– El agua -dijo el, airado y senalando-. Tengo que buscar un trapo.

– Dejalo. Solo es agua.

Por un momento vacilo, luego se encogio de hombros y se volvio a meter bajo el edredon. Amortiguo la luz y alargo el brazo hacia Inger Johanne. Ella se arrimo a el.

– Hummm…

– ?De que tienes miedo? -repitio Yngvar-. Ragnhild esta bien.

– No es eso. Son estos casos…

– Lo sabia -dijo el, desanimado, y se recosto mejor.

La luz seguia rasgandoles desagradablemente los ojos.

– Nunca deberia haberte metido en este lio. Soy un idiota. ?Podrias apagar la luz?

– Mmm. Solo que creo que andais mal de tiempo -apunto ella.

– ?Que quieres decir?

– Lo que digo. -Inger Johanne pretendia ser clara.

– Todos sabemos que el tiempo es nuestro peor enemigo -dijo el bostezando largamente-. Pero, por otro lado, ya que el caso es que no encontramos pistas calientes, es mejor que seamos minuciosos. Que pongamos una piedra sobre otra.

– Pero…, y si…

El se desembarazo bruscamente y se incorporo hasta sentarse.

– Son casi las tres -jadeo-. ?Quiero dormir! ?No podriamos dejarlo para manana?

– ?Y si el autor de los hechos hubiera ido solo por una de las victimas? -dijo lentamente Inger Johanne-. Si por ejemplo iba por Fiona, y a Vibeke se la quito de en medio para camuflar sus motivos.

– Oye -dijo Yngvar llenandose los mofletes de aire-. Vivimos en Noruega. ?Asesinatos de camuflaje! ?Alguna vez has oido hablar de algo asi?

– Si. Muchas veces -admitio ella.

– Pero ?no aqui! -Al estampar las manos contra el edredon, Yngvar produjo un sonido ahogado-. ?No en el pequeno reino de Noruega, donde la gente, por lo general, se mata con un cuchillo y porque esta borracha! ?Ademas de que un solo asesinato es un camuflaje bastante misero, la verdad! ?Y ahora tenemos que dormirnos!

– Shhhhh -soplo ella.

– Hablo tan alto como me de la gana.

– Estoy de acuerdo en que un solo asesinato es poco camuflaje -insistio Inger Johanne-. Por eso andais mal de tiempo.

Yngvar se levanto de un salto y el suelo crujio por el golpe. El agua salpico y el se puso a maldecir. El vaso rodo lentamente bajo la cama.

Agarro el edredon y fue hacia la puerta.

– Es admirable el poco sueno con el que tu te apanas -dijo. Ella hubiera jurado que le temblaba la voz, como si se estuviera obligando a no llorar-. Pero como ves a mi no me pasa lo mismo. Si tienes miedo…

– Yo…, esto.

A Yngvar se le hundieron los hombros. Tenia problemas con la ropa de cama. Despues suspiro profundamente y continuo:

– Me puedes despertar, por supuesto. Pero que sea que tengas mucho miedo. Que estes verdaderamente aterrorizada. Me voy a dormir a la cama de Kristiane. Buenas noches.

La puerta se cerro de un portazo. Ragnhild rompio a llorar.

A Vegard Krogh no le gustaba el bosquecillo que tenia que atravesar para llegar a casa de su madre. Cuando era pequeno, solo se atrevia a coger el sendero a pleno dia y, preferiblemente, en compania. Se contaba que entre los arboles habia fantasmas. Se decia que el sitio fue en tiempos un cementerio desmantelado en el siglo XVIII sin ningun respeto por el descanso de los muertos. Los poltergeists se tomaban la revancha, pensaban los ninos del barrio, asediando sin descanso a quienes alguna vez se aventuraban a penetrar en el bosque despues de la entrada de la noche.

Pamplinas, por supuesto, y a Vegard Krogh le daba pereza dar el rodeo. Era ya tarde por la noche del jueves 19 de febrero. La nieve, que el ultimo par de dias se habia posado sobre las ramas desnudas formando una fina manta entre los arboles, por suerte proporcionaba un poco de luz. Al menos veia el pie que ponia delante.

Llevaba dos elegantes bolsas de diseno. La madre le habia prestado quince mil coronas sin vacilar y sin la preceptiva y quejumbrosa reprimenda por ser ya un hombre adulto y casado que deberia mantener en orden su propia economia. Al contrario, le habia entregado el dinero con brillo en los ojos. A cambio, le habia prometido a la madre pasar un par de noches con ella. Estaba bien, tendria una buena comida a la mesa y vino gratis en la copa.

Quince mil coronas no daban para mucho, pero estaba contento. Al escribir el weblogg del dia, estuvo tentado de mencionar la invitacion. No lo hizo. Discrecion, habia pensado, y se conformo con hacer una descripcion de sus compras. Acabo siendo una epistola ironica sobre las boutiques en las que hay cinco prendas y dos empleados que dan la impresion de estar tan cansados de la vida como para pegarse un tiro en la sien en cualquier momento.

Quiza los lectores mas importantes comprendieran por que el, que normalmente iba en vaqueros y sudadera de capucha, habia fulminado una fortuna en Kamikaze y Ferner Jacobsen, donde finalmente habia encontrado algo que creia ser tanto casual como sharp.

Tres de los ensayos de Puenting estaban accesibles en su pagina Web. No le habia pedido permiso a la editorial. De todos modos no hacian una mierda por difundir el material. Lo mismo daba. Manana pondria un par mas. La gente se habia abalanzado sobre ellos. La primera discusion tardo solo un par de horas en comenzar. Era sobre todo la parte sobre la cultura ligera establecida la que habia desencadenado el debate. Utilizaba el carton de leche como metafora en una historia sobre los superfluos productos de masas del estado del bienestar. No sabian a nada, no servian para nada y estaban por todas partes, en envases de marca facilmente reconocibles que recirculaban eternamente en su correccion politica. «Cultura desnatada», se llamaba el ensayo, y cuando anadio una pequena pista con vinculo a la seccion cultural del periodico Dagbladet, la polemica se desato.

Vegard Krogh caminaba a paso ligero. Las botas eran nuevas y le iban bien al pie. Las gruesas suelas le permitian caminar sin problemas por el sendero resbaladizo.

Quiza deberia dar mas la lata y llegar a un acuerdo con la NRK para trabajar como autonomo. Gran Estudio no era un programa exactamente de su tipo. Demasiado facil, por supuesto, y demasiado superficial. Pero era un programa lo suficientemente agil, a veces incluso rudo y urbano, y ademas Anne Lidmo era una mujer elegante.

Se iba a esforzar mas para conseguir el trabajo.

Pronto saldria del bosquecillo. A la vuelta de la curva en ligera pendiente, pasando la pequena loma donde en tiempos construyo una casa en un viejo roble, junto al borde del bosque, estaba la casa de su infancia. Su madre le habia prometido comida, aunque llegara tarde.

Alguien venia caminando detras de el. La angustia le oprimia el cuello, reconocia el miedo de las sofocantes carreras de su infancia a traves del bosque con los fantasmas en los talones.

Se volvio tranquilamente. Noto que agarraba las bolsas de las compras con mas fuerza, como si lo peor que le pudiera ocurrir fuera que le robaran sus prendas nuevas.

La persona no estaba detras de el, ahora se daba cuenta. Salia del bosque, de entre los arboles, donde no habia sendero y las huellas formaban una cadena de irregulares agujeros negros en la nieve nueva. Resultaba dificil percibir mas que el contorno de la silueta. A Vegard Krogh casi lo deslumbra la luz de una potente linterna.

Llevaba ropa llamativa, vio.

Un mono blanco.

El miedo se apaciguo un poco.

– ?Joder! -dijo Vegard Krogh alzando el brazo para hacerse sombra de la potente luz-. Asustas a la gente yendo asi de hurtadillas.

La linterna fue bajada y apartada; ahora era la propia cara de la silueta la que estaba iluminada, desde abajo,

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