palabra, con todo el ajetreo. Isak se habia quedado con ellos hasta bien tarde.

Inger Johanne sabia que tenia que intentar no irritarse con el. Al mismo tiempo reconocia que nunca lo iba a conseguir. Lo que mas la irritaba era el que Isak lo diera por supuesto; aquella desenfadada suposicion de que siempre les venia bien que se quedara, de que nunca tenian nada mejor que hacer que servirle comida y darle charla cada vez que entregaba a Kristiane. Incluso ahora, transcurrido solo un mes desde el parto, corria por la casa montando un escandalo y jugando a Superman con Kristiane a la espalda, sin pensar ni por un momento en que Ragnhild estaba durmiendo.

– Estate contenta -habia dicho Yngvar antes de acostarse, habia algo de abatimiento en la voz-. Kristiane tiene un buen padre. Es un pelin…, se toma libertades, pero ama a la cria. Se un poco generosa, haz el esfuerzo.

Quiza la culpa de que no consiguiera del todo aguantar a Isak fuera sobre todo Yngvar. Debia ser el quien protestara. Era Yngvar, su marido, quien deberia poner limites al intruso, su esmirriado primer esposo que siempre que llegaba golpeaba en el hombro al heredero, a pesar de que le doblaba en tamano, y le ofrecia una de las seis cervezas tibias que se habia cogido la costumbre de traer viernes si viernes no, junto con un saco con la ropa sucia de Kristiane. Siempre sucia. Y nunca se acordaba de traer sus cosas de aseo.

– Tengo cerveza fria -sonreia Yngvar siempre en respuesta.

Inger Johanne se negaba a verlo como un signo de debilidad.

Indecision.

Se levanto bruscamente del sofa.

– ?Que pasa ahora? -dijo Yngvar.

Ella se paro y se encogio de hombros.

– Nada. Vuelve a acostarte.

Se habia vestido. La sudadera cutre y los pantalones grises del chandal le fastidiaban. Para Navidad el le habia regalado un chandal de Nike azul marino para andar por casa. Estaban en el armario sin estrenar.

– Acuestate -repitio tajante, y se dirigio a la cocina.

– Esto simplemente se tiene que acabar -dijo el-. No puedes enfadarte conmigo uno de cada dos viernes. No puede ser.

– No estoy enfadada contigo -dijo Inger Johanne dejando que corriera el agua-. Si de algun modo estoy irritada, es con Isak. Pero vamos a dejarlo estar.

– No, no podemos.

– Dejalo estar, Yngvar.

Y lo dejaron estar. Yngvar entro al salon. Oyo como ella en la cocina llenaba un vaso de agua del grifo. Bebio a grandes sorbos. El sonido del vaso contra el banco de la cocina fue mas duro de lo necesario. Despues se hizo el silencio.

– ?Que tal si trabajamos un rato?

La sonrisa era docil. Yngvar agarro la mano de Inger Johanne cuando esta paso por delante de el para sentarse en el otro sofa. Solo le permitio sostenerla un momento, antes de recoger el brazo.

– Un boligrafo en el ojo -dijo Inger Johanne lentamente, y se dejo caer entre los cojines, daba la impresion de tener que hacer todo un esfuerzo para interesarse lo mas minimo-. Altamente simbolico, en todo caso.

– Demasiado -asintio Yngvar, que seguia sin saber por donde circulaba el pensamiento de ella-. Y por primera vez podemos hablar con certeza de una victima con muchos enemigos. Vibeke tenia competidores y algun que otro enfrentamiento. A Fiona Helle se la envidiada y alguna vez se hablaba a sus espaldas. Vegard Krogh, en cambio, se habia enemistado con todo y con todos. Tanto con su modo de comportarse como con lo que escribia. Quizas especialmente esto ultimo.

– Ese tipo de gente es asquerosa -dijo Inger Johanne con enfado-. Unos chulos cuando estan tras la pantalla de su ordenador y mansos y cobardes cuando estan cara a cara con la gente a la que ponen verde. Cuando no se emborrachan hasta perder la conciencia, claro.

– Que barbaridad -murmuro Yngvar-. ?Queda algo del vino?

Ella asintio y se arrebujo mejor en la manta.

– A mi me parece que esta bien que haya hot heads de esos -dijo, y puso una generosa copa de vino sobre la mesa-. ?Quieres?

Ella nego con la cabeza.

– Francamente -dijo Inger Johanne con inusual enojo-, ese tipo de gente destroza todo debate publico. En este pais es absolutamente imposible… -Su propia voz le hizo pegar un respingo y bajo el volumen antes de continuar-. Ya no tiene sentido discutir nada. No en los periodicos, al menos. La gente esta mas empenada en encontrar la formulacion mas fina y en lucirse con sus elegantes ajusticiamientos verbales del contrario que en deliberar de verdad sobre el problema. Iluminarlo. Estar libre de prejuicios. Ganar comprension. Compartir los conocimientos.

Yngvar se reclino y alzo la copa. La estudio con cuidado. Tenia el pelo enmaranado y bolsas bajo los ojos. Como todos los demas en esa epoca del ano, Inger Johanne estaba palida, pero le daba la impresion de que, ademas, la piel de la cara habia adquirido algo transparente, una vulnerabilidad que intentaba esconder tras un enfado que el no habia conocido hasta entonces.

– Ven aqui -dijo suavemente-. No te lo tomes todo tan en serio. Deja que la gente sea un poco chillona. No suele ser con mala intencion. Forzar las discusiones, un poco de pelea y las altas temperaturas solo es entretenido. Pero nunca se puede tomar en serio.

Inger Johanne recogio las piernas bajo si y se paso los dedos entre el pelo. Le temblaba el labio inferior.

– Es que…

– Ven aqui -la interrumpio Yngvar-. Ven aqui, bonita.

– Es que me irrito tanto -dijo ella calladamente-. Y preferiria seguir sentada a mi aire.

– Bien. Vale.

– Mats Bohus -dijo ella.

– Asi se llama.

– ?Lo habeis encontrado?

– No.

– ?Por que no? -En la pregunta de Inger Johanne no habia ningun tono de exigencia.

Yngvar se paso la mano por su pelo rubio, que estaba a punto de estar demasiado largo. Sabia que tenia un aspecto muy malo, cada vez le quedaba menos pelo sobre la coronilla y se le doblaba hacia fuera en la nuca y sobre las orejas. Normalmente lo llevaba corto, pero asi parecia mas tupido y juvenil.

– Esta empadronado en Oslo -dijo-. En Bislett. Calle Louise. Pero no esta ahi ahora. Los vecinos hablan de el como un personaje curioso. Esta mucho fuera, dijo la vieja al otro, lado del pasillo. El chico nunca da problemas, pero muchas veces esta ausente durante largas temporadas. Nunca habla con nadie, aparte de hola y buenos dias en las escaleras. Ademas tenemos la impresion de que tiene un aspecto muy particular. ?Me podrias cortar manana el pelo?

– Puedo cortartelo ahora.

El se rio y bebio mas vino.

– ?Ahora?

– Si. Es ahora cuando tenemos tiempo -dijo ella con sensatez.

Jack meneo rotundamente el rabo cuando Yngvar se encogio de hombros y fue a buscar la maquinilla.

– Ahora no nos vamos de paseo -dijo severo-. ?Tumbate!

El perro se retiro apesadumbrado a un rincon, dio un par de vueltas en torno a si mismo y se tumbo sobre el parque con un golpe seco.

– ?Preparado?

– No me lo cortes demasiado -le advirtio Yngvar atandose una toalla en torno al cuello-. Que no me rapes, quiero decir. Quisiera tener algo de pelo, vamos.

– Que si. Sientate.

Cuando la maquinilla se abrio camino entre la marana de la nuca se sintio como una oveja. La vibracion le resonaba en el craneo.

– Me hace cosquillas en las orejas -sonrio cepillandose el pelo caido sobre el pecho.

– Estate quieto, Yngvar.

Вы читаете Crepusculo En Oslo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату