Las palabras desaparecieron. Una fina linea de liquido transparente corria desde su fosa nasal izquierda, se paso el dorso de la mano por la cara-. Era un tunante. -Al decirlo alzo la voz-. Fiona iba a empezar el bachillerato. El chico desaparecio y era demasiado tarde para… Deberia haberme dado cuenta, claro, pero ?quien…? En la adolescencia, tienen derecho a tener vida privada. Unos michelines en epoca de transformacion… Yo…

– Yvonne -dijo Bernt con decision, intentando atrapar su mirada-. Ahora me vas a escuchar. ?Escuchame! - Habia vuelto a darle la espalda a su yerno. Intentaba desasirse la mano de su firme agarre-. Escuchame -repitio el, como si estuviera hablando con su hija en algun momento de rebeldia-. Luego tu y yo nos vamos a tomar el tiempo que necesitemos. Ahora lo importante es que respondas a las preguntas de la policia.

Nadie dijo nada. Yvonne habia abandonado la lucha con sus reluctantes musculos. Volvia a yacer desvalida y sin fuerzas. Incluso el pelo parecia sin vida, gris, lacio y enredado sobre la almohada.

– Se llama Mats Bohus -dijo ella de pronto, la voz era la de antes, de rechazo e indiferencia al mismo tiempo.

– ?Como?

– Mats Bohus. Nacio el 13 de octubre de 1978. No se nada mas.

– ?Como puedes…? -empezo Bernt, pero no completo la pregunta.

Yngvar se aproximo de nuevo a la cama.

– Este Mats tomo contacto con Fiona recientemente -constato, como si no necesitara la confirmacion de Yvonne.

Pero ella, de todos modos, murmuro una confirmacion, sin mirar a Yngvar.

– ?Antes o despues de Ano Nuevo? -pregunto el.

– Justo antes de Navidad -susurro Yvonne-. Era… Es…

El flujo de mocos no queria parar, Bernt Helle saco un panuelo del cajon de la mesilla y lo puso en la mano de su suegra. A ella las fuerzas le alcanzaron justo para elevar la mano izquierda y llevarse el panuelo a la nariz.

– La mande fuera -dijo-. Mande a Fiona a casa de mi hermana en Dokka. Lo suficientemente recondito. Lo suficientemente desierto como para mantener a raya las preguntas.

Yngvar se estremecio con la risa de la mujer. Sonaba como un grajo herido; la risa era ronca, rasposa y totalmente carente de alegria.

– Siga, por favor.

– Y luego pario demasiado pronto -dijo Yvonne-. Yo no estaba alli. No habia nadie con ella. Estuvieron a punto de morir, los dos. Entonces…

La respiracion paso a ser un hipido y, cuando le dio un ataque de tos, Bernt la incorporo a medias en la cama. Cuando por fin se tranquilizo, la seco con cuidado en torno a la boca y la tumbo.

– Tranquila…, tranquila…

– Al crio le pasaba algo -dijo con dureza-. Pero ya no era asunto nuestro.

– Al crio le pasaba algo -repitio Yngvar-. ?Que le pasaba?

– Era demasiado grande. Apatico y enorme e increiblemente… feo.

A Yngvar se le aparecio por un momento la imagen de Ragnhild, recien sacada de la tripa de su madre, roja, pegajosa y desamparadamente poco bella. Se llevo la mano a la boca y carraspeo. Se le estrecharon los ojos. Yvonne Knutsen no parecia notar la reprobacion.

– ?Que paso entonces? -dijo Bernt Helle de modo casi inaudible.

– Olvidamos -dijo Yvonne-. Teniamos que olvidar.

– Olvidar…

Yngvar, silenciosamente, se alejo un paso de la cama.

– Dimos al nino -dijo la mujer-. En adopcion. Por supuesto, no supimos a quien. Era mejor asi. Para el y para Fiona. Ella tenia la vida por delante. Con tal de que fueramos capaces de olvidar.

– ?Lo conseguisteis? ?Tu conseguiste olvidar, Yvonne?

Bernt Helle le habia soltado la mano y estaba sentado sobre el borde de la silla, como si estuviera a punto de salir corriendo. La pierna izquierda le vibraba. El tacon de la bota repiqueteaba contra el linoleo.

– Olvide -dijo Yvonne-. Fiona olvido. Era mejor asi. ?No lo entiendes, Bernt!

Los dedos de ella se aferraron a la sabana, donde la mano de el ya no estaba. La mirada de Bernt se habia posado sobre la litografia palida y torcida. Se reclino contra la silla y ladeo la cabeza. Los ojos no querian soltar el cuadro. Lo miraba fijamente, guinaba los ojos y estudiaba la composicion no figurativa hecha de cubos y cilindros descoloridos.

Yvonne prosiguio:

– Tienes que intentar entenderlo -rogo-. Fiona era demasiado joven. Lo mejor era mandarla fuera, dejar que viniera el crio y mas tarde olvidar. Seguir como si nada hubiera pasado. Era completamente necesario, Bernt. Tenia que pensar en Fiona. Solo en ella. Ella era responsabilidad mia. Yo era su madre. El nino iba a tener una vida mejor con unos padres adultos, con gente que pudiera…

– No estamos hablando del periodo de entreguerras -dijo Bernt alejandose aun otro poco de la cama-. ?Esto paso a finales de los setenta! ?La decada de las mujeres, Yvonne! Gro Harlem Bruntland y el medio ambiente, aborto por decision propia y discriminacion positiva, joder era…

Se levanto bruscamente. Estaba de pie, en una postura medio amenazadora, medio desesperada, con los punos alzados y cerrados, luego elevo la cabeza hacia el techo y se paso las dos palmas de las manos por la cabeza.

– Bernt… -insinuo Yngvar.

– ?Estuvimos anos y anos intentando tener hijos! Estuvimos en el extranjero, en todo tipo de clinicas, lo intentamos una y otra vez y…

– Creo… -lo interrumpio Yngvar con tono cortante- que deberiamos atenernos a tus propias y sabias palabras, Helle. Que vais a tener que hablar de estos problemas, pero que va tener que ser mas tarde.

El robusto hombre lo miro con sorpresa, como si acabara de darse cuenta de que estaba presente la policia.

– Si -dijo debilmente-. Pero entonces creo que…

Se desplazo lentamente hasta el otro lado de la cama. El aire de la habitacion era denso. Yngvar sentia como le corria el sudor bajo los sobacos, recorriendo frias sendas hasta la cintura del pantalon. Se paso el dedo indice bajo la nariz.

– ?Que quieres ahora? -dijo alerta.

Bernt Helle no respondio. En vez de hacerlo, enderezo cuidadosamente el cuadro. Un poco hacia un lado, una pizca hacia el otro.

– Entiendo que necesitais respuestas -dijo, todavia mirando a la pared-. Y de verdad que quiero ayudar. Pero ahora mismo la verdad es que no puedo hacer gran cosa. No deberia estar aqui. Asi que me voy.

Sigmund bloqueo la puerta.

– No estoy arrestado -dijo Bernt Helle, que le sacaba una cabeza al corpulento policia-. ?Apartate!

– Dejalo ir -dijo Yngvar Stubo-. Tiene derecho a hacer lo que quiera, por supuesto. Muchas gracias por la ayuda, Helle.

El viudo no respondio. La puerta se cerro tan despacio tras de el que les permitio oir sus pasos, dura goma contra linoleo encerado, cada vez mas tenues por el pasillo. Yngvar tomo el sitio de Helle en la silla.

– Asi que ya solo quedamos nosotros -dijo Sigmund.

La enferma parecia estar ahora aun peor. El sonrojo se habia mitigado. La cara no estaba gris como cuando llegaron, pero tenia un amenazador tono blanco azulado. Los ojos se le cerraron. El labio inferior temblaba, siendo la unica prueba de que Yvonne Knutsen seguia con vida.

– Comprendo que esto sea dificil -dijo Yngvar tanteando-. Y no voy a molestarla mucho rato. Solo tengo que averiguar lo que paso cuando…

– Vayase.

– Si, solo quiero…

– Vayase.

La voz se rompio.

– ?Que queria? -pregunto Yngvar-. Mats Bohus. ?Que paso cuando aparecio?

– Vayase.

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