– ?Toma leche o azucar? -pregunto la mujer desde la cocina.
– Las dos cosas -se rio el-. Pero mi mujer no me deja, asi que me lo tomo solo.
Cuando volvio, Yngvar se dio cuenta de que tenia un tipo impresionante bajo el vestuario informe. Los vaqueros necesitaban un lavado, y las zapatillas debieron de ser de Vegard en su tiempo. Pero la cintura era estrecha y el cuello largo y fino. Los movimientos tenian gracia cuando dejo las tazas y las sirvio.
– Crei que habia terminado con ustedes -dijo, sin resultar descortes-. Asi que no se que quieren de mi. Un companero, un abogado, dijo que era muy poco corriente que fueran a ver a la gente a su casa. Dijo que… -Una sonrisa indescifrable. Un fino dedo paso despacio sobre la ceja izquierda. Su mirada era casi burlona cuando se encontro con la de el.
– Dijo que la policia convoca a la gente para generarles inseguridad. En la comisaria, usted es el que esta en casa, no yo. Asi que aqui soy yo la que me siento segura. No usted.
– La verdad es que no me siento muy amenazado aqui en el sofa -dijo Yngvar probando el cafe-. Pero su amigo tiene algo de razon. Asi que puede sacar la conclusion de que no es mi intencion generarle inseguridad. Mas bien estoy buscando…
– Conversacion -dijo ella-. Estan bastante estancados y usted es el tipo de policia que merodea por el paisaje para conseguir mejor vision de conjunto, mayor perspectiva. Para descubrir, quiza, nuevos angulos de ataque. Caminos y huellas que se les hayan escapado.
– Hummm -dijo el sorprendido-. Eso no esta muy lejos de la verdad.
– Mi companero. Le conoce. Por lo visto es famoso.
Ella rio brevemente. Yngvar Stubo reprimio las ganas de preguntar quien era su amigo.
– No consigo agarrar del todo a su marido -dijo.
– No lo llame «mi marido». Por favor. Nos casamos por una sola razon: se vio que teniamos que considerar la posibilidad de adoptar en caso de que quisieramos hijos. Diga Vegard, mejor.
– Esta bien. No consigo agarrar del todo a Vegard.
De nuevo la pequena risa; oscura y breve.
– Casi nadie lo hacia.
– ?Ni siquiera usted?
– Desde luego yo no. Vegard era muchas personas. Hasta cierto punto lo somos todos, pero Vegard era… peor que la mayoria. O mejor. Eso depende de como elijas verlo.
La ironia era evidente. Yngvar volvio a quedarse pasmado con su voz. Elisabeth Davidsen jugaba con un gran espectro de expresiones; diminutos y elocuentes movimientos en la cara, y delicados pero a la vez descifrables cambios en la voz.
– Cuente -dijo el.
– ?Que cuente? Hablar sobre Vegard…, -Se hurgaba ausente en un roto sobre la rodilla-. Vegard queria tanto -dijo-. Al mismo tiempo. Queria ser estrecho, literario y alternativo. Queria ser innovador y provocativo. Unico. Al mismo tiempo tenia una propension al reconocimiento que dificilmente se deja combinar con escribir ensayos e inaccesible prosa minimalista.
Ahora el que se rio fue Yngvar. Al dejar la taza y volver a mirar la habitacion, se dio cuenta de que esa mujer le gustaba. Ella continuo, pensativa:
– Vegard tenia un gran talento. En algun momento. No quisiera decir que… lo despilfarro. Pero… fue un hombre joven y furioso demasiado tiempo. En su mejor epoca estaba lleno de encanto. ?De energia! A mi me fascino el inconformismo y la fuerza que habia en todo lo que hacia. Pero despues nunca llego a crecer del todo. Creia que luchaba contra todo el mundo y nunca quiso admitir que con el paso de los anos solo luchaba contra si mismo. Pataleaba en todas las direcciones, sin darse cuenta de que pataleaba a gente que hacia mucho que habia seguido su camino. Se volvio…
Yngvar no habia reaccionado ante el hecho de que, hasta ese momento, la mujer parecia bastante poco afectada por la brutal muerte de su marido hacia apenas dos semanas. Una estrategia apropiada, habia pensado, dadas las circunstancias: estaba hablando con un policia al que no conocia. Pero ahora se dio cuenta de que a ella le temblaba el labio inferior.
– En realidad resultaba bastante patetico -dijo, y trago saliva-. Y era bastante jodido verlo.
– ?Contra quien arremetia sobre todo?
Su mano golpeo mustiamente un cojin.
– Contra cualquiera que tuviera el exito que pensaba que se merecia el -respondio-. Que pensaba que… le habian robado, de algun modo. En ese sentido, Vegard era un clasico topico como artista: era el incomprendido. El ignorado. Al mismo tiempo…, al mismo tiempo intentaba ser uno de ellos. Lo que mas deseaba era ser uno de ellos.
Se inclino hacia delante y recogio un papel que se habia caido en el suelo. Se lo paso a Yngvar.
– Esto llego un dia o dos antes de que muriera -dijo, y se tiro de una de las coletas-. Nunca he visto a Vegard tan contento.
La tarjeta era de color amarillo crema y estaba adornada con un hermoso monograma real. Yngvar intento forzar una sonrisa y dejo con cuidado la tarjeta sobre la superficie de cristal.
– Se puede reir, si quiere -dijo ella con tristeza-. Nos peleamos terriblemente por esa invitacion. Yo no entendia por que le parecia tan importante entrar en ese circulo. Para serle franca, estaba preocupada. Parecia casi poseido por la idea de que por fin iba a «llegar a ser algo», como decia el.
Sus dedos dibujaron unas comillas en el aire.
– ?Se peleaban mucho?
– Si. Por lo menos los ultimos anos. Cuando las cosas de verdad se estancaron para Vegard, y ya, definitivamente, no se podia seguir diciendo de el que fuera joven y prometedor. Hemos estado asiiii… -entre el pulgar y el indice mantenia un milimetro de distancia- de cerca de separarnos. Algunas veces.
– Pero de todos modos querian tener hijos.
– Como todo el mundo, ?no?
El no respondio. En las escaleras del portal, de pronto se oia alboroto. Algo pesado cayo en el suelo y dos voces golpeaban con enfado las paredes de hormigon. Yngvar pensaba que el idioma debia de ser urdu.
– Esta muy bien esto de Gronland -dijo ella secamente-. Pero a veces se pasa de multicultural. Por lo menos para los que no nos podemos permitir comprar un piso en los edificios nuevos.
Las voces se fueron calmando y finalmente desaparecieron. Solo el monotono rumor de la ciudad atravesaba las deterioradas ventanas llenando el silencio que habia entre ellos.
– Si tuviera que elegir uno solo -dijo por fin Yngvar-, un solo enemigo de Vegard…, alguien que verdaderamente tuviera motivos para quererle mal, ?quien seria?
– Es imposible saberlo -respondio ella sin vacilar-. Vegard ha ofendido a tanta gente y ha esparcido tanta mierda a su alrededor que nadie podria destacar a uno solo. Ademas…
Volvio a hurgarse en el agujero sobre la rodilla. La piel debajo brillaba con palidez de invierno contra la tela azul.
– ?Ademas…?
– Como he dicho, no estoy segura de que todavia tuviera fuerza para injuriar. En sus tiempos era verdaderamente certero en sus criticas. Ahora la mayor parte era… simplemente mierda, ya le he dicho.
– ?Seria de todos modos posible -Yngvar lo volvio a intentar- senalar… algun grupo, digamos…, algun grupo que tuviera mas motivos que otros para sentirse maltratado? Periodistas de prensa amarilla. Famosos de la tele… ?Politicos?
– ?Escritores de novelas policiacas!
Por fin una amplia sonrisa sincera. Tenia los dientes pequenos y blancos como perlas, con una pequena separacion entre las paletas. En una mejilla aprecio un hoyuelo, la sombra ovalada de una risa olvidada.
– ?Como?
– Hace algunos anos, cuando todavia se prestaba atencion a sus multiples ocurrencias, escribio un texto comico parafraseando a tres de los escritores de mas exito de ese ano. Una tonteria, pero bastante graciosa. Se entusiasmo. En algun sentido, esto se convirtio en su marca de identidad durante algunos anos. Lo de poner verde a escritores de novelas policiacas, quiero decir. Tambien en contextos de lo mas inoportunos. Una especie de version personal de «por lo demas opino que Cartago debe de ser destruida».
De nuevo sus dedos dibujaron comillas en el aire. Un tubo de escape retumbo al otro lado de la ventana del