Aunque era evidente que habia tomado algo antes de entrar en la cocina, la unica copa de vino que habia bebido con ellos lo habia emborrachado ostensiblemente. Fayed no estaba acostumbrado a beber. Al no conseguia imaginarse por que lo estaba haciendo ahora.

– No -dijo Fayed en voz alta, y rompio la tension de la situacion-. Tienes toda la razon. No mas vino para mi. Es bueno en dosis pequenas, pero peligrooooso en grandes.

Al decir «peligroso», agito el dedo indice exageradamente senalando a sus sobrinas, que estaban sentadas en los costados estrechos de la mesa.

– ?Que tal esta la familia? -pregunto Al sin dejar de comer.

– Ay, la familia… -Fayed empezo a comer otra vez, masticaba despacio como si tuviera que concentrarse para atinar en la comida con los dientes-. Bien, supongo. Si, claro. En la medida en que se pueda decir que alguien en este pais esta bien. Con nuestros origenes etnicos, quiero decir.

Al se puso de inmediato en guardia. Dejo el cuchillo y el tenedor sobre el plato y apoyo los codos sobre la mesa para inclinarse hacia delante.

– Nosotros no tenemos problemas -dijo, sonriendo a sus hijas.

– Y yo tampoco estoy hablando de gente como tu -dijo Fayed, que esta vez vocalizo con mas claridad.

Al queria rebatirle, pero no delante de las chicas. Pregunto si habian acabado todos con el aperitivo y empezo a recoger los platos usados. Louise lo acompano a la cocina.

– ?Esta enfermo? -pregunto susurrando-. Es como muy raro. Tan… imprelisible, de algun modo.

– Imprevisible -la corrigio su padre en voz baja-. Siempre lo ha sido. Pero no le juzgues con demasiada dureza, Louise. No lo ha tenido tan facil como nosotros.

«Fayed nunca ha superado lo del 11-S -penso-. Estaba subiendo en la jerarquia de un sistema exigente y bien pagado. Despues de la catastrofe pego un frenazo. Por poco no le dejan conservar el puesto de directivo medio que tenia. Fayed esta amargado, Louise, y tu eres demasiado joven para enfrentarte a la amargura.»

– En realidad es bueno -dijo sonriendo a la hija-. Y como has dicho tu, es tu tio carnal.

Volvieron al salon, cada uno de ellos llevaba dos platos con exquisito caviar ruso y ajos chalotes cultivados en su propio huerto.

– … y nunca han conseguido hacer nada con esa injusticia. Y nunca lo conseguiran.

Fayed nego con la cabeza y se llevo un dedo a la sien.

– ?De que estais hablando? -pregunto Al.

– De los negros -respondio Fayed.

– Afroamericanos -dijo Al-. Te refieres a los afroamericanos.

– Llamalos como quieras. Dejan que se aprovechen de ellos. Estan hechos asi, ya sabes. Nunca conseguiran levantar cabeza.

– En esta casa no se permite decir ese tipo de cosas -dijo Al con calma, y coloco un plato delante del invitado-. Propongo que cambiemos de tema.

– Es genetico -dijo Fayed, impasible-. Los esclavos tenian que ser fuertes y trabajadores, pero no pensar demasiado. Si habia alguno listo entre los negros de Africa, lo dejaron libre. El material genetico de los que trajeron del otro lado del oceano hace que no sirvan mas que para el deporte. Y para ser gansteres. Nosotros somos distintos. Nosotros no tenemos por que conformarnos con la mierda.

?Pang!

Al Muffet estampo su propio plato en la mesa y este revento.

– Ahora te vas a callar la boca -le espeto-. Nadie, ni siquiera mi propio hermano, tiene mi permiso para decir chorradas como esa. Aqui no. Ni en ningun otro sitio. ?Lo entiendes? ?Lo entiendes?

Las chicas estaban completamente rigidas, solo se les movian los ojos, que iban del tio al padre y viceversa. Incluso Freddy, el pequeno terrier que estaba atado en el jardin y solia ladrar sin pausa durante cualquier comida en la que no le dejaran participar, estaba callado.

– Quiza deberiamos comer -dijo al final Louise, la voz era mas suave de lo normal-. Papa, puedes tomarte el mio. En realidad no me gusta mucho el caviar. Ademas, a mi me parece que tanto Condoleezza Rice como Colin Powell son muy listos, la verdad. Aunque no este de acuerdo con ellos, porque yo soy democrata. -La nina sonrio con cuidado, y ninguno de los hombres dijo nada-. Toma. -Le tendio un plato a su padre.

– Tienes razon -dijo por fin Fayed, que se encogio de hombros, podia parecer una disculpa-. Cambiemos de tema.

Sin embargo, no era tan facil. Permanecieron bastante tiempo comiendo en silencio. Si el padre hubiera mirado a Louise, se hubiera fijado en las lagrimas que colgaban de sus pestanas y en el leve temblor de su labio inferior. A Catherine, en cambio, la situacion parecia resultarle muy interesante. Miraba ininterrumpidamente a su tio, como si acabara de entender lo que hacia alli.

– Os pareceis un monton -dijo de pronto-. Si no se tiene en cuenta el bigote, quiero decir.

Los dos hombres terminaron levantando la vista del plato.

– Eso nos han dicho desde que eramos pequenos -dijo el padre, cogiendo un trozo de pan para rebanar los ultimos restos de la comida-. Y eso a pesar de la diferencia de edad.

– Incluso madre se equivocaba a veces -dijo Fayed.

Al lo miro con incredulidad.

– ?Madre? Madre nunca nos confundia. ?Tienes cuatro anos mas que yo, Fayed!

– Al morir -dijo Fayed, con un trasfondo en la voz que Al nunca habia oido antes y que no era capaz de interpretar-, la verdad es que me confundio contigo. Probablemente porque siempre te quiso mas a ti. Deseaba que hubiera sido asi, que fuera su hijo favorito quien conversaba con ella en su ultimo momento de claridad. Pero tu… no llegaste a tiempo.

La sonrisa era ambigua.

Al Muffet dejo los cubiertos. La habitacion habia empezado a dar vueltas. Sentia que la sangre abandonaba su cabeza y que la adrenalina se extendia por cada musculo, por cada nervio del cuerpo. Tenia las palmas de las manos pegadas a la mesa. Tuvo que agarrarse para no caerse de la silla.

– Esta bien -dijo sin entonacion, e intentando no asustar a las chicas, que lo miraban como si llevara una nariz de payaso-. Asi que creyo…

– ?Estas raro, papa! ?Que te pasa?

Louise se estiro por encima de la mesa y coloco su manita de nina sobre la manaza de su padre.

– Estoy… Estoy perfectamente. Perfectamente. -Se forzo a hacer una mueca que pretendia ser una sonrisa tranquilizadora, pero que comprendio que tendria que acompanar de una explicacion-. Me dolia mucho la tripa, por un momento. Puede que el caviar no me haya sentado bien. Se me pasara enseguida.

Fayed lo miro. Sus ojos parecian mas oscuros de lo normal. El hombre daba la impresion de tener una capacidad sobrenatural de hundirselos en la cara, o de sacar la frente hacia fuera, de modo que la cara resultaba mas lugubre, mas amenazadora. Al recordo que su hermano lo miraba asi, exactamente asi, cuando eran pequenos y Fayed habia hecho algo malo y mentia por los codos durante las repetidas broncas de su padre, que con los anos se fueron haciendo cada vez mas furiosas. Al entendio lo que esto podia significar.

Y comprendio, sin saber a ciencia cierta por que, lo que podia implicar que su madre hubiera confundido a los hijos en su lecho de muerte.

Lo que no conseguia entender de ninguna manera era por que su hermano habia decidido presentarse de pronto alli, tres anos mas tarde, como salido de la nada, para comportarse como un extrano y perturbar la vida normal y satisfactoria que Al Muffet habia construido con sus hijas en un rincon del noreste de Estados Unidos.

– Creo que me voy a tener que echar un momento. Solo un ratito.

«Algo va mal -penso al dirigirse hacia las escaleras del segundo piso-. Algo va muy mal y yo me tengo que centrar. ?Ali Shaeed Muffasa, tienes que pensar!»

Capitulo 32

Adallah al-Rahman se desperto con su propia risa.

Acostumbraba a dormir profundamente durante siete horas seguidas, desde las once de la noche hasta las

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