tenia? ?Jugar con nosotros?
– ?Shh! ?Shh! -Inger Johanne volvia a estar despierta y alerta-. ?Lo habeis oido? ?Venia de…?
– Solo es Kristiane -dijo Yngvar levantandose-. Voy yo.
– No. Dejame a mi.
Inger Johanne procuro no hacer ruido al salir al pasillo; Ragnhild aun podia dormir una hora mas antes de volver a comer. Del cuarto de Kristiane salian sonidos que Inger Johanne no entendia.
– ?Que estas haciendo, mi nina?
Susurro al abrir la puerta.
Kristiane estaba sentada en medio de la cama. Se habia puesto los leotardos y el jersey de esquiar. Sobre la cabeza llevaba un sombrero de fieltro; un sombrero tiroles verde y con una pluma que le habia traido Yngvar de Munich. Sobre la cama, en torno a ella, habia cinco munecas Barbie. En la mano la nina sostenia un cuchillo y sonreia en direccion a la madre.
– Pero… ?Kristiane! ?Que es lo que estas…? -Inger Johanne se sento en la cama y le quito con cuidado el cuchillo a su hija-. No puedes… Es peligroso…
Hasta ese momento no se habia fijado en las cabezas de las munecas. Las Barbies estaban decapitadas. Y el pelo estaba cortado y esparcido por el edredon como bolitas de adornos de Navidad viejos.
– ?Que es lo que estas…? -Inger Johanne tartamudeaba-. ?Por que has destrozado tus munecas?
La voz le salio mas enfadada de lo que habia pensado. Kristiane rompio a llorar.
– Por nada, mama. Es que me aburria.
Inger Johanne dejo el cuchillo en el suelo. Cogio a su hija, se la puso sobre el regazo, le quito el ridiculo sombrero y la apreto contra su cuerpo. La mecio de lado a lado. La beso en el pelo revuelto.
– No tienes que hacer cosas asi, tesoro. Que no se te ocurra hacer cosas como estas.
– Es que me aburria muchisimo, mama.
La ventana estaba abierta. El cuarto helado. Inger Johanne se notaba la piel de gallina por todo el cuerpo. Despues lanzo los restos de las munecas a un rincon, empujo el cuchillo mas adentro bajo la cama y levanto el edredon. Se acosto junto a la nina, con la tripa pegada a la espalda de su hija. Asi se quedo tumbada Inger Johanne, susurrando palabras de carino en el oido de Kristiane, hasta que el sueno por fin vencio a la nina llorosa.
A Kari Mundal no se le daban bien las cuentas. Pero era aguda de cabeza y tenia un desarrollado sentido comun, y ademas sabia mas o menos lo que estaba buscando. No porque nadie se lo hubiera dicho, sino porque en las semanas que siguieron a la muerte de Vibeke Heinerback habia empleado sus largos paseos matutinos, desde las seis y diez en punto hasta que, cincuenta minutos mas tarde, retornaba junto a su marido y el cafe recien hecho para pensar.
Vibeke Heinerback habia sido, en origen, un proyecto de Kari Mundal. Era la mujer mayor quien habia descubierto el talento de la muchacha, cuando Vibeke no tenia mas de diecisiete anos. Los ultimos quince anos habian aparecido y desaparecido candidatos a la sucesion en el liderazgo del partido. Ninguno habia mantenido lo que habia prometido. Un par de ellos habian actuado abiertamente a espaldas del viejo monarca Kjell Mundal. Fuera con ellos. Otros habian caido en el liberalismo extremo, imposible de conciliar con el energico esfuerzo del partido por convertirse en el nuevo partido del pueblo; con una regulacion estatal estricta para ambitos vitales de la sociedad. Como la inmigracion.
Fuera tambien los neoliberales, y solo quedaba Vibeke Heinerback.
Fue Kari Mundal quien la descubrio. La diecisieteanera del suburbio de Grorud masticaba chicle y llevaba el pelo decolorado en una ridicula coleta. Pero la mirada era azul y despierta, y la cabeza rapida. Ademas, se puso guapa cuando Kari Mundal le consiguio un nuevo peinado y le hizo deshacerse de su vestuario color rosa pastel.
Y era leal a Kjell; inquebrantablemente leal. Siempre.
No era facil acercarse a Vibeke. A pesar de que durante una decada se habian visto practicamente a diario, en realidad Kari y Vibeke nunca llegaron a ser confidentes. No en el plano personal. Quiza fuera la diferencia de edad lo que lo complicaba tanto. Por otro lado, Vibeke Heinerback apenas abria su corazon a nadie, asi lo veia Kari Mundal. Ni siquiera al guaperas de novio que se habia echado. El chico no tenia virtudes, opinaba la senora Mundal, pero sabiamente mantuvo la boca cerrada.
Al menos tenian un aspecto estupendo cuando estaban juntos. Eso era mejor que nada.
Politicamente el caso era distinto. En la escasa medida en que Vibeke Heinerback revelaba algo sobre como veia el futuro del partido y el suyo propio, lo veia junto a Kari y Kjell Mundal. Hacia mucho que entre los tres habian trazado una estrategia a largo plazo para el partido; por detras del programa, a espaldas del aparato directivo de la organizacion. Alcanzaron parte de sus objetivos cuando Vibeke fue aclamada sucesora de Kjell Mundal como lider del partido. Tras las elecciones generales del 2005, el partido iba a coger posiciones por primera vez en su historia, y el Viejo haria su reaparicion politica como consejero de Estado. En el 2009 la nacion deberia estar lista para que la primera ministra, aun joven, fuera de su partido.
Rudolf Fjord podria haber sido un problema.
Ya se habian dado cuenta el verano anterior, cuando una inquietante ola de favor rompio sobre el joven procedente del aparato de la organizacion. Era popular en los distritos. Viajaba mucho y la politica municipal era su terreno. Era facil prometer miles de millones en transferencias estando en la oposicion, y Rudolf Fjord era un artista en eso. Durante un tiempo parecio que la competicion de los dos candidatos por el liderazgo podria ser mas ajustada de lo que hubiera querido el matrimonio Mundal. Pero Kari le puso remedio. Susurro unas palabras bien elegidas en los oidos adecuados sobre la relacion de Rudolf con las mujeres, y ya estaba hecho. El hombre parecia completamente incapaz de atarse a nadie. Habia algo oscuro en el modo en que aparecia en los estrenos y en las fiestas de famoseo, siempre con una mujer distinta agarrada del brazo. Aquello simplemente no pegaba para un hombre de su edad.
Pero Vibeke pensaba que Rudolf era necesario para el partido y, a pesar de todo, dio la impresion de alegrarse de tenerlo de segundo a bordo. Kari Mundal, con un afilada nariz, entrenada y afinada a lo largo de una eternidad como la mas cercana consejera de Kjell, comprendio de todos modos que Vibeke se estaba guardando algo. Daba la impresion de que se ponia alerta cuando Rudolf estaba cerca. Un brillo en los ojos; una atencion que Kari nunca llego a comprender del todo, y que Vi
beke rehuyo explicarle en las dos ocasiones en que Kari le habia preguntado por el asunto.
– Deberia darse por satisfecho con que todo el mundo este tan feliz con el nuevo edificio, y que a nadie se le ocurra estudiar los entresijos -habia dicho Vibeke la ultima vez que hablaron-. ?Rudolf ha hecho un buen trabajo como lider de la comision de obras, pero que se ande con mucho cuidado!
Estaba furiosa cuando lo dijo. Rudolf Fjord habia participado en un debate televisivo en el que habia roto un acuerdo que tenian entre ellos. Habian acordado adoptar temporalmente una linea amable con el Gobierno, puesto que no quedaba mucho para la revision de los presupuestos. Tenian un plan. Un acuerdo. El lo habia roto y a ella se le ennegrecieron los ojos al repetir:
– Ese hombre tiene que tener cuidado. Puedo machacarlo. Como a un piojo, si quiero. Esta sentado sobre un polvorin. O mas bien debajo de uno, para ser literal.
Luego tuvo que salir corriendo para una reunion, y Kari no se entero de a que se referia. Dos semanas mas tarde, y sin que se hubieran vuelto a encontrar, estaba muerta. Cuando refirio a Rudolf los exabruptos de Vibeke, durante la ceremonia celebrada en su casa de Snaroya, este aseguro que no sabia de que le hablaba. Pero se le enrojecieron los pomulos y parecia llamativamente incomodo cuando se encontraron con el policia despistado en el hall.
No obstante, hasta hacia tres dias, cuando se paso por la casa de Rudolf Fjord en Frogner para entregarle unos papeles de parte de Kjell, no habia sido capaz de encontrarle un significado posible a las palabras que profirio Vibeke justo antes de morir. A Rudolf le habia molestado que apareciera por ahi, se habia mostrado impaciente por que se volviera a ir. Ella pidio permiso para usar el servicio. El miro agitado el reloj, pero no podia negarle el permiso. Y fue ahi, mientras dejaba correr el agua caliente sobre sus escualidas manos llenas de espuma de jabon, donde comprendio donde debia buscar.
Justo encima del despacho de Rudolf estaba la seccion de Contabilidad. El nombre era enganoso; en realidad no habia una verdadera seccion, solo una pequena y bonita habitacion empapelada en amarillo crema y con archivadores en madera de cerezo. La luz entraba por los grandes ventanales que daban al patio trasero, sobre el