metida en el armario. Incluso la mochila, que habia sido confiscada por la policia, habia sido devuelta a su lugar, en el suelo junto al escritorio.
El se sento con cuidado en el borde de la cama. Con el martilleo del corazon en los oidos, se esforzo por relajarse.
La policia pensaba que era culpa suya.
Tampoco es que lo hubieran acusado de nada. Los primeros dias se sentia, en parte, como un paciente psiquiatrico a quien todo el mundo trataba con sumo cuidado y, en parte, como un bandido bajo fuerte sospecha. Era como si todo el rato tuvieran miedo de que se quitara la vida y por eso le dispensaban una atencion casi sofocante. Al mismo tiempo habia algo en su manera de mirarlo, una doble intencion en las preguntas que le hacian.
Luego desaparecio el ninito.
Entonces la actitud de los policias cambio, como si de pronto comprendieran que su desesperacion era autentica.
Luego encontraron al ninito.
Cuando dos de los policias llegaron y le contaron que el nino estaba muerto, le dio la impresion de que lo estaban sometiendo a un examen, de que lo culparian indirectamente de la muerte de Kim Sande Oksoy si no respondia con precision a lo que le preguntaban, si no hacia los gestos apropiados para una situacion como esa. ?Una situacion como esta!
Le habian pedido que elaborase una lista de toda la gente que habia conocido. Tenia que empezar por nombrar a los miembros de la familia, despues a los amigos mas intimos, luego a los que veia con menos frecuencia, despues a los conocidos, las ex novias, los ligues de una noche y, finalmente, a los companeros de trabajo, con sus respectivas esposas. Era imposible.
– Esto es imposible -les habia dicho abriendo los brazos, pues al repasar los anos del instituto no lograba recordar mas que el nombre de cuatro de sus companeros de clase-. ?Es esto realmente necesario?
– Les estamos pidiendo lo mismo a los padres de Kim -explico la mujer policia pacientemente-. Despues comparamos las listas. Queremos averiguar si tienen ustedes conocidos en comun, o si los han tenido alguna vez. No solo es necesario, sino que ademas es muy importante. Creemos que los dos casos estan relacionados de algun modo, y por eso es fundamental encontrar posibles vinculos entre las familias.
Tonnes Selbu paso los dedos sobre la cama de Emilie, sobre las letras que habia trazado sobre la madera cuando estaba descubriendo el alfabeto. Deseaba acercarse su pijama a la cara. Era imposible. Percibir el rastro de su olor le resultaba demasiado doloroso.
Queria acostarse en la cama de Emilie. No lo consiguio. Tampoco conseguia ponerse en pie. Le dolia todo. Quiza le convenia llamar a Beate, despues de todo. Quiza le haria bien que viniese alguien, alguien que pudiera llenar el espacio vacio que lo rodeaba.
Tonnes Selbu se quedo sentado en el borde de la cama de su hija. Rezaba, intensa y constantemente. No a Dios, que no era mas que un personaje extrano que el introducia en los cuentos que le contaba a Emilie; le rezaba a su mujer muerta. No habia cumplido la promesa que le habia hecho a Grete en sus ultimos momentos de vida. No se habia ocupado lo suficiente de Emilie.
15
Un hombre se aproximaba al chale adosado. El precinto rojo y blanco que habia colocado la policia seguia ahi, aunque se habia soltado en algunos sitios. El viento nocturno hacia restallar la tira de plastico seco mientras el hombre saltaba lentamente la valla y se escondia entre los arbustos. Sus movimientos revelaban que tenia una idea muy clara de lo que queria hacer pero no estaba seguro de si se atreveria. Si alguien lo hubiera visto, se habria fijado en primer lugar en su atuendo. Debajo de la chaqueta de plumas llevaba un grueso jersey de lana de cuello vuelto. Iba tocado con un gran gorro con orejeras y una visera que le caia sobre los ojos. Llevaba unas botas mas apropiadas para un soldado en campana de invierno: enormes, negras, con cordones que se ataban unos centimetros por encima del tobillo. Por el borde asomaba un par de bastos calcetines.
Era la noche del 20 de mayo, y una corriente de aire procedente del suroeste habia elevado la temperatura a catorce grados centigrados. Era la una menos veinte. El hombre se quedo parado, oculto tras un arbusto de grosellas y un par de abedules de tamano medio. Luego se quito uno de los guantes y deslizo la mano derecha lentamente por el interior del gran pantalon de camuflaje. Intentaba mantener la mirada fija en la ventana del primer piso, que tenia las cortinas corridas. No deberian estar corridas. Queria ver el oso verde. No le dio tiempo a impacientarse: se doblo por la cintura con un gemido. Saco la mano del pantalon y se quedo completamente quieto durante dos minutos. Le pitaban los oidos y tuvo que cerrar los ojos a pesar de que estaba asustado. A continuacion se puso el guante, salto por encima de la valla y se alejo por la callejuela sin mirar atras.
16
Cuando Inger Johanne Vik se levanto el sabado 20 de mayo, ya hacia horas que era de dia, por lo menos para Kristiane. La nina se despertaba tempranisimo, a diario, incluidos los fines de semana. Aunque era evidente que le gustaba estar sola por las mananas, no podia evitar despertar a su madre. Un «dam- du-rum-ram» monotono procedente del salon era el despertador de Inger Johanne. Pero luego Kristiane no le prestaba la menor atencion; entre las seis y las ocho se abstraia de todo cuanto la rodeaba. Cuando Inger Johanne empezo a trabajar de nuevo, cuando la enfermedad de Kristiane ya no constituia una amenaza para su vida, habia sido un infierno prepararla para la guarderia. Al final se rindio. Habia que dejar a Kristiane a su aire durante esas dos horas, y por fortuna la universidad le ofrecia un horario flexible. Ademas, cuando Inger Johanne lo solicito, le concedieron excedencia de un cuatrimestre al ano hasta que Kristiane cumpliera diez anos. Las amigas le tenian envidia. «Disfrutalo, mujer -le aconsejaban-. Ahora tendras la oportunidad de leer el periodico tranquilamente y despertarte a la hora que te de la gana.» El problema era que Kristiane requeria mucha atencion y se le podia ocurrir cualquier cosa en cualquier momento. Inger Johanne sabia que Isak la consentia mas. En dos ocasiones lo habia sorprendido durmiendo como un tronco mientras Kristiane andaba por ahi sin nadie que la vigilase.
Ahora era ella quien habia desatendido a su hija.
Desconcertada, le echo un vistazo al reloj. Las nueve menos cuarto. Aparto el edredon con un movimiento brusco.
– Mama -la saludo Kristiane con alegria-. Mama se ha levantado para su Kristiane.
La nina estaba de pie en la puerta que daba al salon, completamente vestida. Habia elegido un jersey rosa horroroso que le habia regalado su abuela y se habia puesto una falda escocesa sobre un pantalon de terciopelo verde. Llevaba el cabello recogido en cinco coletas, pero al menos no iba medio desnuda. Inger Johanne intento sonreir.
– Que bien lo has hecho -murmuro-. Por lo visto mama se ha dormido.
– Alcoba de dormirse. Dam-di-rum-ram.
Kristiane se acerco y se subio al regazo de su madre. Le apoyo la mejilla en el pecho y empezo a chuparse el pulgar. Inger Johanne acaricio con cuidado la espalda de su hija, arriba y abajo, arriba y abajo. En los momentos de intimidad espontaneos e imprevisibles como aquel, Inger Johanne no se atrevia casi ni a respirar. Tenia que reprimirse para no estrecharla entre sus brazos.
– Mi Kristiane -susurro hacia las coletas.
Sono el telefono. Kristiane se sobresalto, se bajo de las rodillas de su madre y salio del cuarto.
– ?Si?
– ?Te he despertado?
– Por supuesto que no me has despertado, mama. Esta semana tengo a Kristiane.
Inger Johanne intento agarrar la bata, pero el cordon del telefono no era lo suficientemente largo, asi que se envolvio en el edredon. La ventana estaba abierta y habia corriente.