edad podemos descartarlo. Pero tiene que haber sido lo suficientemente joven como para que pudieran mandarla fuera una temporada sin montar mucho lio. Fiona era adolescente… -La boca formaba numeros mudos mientras calculaba- a finales de los setenta -completo-. En el setenta y ocho tenia dieciseis anos.

– Tan tarde -dijo Yngvar, desilusionado. Tampoco era una catastrofe ser madre adolescente en esa epoca.

– ?Como? -exclamo Inger Johanne poniendo los ojos en blanco-. ?Tipico de un tio! A mi me aterrorizaba quedarme embarazada desde los dieciseis, aunque fuera a mediados de los ochenta.

– Dieciseis -dijo Yngvar-. ?Solo tenias dieciseis anos cuando…?

– Olvida eso ahora -dijo Inger Johanne furiosa-. ?No podriamos concentrarnos en el caso?

– Que si, por supuesto, claro. Pero dieciseis… -Se sento y empezo a rascar a Jack detras de la oreja-. Fiona no estuvo en el extranjero en esa epoca. No durante mucho tiempo, al menos. Lo comprobe con Bernt. Y eso lo hubiera sabido, supongo. Aunque no todo el mundo que conozco suelta mucha prenda sobre sus viajes de estudios al extranjero, dudo que Fiona se callara…

– Corta el rollo -dijo Inger Johanne inclinandose sobre el. Lo beso con ligereza-. Asi que nacio una criatura. No tiene por que significar nada para la investigacion. Por otro lado, la cosa provoca inevitables asociaciones con el programa…

– … que hizo durante un monton de anos con mucho exito y mucho caracter -completo Yngvar.

– Ninos perdidos y madres en pena. Reencuentros y dolorosos rechazos. Ese tipo de cosas.

Jack alzo la cabeza. Aguzo una oreja. La casa parecia encogerse con el viento frio. La lluvia golpeaba la ventana que daba al sur. Inger Johanne se inclino sobre Ragnhild y arropo mejor a la nina, que seguia durmiendo imperturbable. El aparato de musica se encendio y se apago solo, varias veces. La lampara que colgaba del techo encima de la mesa parpadeo.

Luego todo quedo oscuro.

– ?Mierda! -dijo Yngvar.

– ?Ragnhild! -dijo Inger Johanne.

– Tranquila.

– Por eso fui a ver a Yvonne Knutsen -dijo Inger Johanne a la oscuridad-. Ella sabe lo que paso. Eso es bastante seguro.

– Probablemente -dijo Yngvar y, al encender una cerilla, su cara adquirio sombras inquietas y burdas.

– Quiza no quiera hablar conmigo por eso -dijo Inger Johanne-. Quizas haya aparecido el nino, quiza…

– Se nos estan amontonando los quiza -dijo el-. Para el carro.

Por fin encontro una vela.

Ella lo seguia con los ojos. Era tan agil, a pesar de su tamano. Al andar, pisaba con fuerza, como si quisiera subrayar lo grande que era. Sentado en cuclillas en la penumbra ante la chimenea, al romper un periodico a tiras, al coger lena de la cesta de acero y hacer el fuego, habia soltura y ligereza en todos los movimientos, una suavidad fascinante en su cuerpo solido.

El fuego prendio con fuerza en el papel.

Inger Johanne aplaudio con cuidado y sonrio.

– Hago un poco de trampa por si acaso -dijo Yngvar metiendo entre la lena un par de pastillas para encender-. Bajo al sotano por mas lena. El corte de luz puede durar un rato con este tiempo. ?Donde esta la linterna?

Ella senalo hacia la entrada y el se fue.

Las llamas chisporroteaban gratamente inundando el salon de una luz amarilla rojiza. Inger Johanne ya sentia el calor contra la cara. Una vez mas arropo a su hija y dio gracias por que Kristiane estuviera en casa de Isak. Una manta de lana estaba apoyada sobre el respaldo del sofa. Se la echo sobre las piernas, se recosto y cerro los ojos.

Yngvar tendria que hablar con el medico que la atendio en el parto. O con la comadrona. Al principio apelarian al juramento hipocratico, pero al final se rendirian. Como tenian que hacer siempre en casos como este.

Llevara tiempo, penso Inger Johanne.

Si realmente habia un descendiente vivo y adulto de Fiona Helle, se acercaban por primera vez a algo que se parecia a una pista. Era debil, claro, y quiza no condujera a ningun sitio. Ella o el no era el primer nino de la historia que habia sido parido con verguenza y que habia sido adoptado con amor. Probablemente se tratara de un chico de veintitantos, bien adaptado; estudiante, quizas, o carpintero, con un Volvo y crios pequenos. No un asesino de sangre fria persiguiendo vengar un rechazo que quedaba un cuarto de siglo atras en el tiempo.

Pero Fiona se habia enfrentado a la muerte con la lengua dividida en dos.

El nino era la gran mentira de Fiona.

Vibeke Heinerback acabo clavada a la pared.

Dos mujeres. Dos casos.

Un hijo ilegitimo.

Inger Johanne se incorporo de pronto. Estaba a punto de dormirse cuando, como si se tratara de un rayo, la rafaga de una idea la volvio a sacudir; era la conocida y desagradable sensacion de que un pensamiento importante no encontraba asidero. Trajo a Jack aun mas cerca y poso la cara sobre la piel del animal.

– ?Podriamos hablar ahora de otra cosa? -dijo cuando Yngvar volvio con una pila de lena.

El dejo lo maderos resinosos en el suelo.

– Claro -dijo, y la beso en la cabeza-. Podemos hablar de lo que te de la gana. Como que quiero comprarme un caballo nuevo, por ejemplo.

– ?Un caballo nuevo? Te lo he dicho mil veces: nada de caballos nuevos.

– Ya veremos -dijo Yngvar, que se rio y se encamino a la cocina-. Kristiane me anima. Ragnhild tambien, seguramente. Y Jack. Somos cuatro contra una.

Inger Johanne queria corresponder a su risa, pero todavia le quedaba una inquietud en el cuerpo; los restos de una fugaz sensacion de peligro.

– Olvidalo -dijo-. Que se te quite ese caballo de la cabeza.

Capitulo 8

La tormenta se habia calmado. El viento todavia soplaba ligeramente, pero, hacia el sur, la capa de nubes se habia resquebrajado en jirones azul claro. La lluvia habia aplastado y habia podrido la nieve sucia de los jardines y las cunetas. Inger Johanne procuraba evitar los peores charcos maniobrando el cochecito por la estrecha acera de Maridalsveien. El trafico pesado y los autobuses pasaban atronando. No estaba a gusto, asi que cruzo la calle junto a Badebakken para llegar al rio Aker. Jack pegaba tirones de la correa y queria olerlo todo.

La temperatura estaba empezando a bajar. Habian anunciado nieve para la noche. Inger Johanne se detuvo y se ajusto la bufanda antes de proseguir. Tenia frio en la nariz y moqueaba. Deberia haberse puesto un gorro. En todo caso, Ragnhild estaba lo suficientemente abrigada metida en su saco de dormir forrado con piel de oveja y una manta de lana extra cubriendolo todo. La carita apenas asomaba cuando Inger Johanne tiro ligeramente del borde del saco. El chupete vibraba y, por el movimiento de los delgados parpados, supo que Ragnhild estaba sonando.

Delante de la guarderia junto a Heftvelokka se sento en cuclillas. Solto a Jack para que echara a correr y este salio pitando hacia el rio a ladrarles a los patos, que apenas le hacian caso. Se limitaron a paletear un par de veces en los canales abiertos en el hielo. El animal grunia y ladraba, y probo a meter una pata en el agua.

– Calmate -murmuro Inger Johanne, con miedo a despertar a Ragnhild.

El frio atravesaba la tela del abrigo, pero era un placer quedarse asi sentada, ella sola, meciendo el cochecito con una mano, adelante y atras, adelante y atras. Era ya martes 17 de febrero y a las doce podria llamar. Faltaban ocho minutos, pudo constatar al sacar su telefono movil. La mejor amiga de Fiona Helle habia dicho que a esa hora estaria de vuelta en la oficina. Dio la impresion de estar sorprendida, pero bien dispuesta. Inger Johanne no se habia presentado como agente de policia. Pero lo vago de su formulacion podria de todos modos haber dado a Sara Brubakk la sensacion de que se trataba de un requerimiento de caracter oficial. No estaba

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