Aquello le estaba sentando bien.

Era como una limpieza en sentido doble. Abrio el grifo al maximo y la presion aumento. Los rayos de agua se convirtieron en flechas que le masajeaban la piel. Abrio la boca, se la lleno de agua hasta que ya casi no podia respirar y entonces escupio. Dejo que todo corriera y se restrego con fuerza con un guante de crin cuyo tacto vasto contra la mano le gustaba. La piel se le enrojecio, primero por el agua caliente y luego por el guante. Cuando el agua alcanzaba las heridas abiertas le escocia intensamente.

Eso mismo habia hecho aquella noche de otono de 1984, la noche que nunca habia compartido con nadie y de la que, por tanto, nadie sabia nada.

Al volver a casa se habia duchado durante casi cuarenta minutos. Era medianoche, lo recordaba perfectamente. Se habia restregado con una esponja hasta sangrar, como si pudiera quitarse la impresion visual de la piel y asi conseguir que desapareciera para siempre. El agua caliente se acabo, pero ella siguio bajo el chorro de agua fria hasta que Christopher aparecio sorprendido y le pregunto si no queria ayudar a Billie con el aseo de la noche.

Fuera llovia. Del cielo caia una cascada que producia un ruido ensordecedor al chocar contra el asfalto y el coche, contra los tejados y los arboles de la placita al otro lado de la calle, donde un columpio se balanceaba con el viento y una mujer aguardaba.

Queria recuperar a Billie.

Su hija fue parida por otra. Todos los papeles estaban en regla.

Recordaba su propio grito, «los papeles estan en regla», y recordaba como saco el monedero del bolso y lo agito ante la cara palida y decidida de la mujer: «?Cuanto quieres? ?Cuanto quieres por no hacerme esto?».

La madre biologica de Billie dijo que no se trataba de dinero.

Sabia que los papeles eran validos, dijo, pero en ellos no ponia nada sobre el padre de Billie, que resultaba que habia vuelto.

Lo dijo con una pequena sonrisa, un gesto ligeramente triunfante, como si hubiera ganado una competicion y no pudiera evitar presumir de ello.

– Padre. ?Padre! ?Pero si no has declarado a ningun padre! Dijiste que no estabas segura y que de todos modos el tipo estaba muy lejos y que ademas era un vago y un irresponsable y que no querias que tuviera contacto con la nina. Dijiste que querias lo mejor para Billie, y que lo mejor para ella era irse con nosotros, con Christopher y conmigo, y todos los papeles estan en regla. ?Los firmaste! Los firmaste, y ahora Billie tiene su propio cuarto empapelado en rosa, y una cuna blanca con un movil que se mueve y le hace sonreir.

– El padre quiere hacerse cargo de las dos -dijo la mujer.

Tenia que gritar por el jaleo de la lluvia. Queria mantener tanto a Billie como a su verdadera madre. Los padres de los hijos tambien tenian sus derechos. Habia sido una tonteria por su parte no dar el nombre del padre en el parto, porque entonces se podria haber evitado todo aquello. Pero asi estaban las cosas. El novio habia salido de la carcel y habia vuelto con ella. Las cosas habian cambiado. Una abogada como Helen Bentley tenia que entenderlo.

Lamentablemente tenia que llevarse a Billie.

La Madame President apoyo las manos contra la pared de la ducha.

No soportaba recordar. Llevaba mas de veinte anos reprimiendo el recuerdo de su propio panico cuando le dio la espalda a la mujer y corrio hasta el coche al otro lado de la calle. Queria coger un collar de diamantes que su padre le habia regalado esa misma noche, cuando celebraron la llegada de Billie. El abuelo estaba sudoroso y sonrosado y no dejaba de reirse con su pequena nieta, y todo el mundo estaba de acuerdo en lo guapa que era la pequena Helen Lardahl Bentley.

El collar todavia estaba en la guantera y tal vez pudiera comprar otro a su hija, con diamantes y una tarjeta de credito.

Dos tarjetas de credito. Tres. ?Todas!

Mientras buscaba las llaves del coche e intentaba controlar el llanto y el panico que amenazaban con ahogarla, escucho el violento golpe. Un sonido aterrador y carnoso hizo que se diera la vuelta lo suficientemente rapido como para ver que una figura vestida con chubasquero rojo salia despedida por el aire. Aun otro impacto se escucho a traves de la tormenta cuando la mujer alcanzo el asfalto.

Un pequeno coche deportivo rodeo una esquina. Helen Bentley ni siquiera se percato del color. Se hizo el silencio.

Helen ya no oia la lluvia. Ya no oia nada. Cruzo la calle lenta y mecanicamente. A un metro de distancia de la mujer vestida de rojo se detuvo.

Yacia de una forma extrana. En una postura tan retorcida y poco natural; incluso con la poca luz que arrojaba una farola, Helen podia ver que la sangre manaba de una herida en su cabeza y se mezclaba con el agua de la lluvia hasta formar un rio oscuro que serpenteaba hacia la alcantarilla. Los ojos de la mujer estaban abiertos como platos y la boca se movia.

– Ayudame.

Helen Lardahl Bentley retrocedio dos pasos.

Se giro y volvio corriendo al coche; abrio la puerta, se sento dentro y se marcho. Se fue a su casa y se ducho durante cuarenta minutos restregandose la piel hasta sangrar.

No volvieron a saber nada de la madre biologica de Billie. Y casi exactamente veinte anos mas tarde, una noche de noviembre del ano 2004, Helen Bentley fue declarada vencedora en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Su hija estaba junto a ella en el podio, una joven espigada y rubia que siempre habia enorgullecido a sus padres.

Se quito el guante de crin, agarro un bote de champu y se enjabono el pelo. Le escocian los ojos, y le sentaba bien. Perturbaba la imagen de la mujer herida sobre el asfalto mojado, con la cabeza entre la sangre y el agua sucia.

Jeffrey Hunter le habia ensenado una carta cuando, sin hacer ruido y demasiado pronto, la desperto en el hotel. Estaba confusa; el puso un dedo sobre sus labios en un gesto demasiado intimo.

Decia que sabian lo de la nina, que revelarian su secreto. Que tenia que irse con Jeffrey, porque Troya habia dado comienzo e iban a sacar a la luz el secreto que la destruiria.

La carta estaba firmada por Warren Scifford.

Helen Bentley agarro mentalmente el nombre y se aferro a el. Apreto las mandibulas y dejo que el agua le diera en la cara.

Warren Scifford.

No tenia que pensar en la mujer del chubasquero rojo, tenia que pensar en Warren, solo en el. Tenia que concentrarse. Se giro despacio en la ducha y dejo que el calor le golpeara la espalda dolorida. Inclino la cabeza y respiro profundamente. Dentro y fuera.

Verus amicus rara avis.

Un verdadero amigo es un pajaro poco comun.

Eso fue lo que la convencio. Solo Warren conocia la inscripcion del reloj de pulsera que le habia regalado justo despues de las elecciones. Era un viejo amigo y habia contactado con ella antes del ultimo debate televisivo contra George W. Bush. Los ultimos dias antes del debate, las encuestas se habian inclinado por el presidente en el cargo. Ella seguia siendo la favorita, pero el texano le estaba ganando terreno. Los votantes estaban a punto de tragarse su retorica de la seguridad. Aparecia como un hombre fuerte, equilibrado y con iniciativa, con la experiencia y el saber necesarios para un pais en guerra y en crisis. El representaba la continuidad. Se sabia lo que se tenia, pero no lo que podia ofrecer aquella Bentley, con su falta de experiencia en la politica exterior.

– Tienes que renunciar a Arabian Port Management -le habia dicho Warren cogiendo sus manos.

Lo mismo le habian dicho todos sus consejeros, los internos y los externos. Habian insistido. La habian renido y habian suplicado: aun no era el momento. Tal vez mas tarde, cuando hubiera corrido mas agua tras el 11-S. Pero todavia no.

Ella se nego a ceder. La empresa de gestion arabe-saudi con sede en Dubai era seria y efectiva y llevaba la gestion de puertos por todo el mundo, desde Okinawa hasta Londres. Dos de las companias que hasta esos momentos habian gestionado los puertos norteamericanos, una de ellas britanica, estaban interesadas en vender. Arabian Port Management queria comprar las dos. Con la compra de una de ellas se harian cargo de la gestion de Nueva York, Nueva Jersey, Baltimore, Nueva Orleans, Miami y Philadelphia. Con la otra, de Charleston, Savannah, Houston y Mobile. En otras palabras: una compania arabe controlaria los puertos mas importantes de la costa Este

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