Tenia que ser el terrorismo islamista.
Los informes indicaban que las autoridades tenian controlados a todos los criminales y agresores potenciales, ademas de a los terroristas en activo; en la medida en que se pudiera usar la palabra «control» en ese contexto. Pero tambien en los grupos de ciudadanos norteamericanos retorcidos y fanaticos, habia siempre una amenaza latente, como bien demostro el veterano del Golfo y fanatico de las armas Timothy McVeigh, que en 1995 mato a 168 personas con una bomba en Oklahoma City. El problema era que no habia el mas minimo indicio de actividad extraordinaria en los grupos ultrarreaccionarios de Estados Unidos. Seguian vigilados, incluso despues del 11-S, cuando la mayoria de la atencion se dirigio hacia metas completamente distintas. Tampoco habia nada que indicara que las organizaciones extremistas de proteccion de animales o del medio ambiente hubieran dado el paso desde sus incomodas acciones ilegales al terrorismo. Estados Unidos estaba repleto de grupos religiosos de caracter fanatico, pero, por lo general, solo suponian una amenaza contra si mismos. Ademas, tampoco entre ellos parecia ocurrir nada extraordinario.
Por otro lado, secuestrar a la presidenta en una habitacion de hotel en Noruega quedaba a anos luz de lo que las agrupaciones estadounidenses conocidas eran capaces de hacer con sus conocimientos y sus medios.
Tenia que ser una conspiracion islamista.
Warren se enderezo las gafas.
Le fascinaba la angustia que impregnaba todo el informe. En mas de treinta anos en el FBI, Warren Scifford nunca habia leido un analisis profesional tan marcado por el pensamiento catastrofista. Era como si, por fin, todo el sistema de la
Se sospechaba que el ataque iria dirigido contra varias instalaciones en tierra norteamericana, pero no se habia identificado cuales. Se basaban en una serie de informes y sucesos, pero los informes eran deficientes y los sucesos ambiguos.
Lo mas preocupante y confuso eran los chivatazos.
Las autoridades norteamericanas recibian constantemente informacion por esa via, y casi nunca eran de fiar. Habitantes de chales de lujo que querian fastidiar al vecino con incomodas investigaciones realizadas por policias de uniforme podian inventarse cosas de lo mas imaginativas que afirmaban haber visto por encima de la valla: visitas sospechosas, ruidos extranos por la noche, comportamientos inusuales y almacenamiento de materiales que parecian explosivos. O tal vez incluso una bomba. A los tiburones inmobiliarios les podia ser util y sencillo recibir ayuda del FBI para librarse de inquilinos molestos. No habia limites para lo que la gente sostenia haber visto: arabes entrando y saliendo a todas horas del dia y de la noche, conversaciones en lenguas extranjeras y traslado de cajas que solo Dios sabria que contenian. Habia incluso jovenes a los que se les podia ocurrir enviar un chivatazo acusando de terrorismo a algun companero de estudios, por la unica razon de que habia sido lo bastante impertinente como para ligarse a una chica a la que tendria que haber dejado tranquila.
En esta ocasion los chivatazos parecian mas bien advertencias.
Una cantidad inusual de mensajes anonimos habia llegado a las field offices del FBI en las ultimas horas. Unos llamaban, otros usaban el correo electronico. El contenido no solia ser exactamente el mismo, pero todos afirmaban que iba a suceder algo, algo que dejaria a lo del 11-S en un segundo plano. La mayoria de ellos sugeria que Estados Unidos era una nacion debil que ni siquiera era capaz de cuidar a su propia presidenta. Ellos mismos eran responsables de tener el flanco desprotegido. En esta ocasion, la catastrofe no iria dirigida contra una zona delimitada. Esta vez, Estados Unidos sufriria del mismo modo que ellos habian hecho sufrir a otros en el resto del mundo.
Lo mas preocupante era que resultaba imposible localizar las llamadas telefonicas.
Era incomprensible.
Las muchas organizaciones que se encargaban de la Homeland Security creian poseer una ventaja tecnologica absoluta que les permitia rastrear cualquier llamada telefonica que se hubiera realizado en Estados Unidos o que se dirigiera a tierra norteamericana. Por lo general, tampoco les llevaba mas de unos minutos conseguir identificar el ordenador de un remitente. Bajo la sombra de los amplios poderes que George W.Bush le habia concedido durante los anos posteriores al ano 2001, la National Security Agency habia construido un sistema que, segun creian, garantizaba un control practicamente total sobre la comunicacion telefonica y electronica. El hecho de que en sus esfuerzos por alcanzar la eficacia completa fueran mas alla de los poderes que se les habian concedido no los preocupaba lo mas minimo. Tenian un trabajo que hacer. Tenian que cuidar de la seguridad nacional. Los pocos que habian tenido ocasion de descubrir y denunciar las ilegalidades escogieron apartar la mirada.
El enemigo era poderoso y peligroso.
Estados Unidos debia defenderse a toda costa.
Sin embargo, resultaba imposible rastrear aquellos mensajes de amenaza. Al menos no hasta el sitio correcto. Su increible tecnologia no tardaba en proporcionarles la direccion IP del remitente o su numero de telefono, pero cuando investigaban, resultaba que la informacion era erronea. Cuando la oscura voz de un hombre advertia por telefono a las autoridades norteamericanas que no debian ser tan arrogantes ni acosar a ciudadanos decentes cuyo unico delito era tener un padre palestino, resultaba que la llamada provenia del aparato telefonico de una anciana de setenta anos de Lake Placid, Nueva York. En el momento en que la llamada llegaba a las oficinas del FBI en Manhattan, resultaba que la mujer estaba reunida con cuatro amigas tan encantadoras como ella, que tomaban el te en su casa. Ninguna de ellas habia usado el telefono, podian jurarlo por Dios, y el extracto de la compania telefonica local indicaba que las viudas tenian razon: nadie habia utilizado ese aparato telefonico a la hora en cuestion.
El te ya no estaba tan caliente. Warren bebio. Durante un instante se le empanaron las gafas, como por un aliento.
Paso deprisa por la parte mas tecnica del informe. No se enteraba de gran cosa, pero los detalles de esa seccion tampoco le interesaban especialmente. Lo que estaba buscando eran las conclusiones, que encontro en la pagina 173.
No era imposible manipular los remitentes del modo en que se habia hecho.
«Una conclusion bastante innecesaria -penso Warren-. ?Ya habeis documentado el fenomeno con 130 casos!»
Intento colocar mejor un cojin detras de su cabeza antes de seguir leyendo.
Una manipulacion de este tipo exigia medios ingentes. Que si. Nadie piensa que esto lo haya hecho un don nadie.
Y probablemente un satelite de comunicaciones propio, o al menos acceso a uno. Alquilado o robado.
?Un satelite? ?Una puta nave espacial?
A Warren le estaba entrando frio. Al parecer 15 grados Celsisus eran bastante fresco. Volvio a levantarse para corregir la temperatura. Esta vez aposto por 20 grados, y luego se sento de nuevo en la cama para seguir leyendo.
Dado que los satelites de este tipo estaban en orbita estacionaria a unos cuarenta mil kilometros de distancia de la Tierra, los sucesos eran compatibles con el uso de un satelite arabe. Varias de las llamadas y de los correos electronicos estaban vinculados con telefonos y ordenadores de la costa Este de Estados Unidos.
Era dificil que un satelite arabe pudiera adentrarse en el pais mas alla de eso.
Pero la costa Este si podian manejarla.
«Rastread -penso Warren, que siguio hojeando con impaciencia-. Con todos los miles de millones de presupuesto que tenemos, con todos los poderes y la tecnologia de la que disponemos, ?que ha pasado con el rastreado y la reconstruccion de las llamadas y los correos?»
Warren Scifford era un profiler.
La tecnica le infundia respeto, al igual que los muchos anos que habia pasado buscando a asesinos en serie y a sadicos asesinos sexuales le habian dotado de un profundo respeto por los forenses y su magia con la quimica y la fisica, la electronica y la tecnologia. A veces incluso veia a escondidas algun capitulo de
Pero el no entendia de eso. Podia encender un ordenador, aprenderse unos codigos y darse por satisfecho de que otros se encargaran de la tecnologia.