– ?Me puedo ir ya a casa? -suplico Ali Khurram, que seguia a unos metros de distancia, pegado a la pared-. Ya me puedo ir, ?no?
– La gente como tu no deja de sorprenderme -dijo Silje Sorensen con rabia, sin quitarle la mirada de encima al hombre compungido-. No entendeis nada, ?verdad? ?Crees de verdad que puedes cometer los delitos que te de la gana y luego volver a casa con la senora como si nada? ?Lo crees de verdad?
Dio un paso hacia el. Ali Khurram no dijo nada. En su lugar miro al policia. El espigado hombre se llamaba Khalid Mushtak; dos anos antes se habia licenciado en la academia de Policia como numero uno de su promocion. Sus ojos se estrecharon y la nuez delato que tragaba saliva. Pero no dijo nada.
– Con gente como tu -se apresuro a decir Silje, haciendo unas grandes comillas en el aire-. No me referia a gente como tu. Me referia… Me referia a la gente que no se ha aprendido nuestro sistema, que no entiende como…
Se interrumpio a si misma. El unico sonido que se oia era el homogeneo zumbido de unos enormes tubos de ventilacion que habia en el techo. El director tecnico por fin habia dejado de sonreir. Ali Khurram habia dejado de gimotear. Khalid Mushtak miraba fijamente a la subinspectora sin decir una sola palabra.
– Lo siento -dijo al fin Silje Sorensen-. Lo siento. Acabo de decir una gran tonteria.
Le tendio la mano al policia.
El no la cogio.
– No es a mi a quien le tienes que pedir perdon -dijo sin entonacion en la voz, y le puso las esposas al arrestado-. Es a este tipo de aqui. Pero vas a tener muchas ocasiones para hacerlo. Apuesto a que va a estar un tiempo detenido.
La sonrisa que le dedico cuando cerro las esposas no era ni fria ni ironica. Era compasiva.
Silje Sorensen no recordaba la ultima vez que se habia sentido como una completa idiota. Aunque era aun peor que hubiera una via de escape en el hotel Opera sobre la que nadie sabia nada, aparte de un agente del Secret Service que se habia quitado la vida.
«Probablemente por verguenza», penso, notando como ella mismo se sonrojaba.
Sin embargo, lo peor de todo era que les hubiera llevado dia y medio encontrarla.
– Puta puerta -murmuro la mujer, aunque ella nunca decia tacos. Subio por la escalera detras de las anchas espaldas de Khalid Mushtak-. Nos ha llevado cuarenta horas encontrar una maldita puerta. ?Que otras cosas no habremos encontrado aun?
Capitulo 29
– Una puerta. Se ha encontrado una puerta.
Warren Scifford se puso la mano sobre los ojos. Daba la impresion de tener el pelo humedo, como si se lo acabara de lavar. Habia cambiado el traje por unos vaqueros y una holgada sudadera azul oscuro. Sobre el pecho ponia Yale con grandes letras. Los botines parecian ser de autentica piel de serpiente. Con aquella ropa parecia mayor que con el traje. La incipiente piel colgante del cuello se hacia mas visible con el jersey suelto. La piel morena ya no provocaba una impresion de salud y buena forma. Al contrario, con aquella ropa juvenil, toda su figura adquiria un aire forzado, que se veia intensificado por el hecho de que el color de la piel tenia un tono oscuro que resultaba artificial en aquella epoca del ano. Mantenia una pierna cruzada sobre la otra, y la punta de la bota que quedaba encima se columpiaba nerviosamente. Por anadidura, casi daba la impresion de que estaba a punto de quedarse dormido, tenia el codo apoyado sobre el reposabrazos y estaba mas tumbado que sentado en la silla.
– Una puerta que esta demostrado que inspecciono el Secret Service -dijo Yngvar Stubo-. Lo hizo Jeffrey Hunter. ?Cuando descubristeis que habia desaparecido?
Warren Scifford se enderezo despacio. Hasta ese momento, Yngvar no se habia dado cuenta de que se habia hecho un feo corte, la sangre habia empapado una tirita junto a su oreja izquierda. El olor del
– Dijo que estaba enfermo -respondio finalmente el estadounidense.
– ?Cuando?
– La manana del 16 de mayo.
– ?Asi que ya estaba aqui antes de que la presidenta llegara a Noruega?
– Si. Era el responsable principal de cerciorarse de la seguridad del hotel. Llego el 13 de mayo.
El comisario jefe Bastesen removia su cafe, mientras estudiaba fascinado el remolino en la taza.
– Yo creia que esos tipos eran completamente insobornables -murmuro en noruego-. No me extrana que hayamos estado atascados.
–
– Asi que dijo que estaba enfermo. -Yngvar se apresuro a intervenir-. Tenia que ser algo bastante serio, ?no? Eso de que el principal responsable de la seguridad del edificio donde se va a alojar la presidenta se de de baja doce horas antes de su llegada tiene que ser muy poco habitual. Yo supondria…
– El Secret Service tenia gente de sobra -lo interrumpio Warren-. Ademas, todo estaba ya encaminado. El hotel habia sido inspeccionado, los planes estaban trazados, parte del hotel habia sido clausurado y el protocolo habia sido decidido. El Secret Service nunca hace chapuzas. Tiene las espaldas guardadas para casi todo, por muy impensable que sea.
– En este caso si que habra que decir que se ha hecho una chapuza -dijo Yngvar-. Cuando uno de vuestros propios agentes especiales colabora en el secuestro de la presidenta de Estados Unidos.
La habitacion quedo en silencio. El jefe de Vigilancia, Peter Salhus, desenrosco la tapa de una botella de Coca-Cola. Terje Bastesen, por fin, habia dejado la taza.
– Esto nos parece muy serio -dijo finalmente, intentando atrapar la mirada del norteamericano-. En un punto muy temprano de la investigacion teneis que haber entendido que uno de los vuestros estaba implicado. Que no nos lo…
– No -lo interrumpio Warren con brusquedad-. No sabiamos…
Se contuvo. Volvio a pasarse la mano por los ojos. Daba la impresion de que los ocultaba adrede.
– El Secret Service no se dio cuenta de que Jeffrey Hunter habia desaparecido hasta ayer por la tarde -dijo tras una pausa tan dilatada que a un secretario le habia dado tiempo de traer aun otra pizza templada, ademas de una caja con botellas de agua-. Tenian otras cosas en que pensar. Y si, la enfermedad parecia seria. Prolapso. El hombre no se podia mover. Intentaron atiborrarlo de calmantes la manana del 16 de mayo, pero no fue capaz de levantarse de la cama.
– Eso es lo que decia, por lo menos.
Warren miro a Yngvar y asintio levemente.
– Eso es lo que decia.
– ?Lo vio un medico?
– No. Nuestro personal tiene grandes conocimientos medicos. Un prolapso es un prolapso, y no se puede hacer gran cosa aparte de descansar y, en el peor de los casos, operar. Pero eso hubiera tenido que ser despues de la visita de la presidenta, en todo caso.
– Una radiografia lo hubiera delatado.
Warren no se molesto en contestar, sino que acerco la cabeza a la pizza, hizo una mueca y no se sirvio.
– Y por lo que respecta a nosotros, los del FBI… -dijo cogiendo una botella de agua-. No supimos nada hasta que me ensenasteis la cinta. Esta tarde. Despues de eso, hemos hecho nuestras averiguaciones, naturalmente, y las hemos comparado con lo que ha averiguado el propio Secret Service…
Warren se levanto y se acerco a la ventana. Se encontraban en el despacho del comisario jefe, en la septima planta de la Comisaria General, con magnificas vistas a la grisacea noche de mayo. Las luces de la gente de los medios de comunicacion sobre el cesped habian crecido en intensidad, cada vez eran mas. Solo faltaba una hora para el momento mas oscuro de la noche, pero la pradera estaba banada en luz artificial. Los arboles a lo largo del paseo que conducia a la penitenciaria se habian convertido en un muro contra la oscuridad del otro lado del parque.
Bebio un poco de agua, pero no dijo nada.