Alzo la copa en un discreto brindis y volvio a beber.

– ?Por que crees que gano? -pregunto Hanne-. ?Como lo consiguio? Absolutamente todos los comentaristas decian que era demasiado pronto para que ganara una mujer.

Inger Johanne sonrio.

– Ante todo fue el factor X.

– ?El factor X?

– Lo que no se puede explicar. La suma de virtudes que en realidad no se pueden senalar. Lo tenia todo. Si alguna mujer podia tener alguna oportunidad, era ella. Y solo ella.

– ?Y Hillary Clinton?

Inger Johanne chasqueo la lengua y se trago el vino que descansaba sobre su lengua.

– Creo que este es el mejor vino que he probado en mi vida-dijo mirando fijamente la copa-. Era demasiado pronto para Hillary. Ella misma se dio cuenta. Pero puede llegar su momento. Mas adelante. Tiene buena salud y puede ser candidata hasta pasados los setenta, diria yo. Para eso aun queda un tiempo. La ventaja de Hillary es que ya se conoce toda la mierda. Cuando recorrio el camino para convertirse en primera dama, se reviso toda su vida. Por no decir durante los ocho anos en la Casa Blanca… Hace mucho que salio toda la porqueria, pero aun hay que tomar cierta distancia respecto a todo eso.

– Pero a Helen Bentley tambien la investigaron -dijo Hanne, que intento enderezarse en la silla-. Fueron a por ella como perros avidos de sangre.

– Por supuesto. La cosa es que no encontraron nada. Nada de importancia. Tuvo el suficiente sentido comun como para admitir que durante la epoca de estudios no habia llevado exactamente una vida de monja. Lo hizo antes de que a nadie le hubiera dado tiempo a preguntarlo. Y ademas lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Incluso guino un ojo. A Larry King, en directo. Pelota muerta. Genial. -Cuando sostenia la copa de vino contra la hoguera de la chimenea, veia un juego de colores en el que el liquido variaba desde un tono rojo oscuro intenso hasta el color del ladrillo, a lo largo del borde-. Para colmo, tenia un tour en Vietnam -dijo Inger Johanne, y tuvo que sonreir otra vez-. En 1972, cuando tenia veintidos anos. Fue tan lista como para no decir nada hasta que algun cuco, o quiza deberia de decir un halcon, bastante al comienzo del proceso de nominacion, senalo que de hecho Estados Unidos estaban en guerra con Irak, y que el Commander in Chief necesariamente habia de tener experiencia de guerra. Cosa que es una solemne chorrada, por supuesto. ?Mira a Bush! De joven correteo un poco por ahi en uniforme de piloto y nunca puso ni un pie, ni un ala, fuera de Estados Unidos. Pero ya sabes… -El vino ya le estaba aclarando la cabeza-. Helen Bentley le dio la vuelta a toda la historia. Se presento ante las camaras y dijo que la razon por la que nunca hablaba de sus doce meses en Nam era que, por respeto a los veteranos mutilados y danados psiquicamente, no queria sacarle partido a un servicio que ante todo habia consistido en estar sentada detras de una maquina de escribir. No habia ido a la guerra porque la hubieran obligado, sino porque lo consideraba su deber. Cuando volvio, dijo, era una mujer mas adulta y mas sabia, y pensaba que aquella guerra era un error fatal. Al igual que la guerra contra Irak, que no apoyo desde el comienzo, y que se habia convertido en una pesadilla para la que habia que encontrar una salida honrosa y responsable, sin escatimar esfuerzos. Y eso lo mas deprisa posible. -Como un rayo, puso la mano sobre su copa cuando Hanne quiso servirle mas-. No, gracias. Esta delicioso, pero pronto me tengo que acostar.

Hanne no insistio y le coloco el corcho a la botella.

– ?Te acuerdas cuando vimos juntas la ceremonia de investidura? -dijo-. Hablamos de lo increiblemente bien que tienen que planificar sus vidas. ?Lo recuerdas?

– Si -respondio Inger Johanne-. Creo que en el fondo yo estaba mas… emocionada de lo que lo estabas tu.

– Eso es porque no eres tan cinica como yo. Todavia te dejas impresionar.

– Es imposible no hacerlo -dijo Inger Johanne-. Mientras que Hillary Clinton intenta dar una imagen de dura, intransigente y autonoma, ella…

– Creo que esta trabajando duro para cambiar eso.

– Si, desde luego. Pero eso lleva tiempo. Helen Bentley tiene algo…

Ladeo la cabeza y se coloco el pelo detras de la oreja. Hasta ese momento no se habia dado cuenta de que tenia las gafas llenas de las huellas de Ragnhild. Se las quito y las limpio con la punta de la camisa.

– … indefinible -dijo despues de un rato-. El factor X. Es calida, guapa y femenina, al mismo tiempo que ha demostrado su fuerza por medio de su carrera profesional y su participacion en la guerra. No cabe duda de que debe de ser un hueso, y tiene muchos enemigos. Pero los trata de un modo… ?distinto? -Se coloco las gafas en la nariz y miro a Hanne-. ?Sabes lo que quiero decir?

– Si. -Hanne asintio con la cabeza-. En otras palabras, se le da bien enganar a la gente. Se le da bien conseguir que incluso sus mas acerrimos enemigos sientan que los trata con el debido respeto. Pero me pregunto que tendra.

– ?Tendra? ?Que quieres decir?

– Anda ya -sonrio Hanne-. ?No te habras creido que es tan pura como parece?

– Pero si… Si hubiera algo, ?seguro que ya lo habria encontrado alguien! Los periodistas estadounidenses son los mejores… los peores del mundo para eso.

Extranamente, Hanne parecia contenta, por primera vez en el breve y fragil tiempo que hacia que se conocian. Era como si eso de tener a una presidenta de Estados Unidos desmayada en el sofa hiciera que se tambaleara el impenetrable escudo de amable indiferencia con el que siempre se rodeaba. El mundo entero contenia la respiracion, con miedo creciente por lo que le hubiera podido pasar a Helen Lardahl Bentley. Era evidente que Hanne Wilhelmsen disfrutaba de ello. Inger Johanne no sabia muy bien como interpretarlo, ni si le gustaba.

– Boba. -Hanne se rio y se estiro hacia ella para pegarle un empujon en el costado-. No existe una sola persona, ni una sola persona en todo el mundo, que no tenga nada de lo que avergonzarse. Algo que tienen miedo que los demas averiguen. Cuanto mas alto estes en la jerarquia, tanto mas peligrosa es cualquier falta, por leve que sea. Seguro que nuestra amiga de ahi dentro tambien tiene lo suyo.

– Me voy a la cama -dijo Inger Johanne-. ?Te vas a quedar levantada?

– Si -dijo Hanne-. Al menos hasta que tu te despiertes. Seguro que cabeceo un poco aqui en la silla, pero tengo muchisimo que leer.

– Hasta que se despierte Ragnhild -la corrigio Inger Johanne, que volvio a bostezar mientras se dirigia, con las zapatillas que le habian prestado, a la cocina para coger agua.

Se detuvo en la puerta.

– Hanne -dijo en voz baja.

– ?Si?

No se giro en la silla. Seguia sin apartar la vista de las danzarinas llamas. Se habia servido mas vino y alzo su copa.

– ?Por que estas tan empenada en que no avisemos a nadie de que esta aqui?

Hanne dejo la copa y giro muy despacio la silla hacia Inger Johanne. La habitacion estaba a oscuras, aparte de la hoguera y los restos del anochecer de mayo que aun presionaba tercamente las ventanas. Su rostro parecia aun mas escualido entre las sombras y los ojos desaparecian.

– Porque se lo he prometido -dijo Hanne-. ?No lo recuerdas? Le estreche la mano. Y luego se desmayo. Lo que se promete, se promete. ?Estas de acuerdo?

Inger Johanne sonrio.

– Si -dijo-. En eso, por lo menos, estamos de acuerdo.

Capitulo 31

En la costa Este de Estados Unidos eran exactamente las seis de la tarde.

A la hija menor de Al Muffet, Louise, le habian dejado hacer la comida. En su opinion habia que celebrar la llegada del tio. Despues de la muerte de la abuela paterna, casi no habian tenido contacto con la familia del padre, y Louise habia insistido. Al cerro los ojos y rezo en silencio a todos los dioses de la cocina cuando la vio abrir una y otra vez el armario de las delicatessen.

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