusieron demasiados problemas. Un leve aunque decidido empujon con todo el cuerpo en el lugar indicado solia ser suficiente para abrir la mayoria de las puertas antiguas.

Los diarios estaban esparcidos por el suelo del zaguan. Hacia varias horas que el piso estaba vacio.

Era la primera vez que Kroner entraba en aquel piso. El olor dulzon y pesado de una mujer de mediana edad pendia en el aire de ambas estancias. El piso estaba recogido y resultaba triste.

Salvo uno, los cajones del escritorio no estaban cerrados con llave y estaban extranamente vacios. Algunas carpetas que sobresalian en el estante inferior de la estanteria llamaron la atencion de Kroner, hasta que descubrio que contenian recetas de cocina. Kroner dejo las recetas esparcidas por el suelo. A media altura, Petra habia sacado uno de los estantes para dejar sitio a toda una galeria de personajes encuadrados en marcos cincelados; probablemente, retratos del circulo de amigos y familiares mas cercanos. En el marco que ocupaba el centro del estante habia una foto de una Petra mas joven y vestida de uniforme, una camisa de rayas azules y blancas y anticuadas y una falda blanca con peto y tirantes. Petra sonreia con mas naturalidad de la que Kroner estaba acostumbrado a apreciar en ella. Gerhart Peuckert estaba sentado en una silla delante de la mujer, mirando a la camara con una sonrisa tan ligera y volatil que casi parecia retocada.

En la habitacion contigua la cama estaba sin hacer. La ropa interior y las prendas del dia anterior estaban tiradas de cualquier manera sobre el tocador. Habia otra hilera de fotos colgada a la cabecera de la cama. Ninguna de las personas retratadas en ellas tenia que ver con la faceta de la vida de Petra que Kroner conocia.

Volvio a echar un vistazo al cajon cerrado con llave, se metio la mano en el bolsillo y saco una navaja. Una punzada rapida y seca directamente al pestillo, seguida por un giro rapido fueron suficientes para abrir el cajon.

En su interior aparecieron mas fotos de ella y Gerhart. Kroner saco cuidadosamente el monton de fotos y las deposito boca abajo sobre la mesa. Los documentos no tenian mas de un par de anos de antiguedad. Los ahorros de Petra Wagner y diversos souvenirs de tierras lejanas daban testimonio de la humildad y la falta de fantasia de Petra. Por lo visto, no le habia sacado demasiado rendimiento a) dinero que se habian comprometido a adelantarle.

Kroner devolvio los papeles a su sitio, cerro el cajon y saco la navaja de la cerradura lentamente hasta que oyo un clic. Luego saco la papelera de debajo de la mesa, la revolvio, separo papel de embalaje, papeles y catalogos publicitarios, volvio a juntarlo todo en un monton y lo metio de nuevo en la papelera. Al volver a colocar el cesto de mimbre debajo de la mesa, su mirada tropezo con las recetas de cocina que seguian esparcidas por el suelo. Suspiro, se arrodillo y junto las hojas en un monton. Cuando se disponia a meterlas en el libro, una esquina amarillenta de una hoja de papel le llamo la atencion. Era evidente que no tenia nada que ver con las recetas.

Incluso antes de desdoblar la hoja, supo que por fin Petra habia perdido el control sobre su vida y la de Gerhart. Leyo rapidamente el texto escrito en aquella hoja que recordaba palabra por palabra, a pesar de que hacia toda una vida que la habia visto por primera vez. Aquel pedazo de papel insignificante habia infectado la mayor parte de su vida adulta y las de los demas.

Kroner sonrio levemente y volvio a doblar la hoja, se la metio en el bolsillo interior de la chaqueta y se quedo mirando fijamente el disco del telefono antes de descolgar el auricular. Paso al menos un minuto hasta que la voz jadeante de una mujer respondio:

– ?Buenas tardes, Frau Billinger, soy Hans Schmidt!

Volvio a cerrar la navaja con una mano y se la metio en el bolsillo.

– ?Podria decirme si Petra Wagner ha aparecido por el sanatorio hoy? -pregunto.

Frau Billinger era una de las enfermeras que llevaba mas tiempo en el Kuranstalt St. Ursula. Cuando no estaba en su despacho, solia ser porque habia bajado a la cocina a hacerse un te de menta y se lo habia llevado al salon del ala A. El televisor de aquella sala era el mas nuevo y, ademas, las sillas llevaban fundas de plastico que evitaban que la tapiceria oliera a orina. Cuando se sentaba en una de aquellas sillas y se dejaba llevar por una teleserie, solia olvidarse de que tenia una casa que la esperaba.

– ?Petra Wagner? No, pero ?por que iba a estar aqui? Por lo que yo se, se han llevado a Erich Blumenfeld a casa de Hermann Mullen ?No es asi?

– Si, pero Petra Wagner no lo sabe.

– ?Vaya!

Kroner se imaginaba su rostro meditabundo y brillante.

– Entonces es un poco raro, ?no le parece? Son mas de las seis. ?Deberia estar aqui ya! Pero ?por que me lo pregunta? ?Ha pasado algo?

– No, desde luego que no. Solo es que tengo una propuesta que hacerle.

– ?Una propuesta? ?Que tipo de propuesta, Herr Schmidt? Si cree que podra convencerla para que trabaje aqui, se equivoca. Le pagan mucho mejor donde esta.

– Sin duda, Frau Billinger, sin duda. ?De todos modos, seria tan amable de pedirle que me llame a casa en cuanto aparezca? Se lo agradeceria mucho.

El silencio al otro lado de la linea solia significar que Frau Billinger estaba de acuerdo.

– ?Y una cosa mas, antes de que se me olvide, Frau Billinger! Nos gustaria que no volviera a marcharse cuando descubra que Erich Blumenfeld esta de fin de semana. Envie a uno de los enfermeros a por pasteles. No se preocupe, ?pago yo! Sirvale una taza de te y, mientras tanto, nosotros nos acercaremos al sanatorio. ?Pero acuerdese sobre todo de llamarnos en cuanto llegue!

– ?Uhhh!

La alegria de Frau Billinger era casi visible a traves del auricular.

– ?Que interesante! ?Me encantan los pasteles y los secretos!

CAPITULO 51

La conversacion, si se le podia llamar asi, habia tenido lugar a toda prisa. Gerhart alzo la cabeza cautelosamente, dejo de contar y miro a Andrea. La mujer estaba en mitad de la sala con el rostro desencajado. Era evidente que se habia visto sorprendida por los acontecimientos, algo que ocurria muy raras veces. De joven habria estado mas alerta. Maldecia en voz alta. Gerhart reculo en el asiento.

Alguien tendria que pagar por ello.

– ?Bruja asquerosa! -espeto.

Por un instante, las dos hojas de la puerta la ocultaron.

– ?Pequena bruja asquerosa! -volvio a gritar.

Luego se hizo el silencio y Gerhart retomo el recuento de los rosetones del techo. Poco despues volvio a aparecer la mujer en el salon arrastrando las zapatillas y se llevo a Gerhart del brazo a la cocina.

Una vez alli, Gerhart se quedo callado bajo la luz del fluorescente, escuchando sus lamentos balbuceantes hasta que volvio su marido. Gerhart desenfoco la mirada. Intento que las palabras lo atravesaran sin registrarlas.

– ?Lo he visto! ?He visto a Arno von der Leyen! -casi grito Stich-. Ha sido fantastico. Me hablo en ingles, tal como dijo Lankau que haria. ?Increible! ?Estuve a punto de morirme cuando, tal como Kroner habia dicho, se presento como Bryan Underwood Scott! Eso ni siquiera lo sabe Lankau. ?Vaya nombre!

Stich intento reirse, pero tuvo que desistir y carraspeo.

– ?Menudo idiota! No se conforma con menos. ?Bryan Underwood Scott! ?Venga ya!

De pronto, Stich se callo y prosiguio en un tono apenas audible que acompano con una mimica suave.

– Hablamos un rato. «Excuse me», dijo sin saber quien era yo.

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