Ragnhild se rio y alargo los brazos hacia ella.
En todo caso tenian que venir con frecuencia, penso Helen Bentley La nina parecia adorar al espantapajaros. Se fueron al salon. El sonido de la charla de la nina y la reganina de la mujer sono cada vez mas lejano, hasta que desaparecio del todo. Debian de haberse ido a otra habitacion.
Tenia que volver al ordenador. De un modo u otro tenia que encontrar las respuestas que le faltaban. Tenia que seguir buscando. En algun lugar del caos de informacion que vagaba por el ciberespacio, tenia que encontrar lo que estaba buscando, antes de darse a conocer y devolver el planeta a su curso normal.
Era evidente que no iba a encontrar las respuestas en un ordenador. Hasta que no entrara en sus propias paginas, no habia nada ahi fuera que pudiera ayudarla.
Se dio cuenta de que se estaba mirando fijamente las manos. Tenia la piel seca y se habia partido una una. El anillo de casada parecia demasiado grande, le quedaba suelto y estuvo a punto de caerse cuando lo cogio entre dos dedos y lo giro. Alzo la cabeza.
La mujer de la silla de ruedas la miro. Tenia los ojos mas extranos que Helen Bentley hubiera visto nunca. Eran azules como el hielo, casi transparentes, pero al mismo tiempo eran profundos y oscuros. Resultaba imposible leer nada en su mirada, ni preguntas ni exigencias. Nada. La mujer se limitaba a mirarla; eso la aturdia e intento retirar la mirada. Pero no era posible.
– Me enganaron -dijo Helen Bentley calladamente-. Sabian que hacer para que me entrara el panico y yo cai en la trampa.
La mujer que se llamaba Hanne Wilhelmsen guino los ojos.
– ?Quieres contarme lo que sucedio? -pregunto plegando el periodico despacio.
– Creo que he de hacerlo -dijo la mujer inspirando hondo-. Creo que no me queda mas remedio.
Capitulo 7
– ?Y eso es todo lo que puedes decir?
El jefe de vigilancia Peter Salhus puso cara de insatisfaccion y se rasco el corto pelo de la coronilla. Yngvar Stubo desplego los brazos e intento sentarse mejor en la incomoda silla. El televisor sobre el armario archivador estaba encendido. El sonido era bajo y poco claro, era la cuarta vez que Yngvar veia exactamente las mismas noticias.
– Me rindo -dijo-. Tras el episodio de anoche, es imposible sacarle una palabra a Warren Scifford. Casi estoy empezando a creer los rumores de que el FBI esta haciendo su propia carrera. Alguien ha dicho hoy en la cantina que esta noche incluso han llegado a entrar por la fuerza en un piso. En Huseby. O… tal vez fuera en un chale.
– Eso no son mas que burdos rumores -dijo Peter Salhus abriendo un cajon-. Se toman sus libertades, pero tambien saben que no pueden jugar a los vaqueros. Como es obvio, habriamos recibido un informe completo sobre el asunto si eso fuera cierto.
– Los dioses sabran. Todo esto me parece… muy frustrante.
– ?El que? ?Que los norteamericanos se suelten en el territorio de otro pais?
– No. Bueno, si, hasta cierto punto si. Pero… ?Gracias!
Se alargo hacia la caja roja que le ofrecia Peter Salhus. Delicadamente, como si estuviera cogiendo un valioso tesoro, cogio un grueso puro, se quedo mirandolo durante unos segundos y se lo paso por debajo de la nariz.
– CAO Maduro numero 4 -dijo con solemnidad-. ?El puro de Los Soprano! Pero… ?podemos fumar aqui?
– Estado de excepcion -dijo Salhus, que saco un cortapuros y una caja de cerillas grandes-. Con todos mis respetos, me importa una mierda.
Yngvar profirio una carcajada y preparo el cigarro con manos diestras antes de encenderlo.
– Estabas diciendo algo -dijo Peter Salhus reclinandose en la silla.
El humo del puro dibujaba suaves circulos bajo el techo. Aun era pronto por la manana, pero Yngvar de pronto se sintio tan cansado como despues de una gran comilona.
– Todo -murmuro mientras echaba el humo hacia el techo.
– ?Como?
– Que me frustra todo el asunto. Tenemos a Dios sabe cuanta gente buscando una respuesta sobre quien secuestro a la presidenta y sobre como lo hicieron, y en el fondo no tiene la menor importancia.
– Por supuesto que tiene importancia, es…
– ?Has estado mirando ultimamente la caja esa? -Yngvar senalo el televisor con la cabeza-. Es todo politica con mayusculas.
– ?Que te esperabas? ?Que este caso fuera como cualquier otra desaparicion?
– No, pero ?por que nos estamos dejando la salud para encontrar a un granujilla como Gerhard Skroder y a un paquistani que se caga en los pantalones en cuanto miramos en su direccion, si de todos modos los estadounidenses ya han decidido lo que ha sucedido?
Salhus parecia estarse divirtiendo. Sin responder, se puso el puro en la boca y coloco las piernas sobre la mesa.
– Quiero decir -dijo Yngvar mirando a su alrededor en busca de algo que pudiera servir de cenicero-. Ayer tuvimos a tres hombres durante cinco horas dedicados a montar el rompecabezas que muestra como se lo monto Jeffrey Hunter en el conducto de ventilacion. Era complicado. Habia un monton de cabos sueltos. La ultima vez que se inspecciono la suite presidencial, cuando estuvieron alli los perros, cuando se paso al aspirador en consideracion a la alergia de la presidenta, cuando se encendieron y se apagaron las camaras, cuando…, en fin, ya me entiendes. Y al final lo consiguieron. Pero ?que sentido tiene?
– El sentido esta en que tenemos un caso que resolver.
– Pero a los norteamericanos les importa una mierda. -Miro con escepticismo la taza de plastico que le ofrecia Salhus, luego se encogio de hombros y tiro dentro la ceniza con cuidado-. La Policia detiene a un criminal detras de otro y resulta que todos han estado implicados en el secuestro. Han encontrado al segundo conductor. Incluso han cogido a una de las mujeres que se hacian pasar por la presidenta. Pero ninguno de los detenidos tiene nada que contar, aparte de que les ofrecieron un buen trabajo por un buen precio, sin tener ni idea de quien los contrataba. ?Antes de que acabe el dia vamos a tener el sotano lleno de malditos secuestradores!
Peter Salhus se rio cordialmente.
– Pero ?eso les interesa algo? -pregunto Yngvar de modo retorico y se inclino por encima de la mesa-. ?Muestra la embajada el mas minimo interes por lo que estamos haciendo? ?Acaso tienen ganas de recibir alguna informacion? Que va. Ellos estan a lo suyo, mientras el mundo entero esta a punto de descarrilar. Me rindo. Asi de sencillo, me rindo.
Le dio otra calada al puro.
– Tienes fama de ser flematico -dijo Salhus-. Se dice que eres el hombre mas sereno de Kripos. Me esta dando la impresion de que no te mereces del todo esa fama. ?Y que dice tu mujer, por cierto?
– ?Mi mujer? ?Inger Johanne?
– ?Tienes mas de una?
– ?Por que tendria que decir ella algo sobre este asunto?
– Por lo que tengo entendido, tiene un doctorado en Criminologia y una especie de pasado en el FBI -dijo Salhus levantando las manos para protegerse-. Yo diria que esta cualificada para tener una opinion, como minimo.
– Es posible -dijo Yngvar mirando fijamente la ceniza del puro, de la que cayo un poco sobre la pernera-. Pero la verdad es que no se que piensa. No tengo la menor idea de lo que piensa sobre este asunto.
– Asi estan las cosas -dijo Peter Salhus con ligereza, y puso la taza de plastico aun mas cerca de Yngvar-. Supongo que apenas hemos pasado por casa en los dos ultimos dias.
– Asi estan las cosas -repitio Yngvar, que apago el puro mucho antes de haberlo acabado de fumar, como si la ilegalidad hubiera sido demasiado buena para ser verdad-. Asi debemos de estar todos.
Eran las once menos veinte de la manana e Inger Johanne aun no habia dado senales de vida.