– Pero pudo haberlo intentado -dijo Yngvar.
– Si. El boli puede haberse deslizado por el ojo. Por aqui…
El patologo usaba un lapiz con una luz roja que hizo bailar sobre rabillo del ojo del difunto.
– Obviamente es mas facil entrar.
– Interesante -murmuro Yngvar.
Sigmund Berli no dijo nada. Habia dado dos imperceptibles pasos alejandose del banco de acero.
– Si -admitio escuetamente el patologo.
– Asi que ya estaba muerto cuando sucedio esto -dijo Yngvar.
– Si -dijo el patologo-. Probablemente. Lo que lo mato fue el golpe en la nuca. Como he dicho, he esperado para hacer la revision en detalle, tengo entendido que queriais verlo antes. De todos modos se nota bastante que le pegaron aqui…
El punto rojo vibro sobre la sien izquierda de Vegard Krogh. El pelo estaba apelmazado y oscuro.
– Desmayado por el golpe, es lo mas admisible. Despues esta el golpe de la nuca… -el patologo se rasco la mejilla y se sento en cuclillas, de modo que puso la cara a la altura de la cabeza del cadaver-, que fue lo que lo mato. Es un poco dificil ensenarlo sin darle la vuelta, y no quiero volverlo hasta que saque el boli y…
– No pasa nada -dijo Yngvar-. Puedo esperar hasta el informe definitivo. Asi que un golpe en la nuca. Despues de que se desmayara por el golpe en la sien izquierda. ?Con que?
– Algo pesado. Algo metalico, probablemente. Yo apuesto a que fue con un tubo. Cuando lo investiguemos mejor, probablemente encontremos particulas en las heridas que nos proporcionen una informacion mas precisa.
– Entonces sabemos que lo mas probable es que estemos hablando de un asesino diestro -dijo Yngvar-. Cosa que tampoco nos ayuda mucho.
– ?Diestro?
– La sien izquierda -explico Yngvar, ausente-. Golpe con la mano derecha.
– Solo en caso de que estuvieran el uno frente al otro-dijo Sigmund, que estaba comiendose un caramelo y se habia alejado hasta la puerta-. Si el autor llego por detras, podria haber…
– Estaban cara a cara -lo interrumpio Yngvar-. Esa es, por lo menos, la conclusion a la que han llegado los que estudiaron el lugar de los hechos. Por las huellas. Gracias por la ayuda.
Le tendio la mano al patologo, que se la estrecho y despues se sento tras el escritorio del rincon.
– Por nada, es mi trabajo.
– ?Que es lo que te ha pasado? -dijo Yngvar, riendose de Sigmund cuando la puerta de la sala de autopsias se cerro tras ellos-. ?Tu sueles aguantar cosas peores que estas!
– Joder. ?Un puto boli en el ojo!
– No se que es peor -dijo Yngvar buscando su bloc de notas en el bolsillo del abrigo-. Un boli en el ojo, la lengua en una preciosa rosa o el Coran medio metido en el chichi.
– El boli en el ojo -musito Sigmund-. Un puto boligrafo de pijos clavado en el cerebro es lo peor que he visto yo.
Un hombre que pasaba casualmente se paro un momento ante la suntuosa casa al fondo del Quadratur. Tenia prisa. Si no llegaba a tiempo al autobus, tendria que esperar una hora entera al siguiente. Pero de todos modos se detuvo. Alguien estaba aplaudiendo alli dentro. El aplauso era tan intenso que le daba la sensacion de sentir las vibraciones en el suelo, como si el entusiasmo tras los solidos muros fuera tan grande como para poner todo Oslo en movimiento. El hombre levanto la vista. Llevaba cinco anos pasando por este sitio los cinco dias a la semana, al ir y al volver del trabajo; casi dos mil quinientas veces habia pasado por delante del edificio, que durante mucho tiempo estuvo tan destrozado que los vecinos habian exigido que fuera derribado.
A lo largo de las cuatro estaciones del ano habia visto como la casa adquiria una vida nueva. El invierno pasado la habian arropado con andamios de acero y revestimiento de plastico, que temblaba y ondeaba con los golpes de viento provenientes del fiordo. A lo largo de la primavera el edificio fue reducido a una fachada sin nada en su interior, como un decorado de Hollywood. Antes de que el invierno hubiera pasado del todo, el enorme espacio vacio de cuatro plantas de altura volvio a convertirse en una casa, con suntuosas escaleras y suelos de madera noble, hermosas puertas y ventanas cuidadosamente restauradas con vidrieras en el primer piso. Durante el otono, se oian maldiciones y palabrotas en polaco y en danes en los andamios y en los agujeros aun abiertos de la casa; veinticuatro horas al dia. Los periodicos hablaban de reventon del presupuesto, retrasos y peleas sobre el modo de usar del dinero.
Alrededor de Navidad, por fin inauguraron los nuevos locales del partido. Segun el plan previsto y organizando el estreno de una obra de teatro navidena para ninos en la fastuosa y cara sala de fiestas.
El hombre recorrio la fachada con la mirada.
Le proporcionaba una inexplicable alegria pasar delante de este fabuloso edificio. Los colores eran reproduccion exacta de los elegidos a finales del siglo XIX, cuando fue construido como residencia y oficinas del contratista mas rico de la ciudad. Al morir su nieto, anciano y sin hijos, en 1998, el partido recibio la residencia en donacion. Puesto que apenas tenian medios ni para pagar los impuestos del Ayuntamiento, la casa quedo abandonada hasta que otro neoliberal, agradecido por la caracteristica politica de impuestos del partido, dono una suma desorbitada que hizo posible que crearan los locales de organizacion politica mas elegantes de Escandinavia.
Las aclamaciones no conocian fin.
El hombre tuvo que sonreir. Se ajusto mejor el abrigo y salio brincando hacia el autobus.
Si en vez de hacer eso hubiera subido las escaleras de piedra y se hubiera acercado a la enorme y pesada puerta de roble, la habria encontrado abierta. De haber entrado en el hall, probablemente habria disfrutado viendo el suelo. Tablas de madera maciza, adaptadas a mano, salian formando una espiral de una vitrina en medio de la habitacion, en la que la consigna del partido estaba incrustada en oro de ley tras el cristal: «Persona – Mercado – Moral».
Puesto que el hombre que estaba subiendose al autobus tres manzanas mas alla era un convencido socialdemocrata, probablemente se hubiese irritado por la banalidad del mensaje. Pero de todos modos la belleza del cuarto, con su cupula decorada a mano y las aranas de cristal y plata, probablemente le hubieran hecho forzar las escaleras lentamente. Las gruesas alfombras se habrian doblegado bajo sus pies como la hierba de verano. Quiza permitiera que el eterno aplauso lo tentara a entrar en la sala de fiestas. Tras las puertas dobles al fondo del ancho pasillo, al otro lado de la habitacion, detras de una tribuna, habria visto a Rudolf Fjord con los brazos en alto y seguro de su victoria.
El hombre que iba montado en el autobus pensando en como decirle a su companera que se habia olvidado de pasar por el Monopolio Estatal de Alcohol probablemente se hubiera sorprendido ante el enorme jubilo que se atrevia a mostrar este congreso nacional extraordinario transcurrido tan poco tiempo desde el asesinato de su joven lider.
Un nuevo lider del partido acababa de ser elegido.
Si este hombre, que ahora apoyaba la frente contra la ventanilla del autobus pensando en cual de sus amigos podia tener en casa tres botellas de vino tinto para prestarle, hubiera en cambio subido a lo largo de las filas de bancos de la sala de fiestas, habria visto lo que hasta ese momento solo habia notado Rudolf Fjord.
Entre todos los delegados, que aullaban, aplaudian y silbaban, habia una que ni sonreia ni reia. Sus manos entrechocaban lentamente y en silencio, en una protesta muda y elocuente.
La mujer era Kari Mundal. El hombre del autobus habria visto que le daba la espalda a la tribuna y salia tranquila y calladamente de la sala de fiestas antes de que a Rudolf Fjord le hubiera dado tiempo a dar las gracias por tan formidable muestra de confianza.
Un observador agudo se hubiera percatado de todo esto.
Sin embargo, el hombre que pasaba casualmente habia querido llegar a tiempo al autobus. Ahora estaba sentado durmiendo, con la cabeza sobre el hombro de un desconocido.
Era la una de la manana de la noche del sabado. Kristiane estaba de vuelta. Estaba excitada, como siempre que se alejaba de su madre, y no se durmio hasta medianoche. Yngvar se habia metido en la cama al mismo tiempo que la nina. Ni siquiera intento convencer a Inger Johanne de que lo acompanara. Apenas habian cruzado