castigaremos. Siempre ha sido asi, ?no es cierto, pequeno Gerhart? Si no obedeces, te pegaremos o te someteremos de alguna u otra forma, lo sabes muy bien. Lankau, Kroner y yo siempre estaremos cerca de ti, jamas podras escaparte. Lo sabes, ?verdad? Podemos obligarte a hacer cualquier cosa, ?no es asi? ?Acaso no recuerdas que conseguimos que te comieras tu propia mierda, Gerhart? -Stich acerco la cabeza a la mejilla de Gerhart y prosiguio-: ?No querras que vuelva a pasar hoy, verdad?

Casi parecio que Andrea le hacia una reverencia cuando deposito las pastillas en la palma de la mano extendida de su marido.

– ?Ahora vas a tragarte las pastillas, Gerhart! -ordeno Stich, carraspeando-. Si no, no se lo que te hare esta vez.

Gerhart ni siquiera intento resistirse cuando Stich separo sus labios secos a la fuerza. Su cuerpo permanecia totalmente pasivo y drenado de energia, los pensamientos estaban a punto de consumirlo.

– ?Venga, masticalas, Gerhart! ?Hazlo, o tragatelas enteras! Me da lo mismo, siempre y cuando te las tragues.

Al ver que Gerhart no parecia dispuesto a tragarselas a pesar de los golpes continuados en la nuca, el viejo se puso en pie con determinacion y fue a por la pistola. Cuando le quito el seguro, su esposa se dirigio hacia el sofa rapidamente, como si ya hubiera visto a su marido llevar a cabo este tipo de amenazas otras veces. Gerhart respiro pesadamente y miro a Stich a los ojos.

– ?Espera, Peter, los cojines!

El viejo solto un suspiro y acepto uno de los cojines que ella le ofrecio, lo apreto contra la sien de Gerhart y llevo el canon de la pistola al cojin.

– ?Esto amortiguara el disparo! -dijo.

El tacto del cojin contra la sien era agradable. Andrea sostenia el otro cojin por las esquinas, al otro lado de la cabeza de Gerhart. Su tacto era mas calido, como si alguien hubiera estado sentado sobre el apenas un instante antes.

– ?Ahora escuchame bien, gilipollas! -grito Stich, poniendo enfasis en cada palabra con un apreton contra la sien de Gerhart-. Ya has dejado de ser importante para nosotros. En cuanto hayamos acabado con Petra, no nos serviras para nada. Os debeis la vida mutuamente. Hasta ahora, ha resultado ser un arreglo provechoso, pero ?para que vamos a mantenerte a ti con vida, si ella se va?

A pesar de que Stich mantenia su cabeza apresada, Gerhart logro girarla ligeramente para poder mirar a su verdugo a los ojos.

– ?Esta es tu ultima oportunidad! -prosiguio el viejo-. Estaras de vuelta en tu silla de ruedas en Santa Ursula esta misma noche, siempre y cuando te tragues las pastillas ahora mismo. En caso contrario, ya se nos ocurrira alguna excusa plausible que pueda justificar tu desaparicion, ?no te quepa la menor duda! ?Tragatelas, te digo! ?Voy a contar hasta diez!

Habian pasado ya muchas horas desde la ultima vez que Gerhart se habia tomado sus pastillas. Nunca habia pasado tanto tiempo entre toma y toma. Hacia tan solo un par de minutos que estaba tirado en el suelo, a gatas, recibiendo los golpes de Stich sin rechistar y contemplando aquellas manchitas blancas desparramadas por la alfombra, debajo de la mesa del comedor, y apenas habia sentido otra cosa que asombro.

La estancia parecia haberse ensanchado y la saliva le fluia libremente de la boca, obligandolo a tragarsela constantemente.

La sensacion de que el cuerpo no hacia mas que expandirse y encogerse sin parar le provocaba ganas de reir. Los pasos de Andrea le habian sonado como las pisadas de un buey.

Todas las palabras le llegaban como a traves de un altavoz.

Cuando el viejo empezo a contar, Gerhart noto que la obstinacion se le agolpaba en el pecho. El rostro del viejo era un estorbo y un obstaculo para el; atraia las sombras y evocaba la aversion. Estaba impregnado de un olor agrio, la barba de tres dias que emergia por encima de la linea de la barba recortada le conferia un aspecto vulgar.

Al llegar al cinco, Stich le escupio en la cara sin que por ello Gerhart reaccionara. La ira habia sorbido todo el color del rostro del viejo. La espuma sobresalia de su boca. Andrea le envio una mirada nerviosa.

– ?No soporto la detonacion ni la porqueria! -grito, echando la espalda hacia atras en un movimiento torpe, como para asegurarse de que el proyectil no haria blanco en ella despues de atravesar la cabeza de Gerhart.

En aquella posicion, un sencillo soplo de aire podria haberla desestabilizado.

Al llegar a siete, Gerhart Peuckert se llevo el brazo a la cara y se seco el escupitajo con el dorso de la mano. Las execraciones de Stich no parecian surtir el efecto deseado. Cuanto mas debiles eran, mayor parecia ser su efecto. Cuando el viejo lo habia tomado por los hombros, sin querer, habia despertado en Gerhart lo que mas le costaba resistir: el deseo de sentir algo.

No se acaba ningun rompecabezas sin colocar la ultima pieza. Sin rompecabezas no hay pensamientos. Sin pensamientos no hay sentimientos y sin sentimientos no hay reaccion. Aquel simple gesto carinoso de Stich habia desatado esta cadena caotica de reacciones. Las manos tiernas despertaron sus sentimientos. La amenaza a Petra se convirtio en la ultima pieza. Al volatilizarse la ternura de Stich, la amenaza volvio a acrecentarse y llego la reaccion.

Se habia completado el rompecabezas.

Al llegar a nueve, Gerhart escupio todas las pastillas a los ojos de su verdugo con tal violencia obstinada que lo dejo ciego momentaneamente.

Un ultimo y fatal error.

Sorprendido, el viejo reculo. Andrea gruno como un cerdo a las puertas del matadero mientras zarandeaba el cojin como si fuera una arma letal.

Y Gerhart volvio a escupir, agarro al viejo por la muneca y le hinco las unas en sus carnes correosas con todas sus fuerzas.

Gerhart no detecto el sonido metalico de la pistola al caer al suelo hasta que ya fue demasiado tarde. De pronto se hizo el silencio. De pronto tuvo a Andrea cara a cara, con los brazos extendidos hacia el. En la mano sostenia la pistola, dispuesta a utilizarla contra el. Los ojos de Stich despedian un odio salvaje. Todo su cuerpo temblaba de colera. La masa blanca y densa de pastillas disueltas le corria mejilla abajo, pero el viejo no le prestaba atencion.

Gerhart aparto la mirada y volvio a mirar fijamente a Andrea. Extendio el brazo hacia ella y ladeo la cabeza. Sus pestanas estaban pegadas, sus labios temblaban.

– ?Andrea! -dijo.

Era la primera vez que pronunciaba su nombre. Los sentimientos se fundieron para volver a desintegrarse, provocandole el llanto y la risa indistintamente.

– Pero ?que te pasa, amiguito? Pareces tan nervioso -se oyo en un tono contenido desde atras.

A medida que las mejillas de Stich fueron recobrando su color, su cuerpo fue enderezandose, recobrando asi su habitual flema.

– ?Hay que ver como te pones, pequeno Gerhart! Ya veras, muy pronto podras estar tranquilo, ?te lo prometo! Pasame la pistola, Andrea -dijo extendiendo la mano hacia ella-. ?Tenemos que acabar con esta situacion de una vez por todas!

Con una rapidez que hacia pensar que Andrea le habia alcanzado la pistola voluntariamente, la mano de Gerhart salio disparada y le arrebato el arma de un tiron. Ni Andrea ni su marido tuvieron tiempo de detectar lo que acababa de ocurrir. Gerhart agarro a Andrea por las mangas del vestido y la arrojo contra la pared y las cortinas con tal violencia que la mujer no volvio a levantarse.

El odio entre el viejo y Gerhart Peuckert se encendio silenciosamente. Haciendo caso omiso a lo que acababa de ocurrir, Stich agarro a Gerhart por el cuello con unas manos esqueleticas. A pesar de los anos de inmovilidad, su victima consiguio zafarse de sus manos y, con un impetu que normalmente solo se da si se dispone de una herramienta, Peuckert le propino tal golpe que hizo crujir la mandibula de Stich.

A partir de entonces, el viejo dejo de resistirse.

– ?Que es lo que quieres? -le pregunto Stich entrecortadamente cuando Peuckert lo sento en una silla de un empujon. Era evidente que el cinturon que apresaba sus munecas le provocaba dolor-. ?Que es lo que esperas conseguir?

Peuckert se llevo la mano al liquido diafano que salia de su nariz, volvio la cabeza con la mirada fija en el techo y dejo que Stich carraspeara hasta recobrar la serenidad. Stich se lo quedo mirando un buen rato. Cuando

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