Primero uso el higado de oca.

Luego cogio el ultimo bote de caviar ruso, de una partida que le habia regalado una familia que estaba de vacaciones, despues de que curara a su cachorro de estrenimiento.

– Louise -dijo en voz baja-, no hace falta que uses toda la comida que tenemos. Frena un poco, por favor.

La chiquilla puso gesto de ofendida.

– Aunque a ti no te haga demasiada ilusion eso de la familia, a mi me parece que es ocasion de soltarse la melena, papa. ?Y a quien le vamos a servir estas cosas si no las podemos usar estando aqui mi tio? ?Mi tio, papa! ?Mi tio carnal!

Al Muffet resoplo.

– Recuerda que es musulman -murmuro-. No uses nada con carne de cerdo.

– Anda que tu, que te vuelven loco las costillas de cerdo. Verguenza tendria que darte.

Le encantaba que se riera. Tenia la risa de su madre, lo ultimo que le quedaba a Al Muffet de su mujer. Cuando cerraba los ojos e intentaba reproducir su imagen, solo veia la escualida figura en la que se convirtio durante los ultimos meses de su vida. Nada mas. Se le habia borrado su rostro. Lo unico que era capaz de percibir era el recuerdo del vago aroma de un perfume que el le habia regalado cuando se comprometieron y que desde entonces ella siempre uso. Y luego su risa. Era melodiosa y cantarina, como el sonido de las campanas. Louise la habia heredado y, de vez en cuando, Al Muffet hacia el payaso o le contaba un chiste, solo para poder cerrar los ojos y escucharla.

– ?Que esta pasando aqui? -pregunto Fayed desde el vano de la puerta-. ?Eres tu la chef de la familia?

Fue hasta el banco de la cocina y le revolvio el pelo a Louise. Ella sonrio, agarro una berenjena y se puso a cortarla con mano diestra.

«A mi nunca me deja revolverle el pelo -penso Al Muffet-. No se trata asi a una chica de doce anos, Fayed, ?no ves que se comporta como una pequena adulta? Al menos si apenas la conoces.»

– Tienes unas chicas estupendas -dijo Fayed dejando una botella de vino sobre la rustica mesa de roble que estaba en medio de la habitacion-. Pense que esto te podria gustar. ?Donde estan Sheryl y Catherine?

– Sheryl tiene veinte anos, se independizo el ano pasado.

– Ah -dijo Fayed con ligereza, y tuvo que dar un paso a un costado para recuperar el equilibrio cuando abrio un cajon-. ?Hay algun sacacorchos por aqui?

A Al le parecia percibir un ligero olor a alcohol. Cuando Fayed se dio la vuelta, hubiera jurado que tenia los ojos humedos y la boca floja.

– ?Bebes? -pregunto-. Yo creia que…

– Casi nunca -lo interrumpio Fayed; carraspeo, como si quisiera recobrar el dominio de si mismo-. Pero en un dia como este… Ya veo que quieres que lo celebremos en serio. Estoy de acuerdo contigo. He traido unos regalos para las chicas. Podemos abrirlos por la tarde. ?De verdad que es un gusto veros a todos!

– Bueno, en realidad, por ahora solo nos has visto a nosotros dos -dijo Al abriendo un cajon-. Pero Catherine esta al caer. Le dije que comeriamos sobre las seis y media. Esta tarde tenia un partido. Supongo que ya habran acabado.

El sacacorchos estaba enganchado en la batidora. Finalmente consiguio separar las herramientas y le tendio el sacacorchos a su hermano.

– ?Que me dices? -dijo Fayed risueno, y cogio el instrumento-. Mi sobrina esta jugando un partido, ?y no me has dicho nada? ?Podriamos haber ido a verla? A mis hijos no les interesan esas cosas. -Nego con la cabeza haciendo una mueca de desagrado-. A ninguno de ellos. No tienen el mas minimo espiritu competitivo, ninguno de ellos.

Louise sonrio un poco cohibida.

Fayed abrio la botella y busco copas con la mirada. Al abrio un armario y saco una, que dejo sobre la mesa de roble.

– ?Tu no quieres? -pregunto Fayed, sorprendido.

– Es miercoles, y manana me levanto temprano.

– Solo una copa -le rogo Fayed-. Por Dios, ?una copa no te va a sentar mal! ?No te alegras de verme?

Al tomo aire. Luego cogio otra copa y la dejo junto a la primera.

– Esto -dijo, senalando un par de centimetros por encima del fondo-. ?Para!

Fayed se sirvio generosamente a si mismo y alzo la copa.

– Un brindis por nosotros -dijo- ?Por la reunificacion de la familia Muffasa!

– Nosotros nos llamamos Muffet -dijo Louise sin mirar a su tio.

– Muffet, Muffasa. Same thing!

Bebio.

«Estas borracho -penso Al, sorprendido-. Tu, que de nosotros eres el religioso, ?y que no te has tomado nunca ni una cerveza con los amigos, de repente apareces de la nada, despues de no haber dado senales de vida en tres anos, y te emborrachas con alguna cosa que ni siquiera te he servido yo».

– Ya podemos sentarnos -dijo Louise.

Parecia sentir timidez, cosa que nunca solia pasarle. Era como si de pronto hubiera entendido que su tio no estaba completamente en sus cabales. Cuando se agacho hacia ella para acariciarle la espalda, se retiro con una sonrisa cohibida.

– Adelante -dijo senalando el salon.

– ?No deberiamos esperar a Catherine? -pregunto Al, y le dirigio un gesto tranquilizador a su hija-. Debe de estar a punto de llegar.

– Ya estoy en casa -dijo alguien que dio un fuerte portazo-. ?Hemos ganado! ?Yo he logrado un home run!

Fayed se llevo la copa al salon.

– Catherine -dijo en tono carinoso; se detuvo para ver bien a su sobrina.

La quinceanera se paro en seco. Saludo con la cabeza al hombre que era exactamente igual a su padre, a excepcion de la mirada, que era humeda y dificil de interpretar. Ademas llevaba un bigote que no le gustaba, un espeso mostacho con las puntas humedas. Parecian pequenas flechas que senalaban su boca y le ocultaban el labio superior.

– Hola -dijo ella en voz baja.

– Ya te dije que quizas el tio Fayed se pasaria hoy por aqui -dijo Al fingiendo alegria-. ?Y aqui esta! Vamos a sentarnos. Louise se ha encargado de la comida, y ha salido como corresponde.

Catherine sonrio con precaucion.

– Solo voy a dejar las cosas en mi cuarto y a lavarme las manos -dijo, y subio las escaleras hacia el segundo piso de cuatro zancadas.

Louise llego desde la cocina con dos platos en las manos, y otros que hacian equilibrios sobre sus delgados antebrazos.

– Mira -dijo Fayed-. ?Una autentica profesional!

Se sentaron. Catherine bajo desde el segundo piso con la misma agilidad con la que habia subido. Llevaba el pelo corto, tenia una cara hermosa y fuerte, y los hombros anchos.

– Asi que juegas al futbol -dijo Fayed bastante superfluamente, y se metio el primer trozo de pate de ganso en la boca-. Tu padre jugaba al baloncesto. En sus tiempos. ?De eso si que hace anos! ?Verdad, Ali?

Nadie habia llamado Ali al padre desde que murio la abuela. Las chicas intercambiaron miradas, Louise ahogo la risa tras una mano extendida. Al Muffet murmuro algo inaudible que pretendia detener la charla sobre su miserable carrera atletica.

Fayed vacio la copa. Louise iba a levantarse para ir a buscar la botella a la cocina, pero su padre la detuvo poniendole la mano en el muslo.

– El tio Fayed ya no quiere mas vino -dijo con suavidad-. Aqui hay agua fria.

Sirvio agua en un gran vaso y se lo paso a su hermano, que estaba al otro lado de la mesa.

– Hombre, puedo beber un poco mas de vino -sonrio Fayed sin tocar el agua.

– Yo creo que no -dijo Al clavandole la mirada.

Algo iba muy mal. Que Fayed bebiera, como es natural, podia deberse a que habia cambiado durante los anos que no se habian visto. Pero no era muy plausible. Ademas daba la impresion de que no lo toleraba muy bien.

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